Capítulo 41

347 41 15
                                    

Venezio

Astraea...

Ahí está, la causante de la ira que siento corrompiendo cada parte de mi cuerpo; bailando, contra el cuerpo de no se quién, riendo, agitando sus brazos y sosteniendo un trago a medio tomar.

Soy consciente de que no tengo derecho a ponerme celoso, lo sé. Pero de saberlo a hacerlo hay una diferencia abismal, y por ende, no puedo dejar de sentir que los celos me queman desde adentro.

—¿Dejarás de verla como acosador o qué?

—¿Quién es ese? —Demando, desviando mis ojos hasta los del rubio que, lamentablemente, compartía mi sangre.

—Astraea no es ninguna tonta y está bailando con el CEO de la actual empresa de desarrollo tecnológico más hablada —Contesta Lucyan, palmeando mi hombro —, Spencer Sinclair.

—Ese no lo conoce nadie, a mi no me jodas.

—Tú no lo conoces, pero de que es conocido lo es —Alza sus hombros con desinterés —. Mira, así tienes que hacer.

—Ni se te ocurra...

La palabra me queda atascada porque Lucyan me deja solo. Él se acerca a la colorada, con una sonrisa galán, y parece decirle algo a ese tal Spencer porque termina sujetando él la cintura de Astraea para sacarla a bailar.

Respiro hondo, reprimiendo el deseo de romperle la cara. No soporto verla riendo, sacudiendo su cabello rojo y largo, aún conservando las ondas de las grabaciones, vistiendo un vestido corto que se levanta por encima de su muslo cada vez que Lucyan la apretaba por su espalda ciñendo la tela en su agarre.

Soy celoso, soy un imbécil y debería sentirme feliz por ella. Pero siento todo lo contrario.

Me alejo del ambiente, los oídos me retumban. No estoy de ánimos para fiestas, no puedo tomar ningún trago y mi único confort son los cigarros. Estoy agotado, probablemente la adrenalina que me elevó el pico de ansiedad al entrar al set, se terminó y ahora me deja exhausto.

—¿Por qué esa cara, bonito? —Acaricia mi brazo y con ese simple gesto sé quién es. Bella.

—¿Cuál cara? ¿mi cara de siempre? —Esbozo una sonrisa burlona, poco me dura, pareciera más una mueca de lástima hacia mi mismo que un intento de coqueto —, estoy cansado.

—¿Y si te levanto el ánimo? La música está buena, pero... —Sus manos se deslizan por mi torso, hasta frenarse en mi abdomen bajo. Detengo el recorrido y miro de reojo quién nos vio.

—Ve a bailar con quién quieras, tírate al que gustes y después diré a cámaras que tenemos una relación abierta o lo arreglaré, que se yo.

Sus cejas se curvan con ofensa, tensando su cuerpo frente a mí y tengo que darme dos segundos para respirar hondo.

—No es contra ti, pero no necesitamos fingir aquí —Me inclino a su rostro y beso su mejilla, cerca de su comisura —. Eres hermosa, el sueño de cualquier hombre, pero estoy de mal humor y no quiero ver a nadie. Por eso, no te limites a mí, al final de cuentas solo es un contrato lo nuestro y tú puedes hacer lo que quieras mientras las cámaras no nos capten.

—Nadie sabe que lo nuestro es un contrato —Murmura, remojando sus labios y desviando sus ojos hacia los míos —, ni tu querida Astraea. ¿Crees que no vi como la miras? Un tonto no se daría cuenta, querido director.

—No pretendo lo contrario —Busco de mis bolsillos los cigarros —. Pero yo si sé de nuestro contrato y eso es más que suficiente; quieres follar, ve y follate al que quieras, hoy yo no estoy de humor.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora