Venezio
Las yemas de los dedos de Astraea se pasean contorneando mi rostro, despabilándome del sueño del cual no quiero despertar. No abro los ojos, al contrario, continúo sumergido en la paz que me produce su cercanía.
Mi cabeza recapitula todo lo que sucedió, mientras mi cuerpo pasa factura por la noche anterior, dándome dolencias que no sabía que podían existir, pero ahí estaban.
—Te he visto sonreír, director —Murmura divertida —, sé que estás despierto. ¿En qué piensas?
Sus labios cálidos dejan una serie de besos por mi mentón, obligándome a sujetarla de la cintura para acomodarla sobre mí. Ella suelta una carcajada y a mi me comprime aún más el corazón recordándome que es mía, siempre fue mía.
—No quieres saber en qué pienso.
Entrecierra sus ojos, con una sonrisa pícara plasmada en su rostro. Sujeto sus manos, las cual presiono contra mi pecho y busco su boca.
Me niega el beso, desesperándome en cuestión.
—Qué te pasa, a mi no se me rechaza.
—¿Ah no? —Se separa de mí, llevándose con ella mi camisa.
Su espléndido cuerpo reluce a mi vista. Apoyo el brazo detrás de mi cabeza, tomando un poco de altura para observarla más impregnarse en mi loción, recalcándome nuevamente a quién pertenece. Camina hasta la cafetera, contorneando sus caderas mientras se dedica a hacer café como una maldita experta.
—Astraea —Exaspero, lo último que quiero es levantarme y no tenerla cerca de mí —, ven aquí.
—No —Se voltea, llevando a su boca una cuchara untada de caramelo. Su lengua se pasea por todo el alrededor, su mirada no se despega de la mía y todavía se atreve a sonreír con su dulzura típica —, tengo hambre.
—Tengo hombría suficiente para alimentarte toda la vida y en las próximas que tengamos.
—Venezio —Chista, dándose vuelta. Sé que está ruborizada y eso me prende más.
Estiro la mano para alcanzar el bóxer, el cual me coloco antes de acercarme a ella. Su cuerpo reacciona a mi tacto, tensándose. Parece una cría nerviosa, pero no la culpo, porque yo me siento un adolescente inexperto y nervioso cuando de ella se trata.
La palma de mi mano cubre casi todo su vientre, aprieto la zona haciéndola hacia atrás para apegarla a mí.
—¿Latte, expreso, americano...?
—A ti.
—Venezio —Suspira, ladea su cabeza y me da paso a su cuello.
—¿Qué? —Dejo un camino de besos húmedos por su adictiva piel —, no puedes provocarme así, bebé, y luego hacerte la desentendida como si yo no fuera a venir detrás.
La tela de mi camisa cubre su cuerpo, su piel pálida me aviva el deseo de marcarla de mil formas posibles y el hecho de que aún esté desnuda bajo mi prenda me tiene jodidamente duro.
Hundo los dedos en las hebras rebeldes de su cabello cobrizo, empuñando para luego tirar hacia atrás. Su mentón se eleva tras soltar un pequeño jadeo y la cuchara que sujetaba cae a un lado pero ninguno le presta atención.
—¿Tienes idea de lo mucho que me pones? —Presiono su cuello, está aprisionada entre mi cuerpo y la mesada —. Tu aroma, tu cuerpo, tu risa, tus besos, tú. Tú, tú, tú, colorada tonta, tú siendo tú me vuelves loco porque no quiero frenarlo, pero tampoco quiero avivar esa llama porque no sé como frenarla.
—No quiero que la frenes —Susurra agitada, busca mi boca y cedo con gusto.
Apenas iban unos minutos sin besarla, pero la tensión acumulada me tiene el corazón a mil y unirme a sus labios apacigua la explosión. Mis dedos se afianzan a su cabello para acercarla más, mientras ella se gira cuidadosamente sin romper nuestro contacto. No me importa nada, porque lo que me importa lo tengo aquí y por eso deja de preocuparme el exterior el tiempo que paso a su lado.
ESTÁS LEYENDO
El arte de enamorarse [+18]
RomanceEllos tenían un objetivo en común, que el film sea un éxito. Para lograrlo ingeniarían un plan; una relación de mentira. Nada puede salir mal de eso, solo es fingir ¿no? Él es el director de una esperada película erótica y ella es su actriz, pero c...