Astraea
Unté la papa frita en el helado de vainilla, para luego llevarla a mi boca con calma. Esa comida me reconfortaba el corazón y me traía un poquito de alegría.
Volteé mi cabeza para ver la mirada de Venezio puesta en mi boca con descaro, carraspeé y acto seguido ladeé la cabeza. El pelinegro se mantuvo de brazos cruzados en la mesa, mientras continuaba teniendo su mirada fija en mí.
—Tienes helado en toda tu boca, Astraea.
—¿Huh? ¿yo?
Remojé mis labios.
—Y a quién te piensas que le hablo si no es a ti.
Rodeé mis ojos y limpié con una servilleta mis comisuras, pero se ve que no fue acto suficiente porque él estiró su mano a mi rostro y pasó su pulgar por el contorno de mis labios. Limpió su mano y luego volvió a su lugar.
—¿No quieres una papita?
—No.
—¿Has probado?
Venezio rascó su nuca tras sacudir su cabeza en negación.
—No me apetece mojar una papa frita en helado, colorada.
—Vamos, es super super rico.
Lo noté algo perdido, incluso contestaba tarde algo que había dicho antes o sus ojos lucían cristalizados sin intenciones de llanto. Aguardé silencio unos minutos, manteniéndome pensativa con la situación hasta finalmente romper el silencio:
—¿Ocurre algo?
—Estoy un poco cansado, Astra, nada más.
—¿Y por qué me has dicho de venir aquí si estabas cansado? —Fruncí el ceño —, podrías haber ido a tu casa.
Apretó sus labios en una sonrisa que parecía ocultar mucho, pero que se reprimía de soltar. Alzó sus hombros en respuesta y jugó en silencio con la copa de alcohol que tenía entre manos.
—Supongo que no tenía ganas de volver a casa.
No había demasiada gente, de hecho, solo dos parejas más y estaban adentro mientras nosotros estábamos en la terraza por pedido de él. Era un bar bastante tranquilo y alejado de la zona céntrica. Habíamos logrado escabullirnos de los paparazis y yo no podía dejar de apreciar lo bien que esa ropa le quedaba a Venezio, aunque sería un tema patético para cualquiera de sus fans puesto que no hay nada más atractivo que un hombre en traje y yo me estaba gozando de verlo en un jogging y una remera simple.
—¿Sabes? —Coloqué el sorbete en mi boca y le di un trago al jugo que había pedido, para luego continuar —. Tu padre me pidió que te cuidara y prefiero contártelo, pero por favor, ¿qué está pasando?
La actitud de él cambió de momento a otro. Su expresión corporal me demostró tensión y sé que no le había gustado de nada porque su ceño se frunció en su típica mirada de enojado.
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El arte de enamorarse [+18]
RomanceEllos tenían un objetivo en común, que el film sea un éxito. Para lograrlo ingeniarían un plan; una relación de mentira. Nada puede salir mal de eso, solo es fingir ¿no? Él es el director de una esperada película erótica y ella es su actriz, pero c...