Capítulo 8

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Venezio

—¿Te animas a saltar esta reja?

La miré frunciendo mi ceño, no tenia humor y a ser honesto, ganas de estar con ella. Sin embargo, no iba a arruinarme saliendo por separados cuando acabábamos de anunciar que éramos pareja.

Me observó como si estuviera loco, respiraba agitada y ya tenía más cabellos afuera de ese recogido. Había ido demasiado rápido buscando la salida, arrastrándola prácticamente conmigo; ella caminaba lento y no seguía mi ritmo.

Rió y al ver mi rostro, tardó unos segundos de más en contestar.

—Ah, ¿era en serio? —Observó la reja —. Tengo un vestido.

—Si, te lo vi, pero gracias por recordarme.

Ella retrocedió y sacudió su cabeza en negación.

—Astraea —Insistí —. Por favor.

—¡Me voy a romper el vestido!

Estaba molesto y frustrado, froté mi nuca e intenté suavizar los nervios. Ella me estaba irritando de sobremanera y replanteé por quinta vez en menos de dos horas si había tomado la correcta decisión.

—No me mires como si estuvieras arrepintiéndote de esto —Se señaló a ella y luego a mí.

—Justamente eso estoy pensando.

Ella curvó sus cejas y yo me aproximé a su cuerpo. Hacía demasiado frío para estar a la madrugada a afueras de un lugar calefaccionado y yo no tenía más que una simple camisa cubriendo mis brazos. Astraea tenía mi saco y aun así temblaba ligeramente.

—¿Tienes frío? ¿quieres tu saco? Puedo sostenerme la tela...

Amagó a querer sacárselo, pero negué e impedí que continúe con el movimiento.

—No, estoy bien —Mentí —. Ahora acércate a mí por favor.

Las palabras de mi padre se repetían en mi cabeza. Mientras esperaba impaciente que ella hiciera sinapsis y se acercase a mí, la observé. Era buena chica, no la conocía demasiado y no era el tipo de persona en definitiva con quién yo me relacionaba pero no ponía en tela de juicio lo otro. De todas formas, el miedo a fracasar y que lo que mi padre me haya dicho se cumpla estaba latente.

Cuando por fin tomó cercanía, me incliné a agarrar los bordes de su vestido. Ella lo tomó por sorpresa e incluso se sujetó de mis hombros para sostenerse firme.

—¿Qué haces?

—Te hago un nudo.

—Espera, eso arruinará el vestido —Se quejó.

No le di importancia. Continué anudando los extremos del vestido para que quede más corto.

—Quítate los zapatos y tíralos al otro lado de la reja. Vas a saltar, Astraea, porque no nos quedaremos aquí haciendo nada.

—No, Venezio, no.

Retrocedió y negó con su cabeza nuevamente.

—Joder, Astraea, no tengo paciencia. ¿Qué te da miedo? ¿caerte? Te sostengo yo. ¿Romperte el vestido? Te compro otro. ¿Lastimarte? No va a pasar, yo te cuido. Venga, vamos, por favor.

Ambos bajamos la mirada con rapidez al teléfono que apretaba en su mano con firmeza, había estado sonando todo el camino. Ella parecía negada a verlo, incluso pareció ponerse más tensa al ver de quién era la llamada entrante. De todas maneras, la rechazó.

—Si me haces caer...

Empezó, pero la interrumpí.

—No planeo hacerlo.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora