Capítulo 35

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Astraea

La sangre se acumula en mis oídos con el ensordecedor sonido que produce el griterío de la gente, las cámaras podrían dejarme desconcertada si no fuese porque estamos a plena luz del día y no estoy comprendiendo por qué tanto alboroto en plena calle.

Solamente quiero llegar a las oficinas de Venezio, que me pida disculpas y perdonarlo con un abrazo, o un beso, o lo que esté dispuesta a darme. Recordar su despedida me arrebata una sonrisa embobada; Que tengan una linda noche. Especialmente tú, pecosa, que espero que me estés viendo.

Apenas pude descansar, la adrenalina me tenía el estomago revuelto en un cosquilleo intenso. Quería verlo, ansiaba verlo. Lo demás no me interesaba en lo absoluto, solo él. Nosotros.

El imponente edificio del pelinegro se hace ver y me apresuro a llegar. Quería caminar un rato, pero no me di cuenta que no sería buena idea con toda la gente que por motivos que desconozco susurran cosas, me sacan fotos y me incrementan los nervios. Es normal, ¿no? Soy figura pública.

Pero un malestar se instala en mi pecho.

Mi celular vuelve a sonar, notificándome un mensaje. No lo he tocado en lo que va de la mañana, tenía muchas llamadas perdidas de mi mananger, a las cuales tampoco me aseguré en avisar que contestaría porque en breve la vería. Sin embargo, observo la pantalla y un número desconocido me roba la curiosidad.

"Astrid, soy Logan. Grace me ha pasado tu número, por favor, apenas puedas comunícate conmigo".

Guardo el teléfono en la cartera y alzo la mirada a seguridad, ellos caminan con la cabeza en adelante y me rodean tensos.

—¿Alguno sabe por qué tanto alboroto? —Me hecho a reír para aliviar la situación.

Ellos se miran entre sí, con una notoria confusión que se apresuran a cambiar por un semblante neutro.

—¿No se ha enterado, señorita?

—¿Enterarme de qué? —Me detengo en seco, pero uno de ellos me obliga a continuar el camino. Ninguno parece querer hablar —. ¿De qué?

Empujan una de las lujosas puertas, invitándome a adentrarme al edificio. El aroma a vainilla y coco que suele haber en la recepción me invade.

—No nos compete, señorita.

Dan por finalizada la conversación. Remojo mis labios ansiosa y sacudo la cabeza en un asentimiento inseguro.

Brianna al verme, corre hacia mí y envuelve mi brazo con sus manos.

—¡Al fin das señales de vida!

—Pero son las diez de la mañana...

—¿Y? con todo este escándalo estamos trabajando desde las cinco e intentando contactarte desde las seis.

Frunzo el ceño.

—¿Escándalo?

La rubia alza una ceja y se recarga sobre una de sus piernas, en la espera del ascensor.

—¿Me preguntas en serio?

En menos de un minuto ya estamos guiándonos a la oficina de Venezio. Estoy confundida y los nervios me atacan, quiero regresarme a casa y pensar bien antes de quedar tan patética, no entiendo de qué hablan y me ataco con miles de pensamientos.

—Suerte, Mérida —Me despide con un saludo militar. Deja un café en mis manos y me mira con una sonrisa amplia —. El jefe no anda de humor hoy y yo debo trabajar, perdóname.

Se retira con rapidez.

Evito plasmar la confusión en mi rostro y me concentro en la oficina que tengo frente a mis ojos. Por alguna razón tengo nervios y miedo, ¿de qué estaría molesto Venezio? Ayer se veía bien en el programa.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora