Capítulo 26

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Astraea

El día anterior había sido exhaustivo por las grabaciones, las cuales habían durado todo el día pese a la pequeña interrupción en el medio con Venezio en su habitación.

Las mejillas me ardían de solo recordarlo debajo de mí, sé que era tarde en la mañana y que debía reincorporarme porque en un par de horas volveríamos a estar en el set, sin embargo, no podía quitarme de la cabeza al pelinegro. Había pasado la noche en mi cuarto, que estaba ubicado al lado del suyo y pensar en eso me generaba cierta adrenalina en el vientre bajo. Todo lo que yo hacía o él hacía podíamos oírlo, porque compartíamos pared; Lucyan y Tom estaban en el final del pasillo, en una punta contraria a la nuestra.

La cama me resultaba realmente cómoda, quizá porque pensar en Venezio recostado en ella me generaba ese cosquilleo que me obligaba a apretar las piernas y mantenerlas cerradas. Apenas bajé la mirada distinguí mis pezones erectos por debajo de la camisa fina del pijama, mordí mi labio inferior avergonzada. ¿De qué? Estaba sola.

Sus gemidos bajos, concentrado en mí a través de esos ojos azules estaba latente en mi cabeza al igual que sus manos firmes sujetando mi cadera, moliéndome contra ella para sentir su erección en mi zona. Deslicé mi mano de mi cuello hasta uno de mis pechos, magreandolo mientras recordaba como él mordía uno de mis pezones mientras jugaba con sus dedos con el otro, continué el camino hasta mi vientre y me colé por debajo del short y de las bragas, deslizando por el monte de venus hasta llegar a mis labios. La humedad había penetrado lo suficiente la tela y me sorprendí incluso de lo rápido que había sido mojarme solo con pensarlo a él.

Tenía pocos minutos, pero los suficientes. Contuve el aire en mis pulmones, consciente de que podían escucharme y el corazón me latía con una rapidez significante a medida que me dedicaba a estimular directamente mi clítoris. No fui suave en lo absoluto, porque quería hacerlo con la misma rudeza y fogosidad que él, por lo tanto, debía mantener un ritmo rápido y constante. Primero metí un dedo, continúe con otro y penetré con rapidez mientras me hundía en mis pensamientos.

Mantuve los ojos cerrados, permitiéndome recordar bien mis encuentros con Venezio. Quisiera remplazar mis dedos por su miembro, porque ellos no se sentían ni una cuarta parte de su grosor y longitud, no me sentía llena y satisfecha.

—Venezio..

Intenté mantener la respiración, no sé que tanta fuerza estaba empleando en morder mi labio para callarme, pero sé que demasiada y aunque me doliera nada podía interesar con el creciente placer que me envolvía. El calor se hacía cada vez mas intenso mientras alternaba los movimientos, quitando los dedos para estimular mi clítoris y luego introduciéndolos nuevamente con rapidez. No estaba cuidando el ruido mojado que hacía cada movimiento, sé que no, pero no podía frenarlo. Mis muslos internos estaban empapados, la humedad se deslizaba de mi acorde los movimientos lo permitían y me removí en la cama con los ligeros espasmos que advertían la proximidad de mi orgasmo. Estaba tan cerca que ya no importaba mi alrededor, solo calmar el fuego dentro de mí. El cosquilleo fue aumentando, casi rozando la cúspide hasta que se frenó de golpe porque la puerta de mi habitación se abrió de par en par y tuve que quitar mi mano con una velocidad que desconocía.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora