Capítulo 32

462 51 53
                                    

Astraea

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Astraea

El cuello me duele por la posición que he adoptado durante la noche al dormir, de alguna manera la calidez de Venezio es envolvente y caer en la profundidad del sueño se sentía una tarea sencilla si él estaba conmigo. Estaba confundida y la duda del "nosotros" me tenía intranquila, por lo que evitaba a toda costa hacer hincapié en cada palabra, frase o toque dulce que tuviera en mí; tenía la manía de asociar todo a lo negativo, por ende, que él estuviera haciendo eso solo disparaba un justificativo en mi cabeza y es que era parte del show, de nuestra mentira para la prensa. Luego, no habría nada.

Y para ese "nada", quedan tan solo unas semanas.

No lo encuentro a mi lado, tampoco escucho algo que me haga saber que se encuentra aquí y la duda se instala en mi pecho.

Desbloqueo mi celular para observar las notificaciones como tarea rápida antes de levantarme de la cama, sé lo que me espera y por eso cuando el nombre de mi madre se extiende por la pantalla, lo único que deseo hacer es envolverme en más sábanas y dormir unas horas más.

"¿Cuánto demorarás en depositarme el dinero? Te has pasado de la fecha pactada por el abogado."

Dejo escapar un suspiro largo, la situación con ella me angustia y no quiero seguir sintiéndome una idiota porque extraño a mis padres, sobre todo a mi madre, cuando nunca han sido buenos conmigo. Supongo que es la falta de cariño y confórmame con poco. Para evitar estar a solas con mis pensamientos, me apresuro en salir de la cama para arreglarme un poco y poder buscar a dónde se ha ido Venezio.

Idiota. Me hubiera mandando un mensaje... ¿se habrá ido? ¿habré sido muy intensa? ¿se habrá dado cuenta que yo no estoy "actuando"?

La casa de verano de Venezio es enorme, muy enorme. Paso los dedos por la baranda del entrepiso que me lleva a las escaleras, intento asomarme para ver si él se encuentra por ahí pero no oigo nada, por lo que comienzo a bajar los escalones.

—¿Vene?

Mi llamado queda perdido en el aire porque nadie me contesta. Ni siquiera oigo a Tom, y eso que él también se estaría hospedando aquí en lo que estemos en Florencia. Al igual que Lucyan, pero desde lo ocurrido solo sé que el rubio se marchó.

Acomodo mi cabello por detrás de los hombros y continuo en su búsqueda, solo para detenerme frente a la puerta ventana que daba hacia el jardín al reconocer su figura. Lo reconocería en cualquier lado, incluso su propia sombra.

Luce tranquilo, cosa que me mantiene en alerta luego de lo ocurrido. No puedo dejar de pensar en lo débil que se veía, en lo asustado, rendido y cansado. Ni siquiera sé su historia completa, me oculta partes que promete contarme, pero aún no y estoy cansada de ser dejada de lado en cosas tan serias como esas. Pero entiendo, supongo.

Temo que Zaira vuelva, que lo endulce con algunas palabras y él vuelva a caer rendido en sus brazos. Yo lo vi, yo he visto lo furioso que estaba cuando Lucyan estaba debajo de ella y Dios sabe lo insegura y asustada que me sentí de percibir su mirada celosa. Se negó a explicarme su reacción, lo evita.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora