Venezio
—¿Puedes dejar de tomar tantas pastillas? ¿qué haces? —Astraea estira su brazo e intenta arrebatarme el frasco, a lo que reacciono alejándome rápido.
Las trago de golpe. Aún sigo sintiendo el corazón retumbándome en los oídos, el escalofrío no se me quita y tampoco el temblor de las manos. La ansiedad incrementa conforme los minutos pasan y ya he pensado cincuenta escenarios futuros distintos y en todos, todo sale mal.
Me ahogo la ira que siento conmigo mismo y con la situación, me ahogo culparla de no avisarme que no seguía tomándolas, me ahogo el miedo porque no quiero asustarla peor.
—¿Qué estás esperando? Cámbiate, tenemos que comprar la pastilla de emergencia.
—¿Ya? ¿ahora? —Tartamudea nerviosa y retrocede.
—Sí, cuanto más tiempo perdemos, también perdemos eficacia —Abro el grifo del lavabo y dejo que el agua fría me golpee las muñecas. Noto su miedo, es algo nuevo para ella y por eso me apresuro a agregar: —, tranquila. No tendrá efectos negativos, no te pasará nada ¿sí? Pero mejor prevenir.
Cierro los ojos por un momento, recapitulando todo lo que pasó en las ultimas horas. La culpa no deja de pesarme sobre los hombros,
«¿Es porque no valgo nada? ¿Porque no soy tan linda como Zaira? Hice esto por ti, Dios, porque quería que vieras que salí de mi zona de confort y exploré otras cosas en la sexualidad. Por y para ti, para que no me dejes.» las palabras de Astraea resuenan como ecos que no puedo controlar. Es como si el cerebro me martillase, recordándome lo hijo de puta que soy al lastimar lo único que quiero, lo único que deseo.
Pero yo no sé querer, porque no me lo merezco, y por eso... por eso alejo.
—Basta.
Frunzo el ceño y giro la cabeza a su dirección con confusión. Está parada contra el marco de la puerta del baño, con su cabello rojo despeinado, su cuerpo tembloroso y cubierto con una fina bata y de brazos cruzados con una falsa autoridad que, por más que quiera imponer, no puede porque está más que asustada y nerviosa.
—¿Qué?
—Basta de pensar —Susurra —, frena tu cabeza un momento.
Aprieto los dientes y paso saliva. No tengo cómo negarme y por eso me limito a asentir, aunque eso no frenará el martirio de mi cabeza ni un segundo; especialmente cuando se trata de ella y del daño que estoy cometiendo por cobarde y a su vez, por ambicioso.
—Vístete, Astraea.
—Es madrugada, quizá podríamos pedirle mañana a Amanda o Maverick que compren ellos la pastilla y evitar...
—No —Interrumpo—. No puedo dejar de pensarlo, no puedo. Necesito que vayamos a comprarla, calmarme un poco.
No rechista y agradezco en silencio. No tarda en vestirse rápido, cuando menos me lo espero, estoy manejando en dirección a la farmacia más cercana.
—Logan no estaba —Susurra casi con un hilo de voz, rompiendo el silencio —, se había ido.
—Lo lamento, Astra —Paso saliva, desearía que no se acercase a ella nunca más, pero a su vez, desearía que estuviera él cuidándola como corresponde —. Quizá puedas mandarle un mensaje luego.
—No —Guarda silencio un momento y luego continúa: —. Sí sabes que no es a él quién quiero, ¿no? Que no es a él quien amo...
Las palabras no me salen, en respuesta, me abstengo de hablar y guardo silencio. Ni siquiera puedo mirarla a los ojos, el simple hecho de pensarlo hace arder los míos con lágrimas que me niego rotundamente a soltar.
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El arte de enamorarse [+18]
RomanceEllos tenían un objetivo en común, que el film sea un éxito. Para lograrlo ingeniarían un plan; una relación de mentira. Nada puede salir mal de eso, solo es fingir ¿no? Él es el director de una esperada película erótica y ella es su actriz, pero c...