Astraea
Estuvimos grabando algunas escenas, yo participé en la mayoría. Estaba exhausta y de alguna forma mantenía una sensación extraña en mi estómago. Nunca había sido vista desnuda por tantas personas. Sé que estaba actuando, sé que era ficción, pero nunca había participado de algo así.
Venezio me hizo regrabar muchas de las escenas, fueron varias tomas. Era exigente, serio y duro. No tenía problema en frenar la grabación y ser honesto en qué estaba haciendo mal. Estoy segura que aún tenía marcada la mano de Tom en uno de mis senos de tantas veces que tuvimos que hacer una de las escenas.
El sol ya había caído en New York, hacía más frío y comenzaba a arrepentirme de solo haber llevado uno solo suéter.
—Nos vemos, Astra.
Tom me despidió con amabilidad, era muy simpático y tímido; no sé qué vergüenza ha de tener ya, si me tocó hasta mi propia alma. Lucyan era más coqueto, lo había visto poco hoy a ser verdad.
Crucé mis brazos en la espera de Venezio, había insistido que me vaya con él. Aunque en vez de ser una pregunta, más bien me había avisado que tenía que esperarlo para partir juntos. Los asistentes ya se estaban retirando, Venezio estaba hablando con David hacía unos cuantos minutos.
Lo observé. Estaba desabrigado, en una camisa blanca arremangada hasta la mitad de sus brazos y unos pantalones de vestir. Él siempre estaba formal, nunca lo vi con un jean o una remera simple. Su cabello ligeramente largo en ciertos lugares, estaba peinado más de lado o esa forma le daba cada que pasaba sus dedos largos por sus propias hebras.
—Vamos —Me habló.
Pasó por su cuerpo un saco largo. David pasó por mi lado, no me saludó, solo se retiró.
—¿Lo regañaste?
—No es un crío, no "regaño" —Caminó por el estudio y apagó las luces necesarias —. Llamé su atención.
Alcé una ceja y crucé mis brazos.
—Suena a regañar.
Detuvo su paso para mirarme fijamente, sacudió su cabeza en negación siendo impaciente como siempre y sin emitir una palabra más, caminó a mi lado.
Los dos salimos en silencio hacia la cochera. El aire frío nos hizo frenar unos instantes, ambos intentando acostumbrarnos al viento helado. Tirité, estaba friolenta.
—Quiero manejar yo, no tú —Observé su vehículo.
—Es mí auto, por ende, lo manejo yo.
—Yo manejo el auto de mis amigas.
—No te pregunté —Desactivó la alarma
Me ocasionaba gracia su mal humor, especialmente porque se veía chistoso temblando de frío e intentando hacerse el malo. Y aún más que por el frío, le saliera humo de la boca al hablar.
Subí a mi asiento de copiloto a regañadientes, algún día lo manejaría. Venezio, por su parte, subió a su lugar y prendió el auto. No tardé en prender la calefacción, acción que no le agradó demasiado.
—No seas tan malhumorado, comparte tu auto.
—Ya iba a prenderla yo.
—Ajá —Alcé mis hombros y prendí la radio.
No dijo nada, emprendió camino. Lo observé recargada contra mi ventanilla, sin ser consciente de lo terriblemente acosadora e invasiva que estaba siendo. No porque quisiera verlo, o me pareciera lindo y agradable a la vista; sino porque era extraño. Venezio era extraño y la situación era extraña.
ESTÁS LEYENDO
El arte de enamorarse [+18]
RomanceEllos tenían un objetivo en común, que el film sea un éxito. Para lograrlo ingeniarían un plan; una relación de mentira. Nada puede salir mal de eso, solo es fingir ¿no? Él es el director de una esperada película erótica y ella es su actriz, pero c...