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—Prométeme que te cuidarás —susurró solo para los dos. Mientras en la parte trasera de la van Sean terminaba de meter el bombo de su batería.

Ya tenían todo arreglado, incluso Faith y Dakota habían sacado un permiso especial en la universidad con el precio de presentar un ensayo al final del mes. Marlo había recortado sus estudios así que ya era una persona graduada en ciencias de la comunicación y a Sean, como estudiaba ingeniería en audio, le servía como parte de sus horas de servicio.

—Justin, me iré solo por un mes, estaré bien —se rio suavemente ante su preocupación. Colocó una de sus manos en la mejilla derecha del chico y él inclinó su cabeza cariñosamente en dirección a su tacto.

—¡Vuelen sesos! —gritó Wayne alzando sus brazos con euforia pura.

La banda le sacudió el cabello casi al mismo tiempo a modo de despedida, haciendo que Wayne tambaleara un poco.

—Mucha suerte, superestrellas —deseo Adam, el padre de Faith, quien estaba justo a un lado de las familias de Dakota y Marlo. Sean no era la persona con mejor relación con su familia, de hecho, hacía años que había salido de su casa y no mantenía contacto con ellos, más que solo un poco con su padre. Era una larga historia de la cual el único sano, al parecer, era Sean.

—No bebidas que les ofrezcan extraños, no drogas, no salir a exponerse a altas horas de la noche —empezó a enumerar la madre de Dakota con un ceño preocupado mientras los señalaba a todos.

—¡Oh, vamos Morgan! —la codeó Marcus, el padre de Marlo, un señor bastante coqueto. — Quitas lo divertido, no me hagas recordarte cuando teníamos treinta y nos fuimos de vacaciones de verano, cuando nos encontramos a aquellos gemelos fran...

—Bien, bien —interrumpió con prisa— fue suficiente Marcus —lo fulminó con la mirada, pero una creciente sonrisa se le escapó de sus labios.

—¡No, mamá, deja terminar al señor Figgens! —protestó uno de los cuatro hermanos de Dakota. Si, cuatro, y todos hombres; dos gemelos de diecisiete años, uno de veinticinco y otro de la edad de Wayne.

La madre de Dakota golpeó levemente el hombro de Oliver, el hermano mayor, haciendo a los hermanos reír, inclusive Wayne y Adam compartieron unas risas; Justin solo miraba de soslayo a Faith, perdido en sus propios pensamientos.

Las últimas semanas, después de aquella pelea en la que terminó en un consuelo, no habían tenido los mejores días. Justin culpaba a la constante neblina de emoción que cegaba a Faith, pensaba que no le permitía ver que Justin la pasaba realmente mal y por eso constantemente se sentía desplazado.

Faith creía que estaban bien, pues ella lo consolaba a su manera; trataba de distraerlo y hacerlo sentir querido a pesar de toda la locura que había sido los ensayos en esas semanas. Pero al parecer no era suficiente, Justin, por primera vez, se sentía totalmente hundido; inclusive había perdido contacto con sus amigos en el Hockey, odiaba cualquier cosa relacionada al tema.

La verdad era que: Justin estaba atravesando un momento muy difícil lleno de decepción, frustración, enojo y depresión, pero Faith no tenía la obligación de mejorarle la vida. Él necesitaba solucionar aquel problema solo, antes de que interfiera en sus amistades y su relación.

Esto estaba dejando de funcionar, y ni siquiera era algo malo con su relación, era solo que quizás Justin no sabía cómo lidiar con lo que pasaba y Faith no lograba entenderlo del todo; o mejor dicho, no lograba contenerlo del todo.

—Aún así, Morgan tiene razón, chicos, por favor cuídense los traseros los unos a los otros —repitió Adam entre risas mientras tomaba los hombros de Wayne para ponerlo cerca de él.

Taboo |jb.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora