Capítulo 12

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Ace y Luffy no se han hablado desde hace días. Ace se distanció del alfa ante sus pensamientos intrusivos, dejando con un mal sabor de boca al alfa, el cual hacía intento de dialogar con él, siendo ignorado con éxito.

Y, aunque quería hablar con Luffy, y disculparse por ignorarlo, no podía. Algo le impedía hablar con el alfa, algo le impedía mirarlo sin sentirse molesto.

Por eso, se alejo, se distanció hasta que supieran de Sabo, hasta que supieran como traer a Sabo de vuelta.

Camino por el sendero, notando como estaba tan solitario que se sintió anormal. Con Luffy, todo era bullicioso, lleno de vida y alegría. Se sentía estúpido al tratar de alejarse.

Siguió caminando, hasta el imperceptible olor de Luffy llegó a sus sentidos. Olisqueo el aire con determinación, siguiendo el olor, anhelante.

Cuando se dio cuenta de lo que hacía, ya había llegado hacia el lugar donde descansaba el alfa. Al verlo, sus dedos hormiguearon.

Su rostro era serio, entrenando su fruta del diablo, y sus ojos parecían carecer de brillo, cosa que asusto a Ace.

¿Por qué se veía de esta manera? ¡Él era tan brillante!

Su omega aúllo lastimosamente, queriendo acercarse al otro, hacerlo sentir feliz, y se enojo ante eso, porque no iba a seguir su maldito instinto omega de mierda.

Se dio la vuelta, sin notar la mirada frustrada de Luffy, sin notar como parecía ahogarse en su propio mundo.





—!—






No lo esperaban.

No esperaban la maldita noticia y nunca lo harían.

—¡¿De qué carajos estás hablando, Dogra?!—Exclamo Ace con un grito feroz.

Luffy detrás de él se tambaleó, y su rostro se distorsiono en dolor.

—¡No estoy mintiendo, Ace! ¡Yo lo vi, yo vi como Sabo salió al mar siendo después disparado por un celestial!—Exclamo el beta.

¿Qué tonterías decía? ¿Cómo podía decir que Sabo estaba muerto? ¿Cómo podía decir, que su hermano, estaba muerto?

¡Sabo no estaba muerto y Luffy se negaba a aceptarlo!

Se negó aceptarlo, aún así cuando cayó a un rincón, con las lágrimas adornando sus ojos onix.

Aún así cuando sus brazos cayeron en su rostro, aún así cuando los sollozos salían de él, siendo incontrolables.

Y por una vez en su vida, no se preocupo por Ace, no se preocupo por su rabia, no se preocupo por su dolor, porque se estaba hundiendo en el suyo propio.

Su lobo gritaba del llanto, arañando su interior, con ganas de salir y buscar al omega rubio, verlo bien.

Pero sabía que no sería así, no cuando Dogra no mentía sobre estas cosas.

—¡Sabo no era feliz!—Exclamo. Sus  rodillas fueron a su pecho, y enterró su cabeza en ellas, dejando salir todo lo que había retenido.

Su olor se agrio de manera sobrenatural, siendo incapaz de retenerlo.

—¡Cállate, maldita sea!—Escucho la rabia en la voz de Ace dirigida hacia él, pero no podía importarle menos.

No le dio importancia, no ahora. No le dio importancia cuando el omega azabache quería ir tras de esos malditos nobles.

No le dio importancia cuando fue amarrado contra el árbol, no le dio importancia, porque él se ahogaba en su propio dolor, sin saber del mundo que lo rodeaba.

-ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴠᴇ ᴀʟᴘʜᴀ-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora