⚜️Capítulo 22⚜️

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Tocan la puerta

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Tocan la puerta.

—Pasa.

—Muy bien Cedric ¿Qué quieres conmigo?

Estoy sentado en mi despacho arreglando unos papeles que tenía pendientes antes de haber tenido que partir al Norte. Pero los dejo una vez más sin terminar y cierro el libro delante de mi. Miro a mi querida prima parada en frente del escritorio con una mirada impaciente. Tomo aire y le pido con un gesto de la mano para que se siente delante de mí. Ella toma asiento y pone las manos sobre su pecho mientras muerde sus cachetes indicándome que no le agrada estar aquí conmigo.

—¿Dónde está mi tío?

—Salió a atender unos asuntos en una de nuestras fronteras marítimas, volverá en unas semanas.

— Así que tú estás a cargo¿No?

Asiento con mi cabeza. Ella chasquea su lengua.

—Cómo siempre.

Humedezco mis labios y entrelazo mis manos sobre el buró.

—¿Tienes alguna idea de por qué te cité aquí Lucila?

Ella se encoge de hombros.

—Ni idea primo.

Suspiro y busco un papel sobre mi escritorio lleno de documentos que no he tenido tiempo de revisar. Encuentro lo que estoy buscando y se lo muestro. Ella lo lee y alza sus ojos.

—Ese es el reporte de tu incidente de Niesh Lucila. Nos hiciste quedar muy mal ante la familia del Duque Swair.

—¿Ese idiota?¡Intentó besarme Cedric!¿Puedes creerlo?

Me quedo un instante mirándola fijamente. Tratando de calmarme para no alzar mi voz.

—Te estaba cortejando Lucila. Era normal que intentara besarte. Tampoco tenías que azotar a su caballo y causarle un accidente, accidente que lo provocó una fractura craneal.

Ella se ríe.

—Por Milak Cedric. Eres mi primo. Deberías estar orgulloso de mí. De que no permití que un mal nacido se propasara conmigo.

Muevo un poco mi cabeza.

—Sabes que nadie se atrevería a perjudicarte. Era Lucila Winterboot, tu apellido te respalda.

—Bueno primo. Ni modo, lo hecho, hecho está. Si lo que buscas  es un lo siento, de acuerdo. Estoy realmente apenada.

Lucila se levanta para salir de la habitación. Ella es lista. Sabe que no he terminado, de hecho, ni he empezado a hablar.

—Lucila.

La vuelvo a llamar. Ella se voltea lentamente y yo solo tengo que mirarla. Ella suspira y se sienta una vez más.

—Esto no es un juego. Ya va siendo hora de que te cases. Tu edad matrimonial está pasando.

Ella se queda en silencio un instante, con la mirada baja.

Esposa virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora