Mi nombre es Zetaree. Soy la princesa Imperial de Nirvania de Norte. Y me acabo de casar.
Me he casado con La Muerte. El hombre más temido y despiadado de este continente. Este matrimonio se suponía que sería mi ruina. Pero no estoy dispuesta a acep...
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Camino en dirección a la habitación de mi querida prima.
Veinte vestidos.
¿Veinte?
Ella trama algo. No voy a permitir que vuelva a arruinar otra propuesta matrimonial. Menos con los Wenchsters. Necesito esas tierras. Son las que limitan con el Bosque Primero. Dónde está la mayor reserva natural de este continente y lo quiero para el Sur.
Llego a su habitación y abro la puerta de golpe.
—¡Lucila!¿Me puedes explicar que significa esto?
¿Qué significa esto?
Ella está de espaldas a mi. Lo primero que veo son sus interminables piernas, su espalda descubierta dejando ver una marca de nacimiento en forma de luna creciente completamente desconocido para mi hasta ahora. Tiene uno de sus pies apoyando en el pedestal del probador. Está agachada quitándose una de sus medias de encaje, no puedo ver su hermoso rostro porque el rubio y sedoso cabello que siempre estaba perfumando con jasmines le cae como cascada hasta el suelo. Cuando sintió la puerta abrirse alzó la cabeza haciendo que su cabello vaya hacia atrás y unos pocos mechones se enreden en sus carnosos labios entreabiertos.
Es raro pero vi lentamente cada movimiento que ella hizo. Cómo si todo su ser se hubiese movido tan lento ante mis ojos que pude apreciar cada pequeño gesto que hacía.
Me mira con el ceño fruncido. Luego cae en cuanta del estado en el que está.
En ropa interior.
Rápido corre y se pone tras la tela del probador.
—¡Imbécil!¿Qué no tocas la puerta o que?— Me grita enfurecida.
— Lo... lo siento yo...
¿Por qué carajos me estoy disculpando? Ella está en la habitación de mi prima.
—¡Pensé que estaba Lucila!¿Qué haces aquí?
Sale del vestidor envuelta en un camisón de seda negro con plumas en sus mangas. Se para frente a mi amarrando el lazo en su diminuta cintura. Me lanza esa mirada que solo ella tiene.
Con arrogancia y sensualidad. Con ese brillo que nunca sabes lo que significa. Nunca sabes que va a salir de su boca. Pero de algo si puedes estar seguro. Cada frase que dice...
Es para romper tu ego y ponerlo por el suelo.
— No sabía que era prisionera en este Palacio.
— Y no lo eres.
— Entonces puedo estar en la habitación que quiera. Lucila me invitó a venir.— Se acerca a la mesa de mi prima con vino y otras bebidas. Toma una copa de vino y le da un sorbo.— Me dijo que la modista real venía para hacerle unos vestidos y que podía pedir unos para mí.— Voltea a verme con una ceja alzada.—¿Hice mal?