Mi nombre es Zetaree. Soy la princesa Imperial de Nirvania de Norte. Y me acabo de casar.
Me he casado con La Muerte. El hombre más temido y despiadado de este continente. Este matrimonio se suponía que sería mi ruina. Pero no estoy dispuesta a acep...
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Miro mi reflejo en el espejo de la habitación sonriendo.
Hoy se cumplen quince días que llevo dentro de estas cuatro paredes. Y hoy voy a salir. Tuve que implorarle a Lucila y a Fiorella que me dejaran. Mi hermana que ahora termina de peinar mi cabello no está muy convencida. No me mira ni me habla y se que está molesta. Suspiro y hablo.
—¿No piensas hablarme?—Mi hermana hace como que no me escucha y sigue peinando mi cabello. Suspiro y tomo su mano con el cepillo. Ella se detiene pero no mira mis ojos mediante el espejo— Agatha— La llamo, pero no me presta atención. Así que me volteo para quedar frente a su precioso pero afligido rostro, niego con mi cabeza — No puedo estar toda la vida encerrada y lo sabes.
Agatha tira el cepillo y me abraza con todas sus fuerzas.
Mierda...
Ya escucho otra vez sus sollozos. Desde que desperté no ha hecho otra cosa que estar conmigo en todo momento y de vez en vez se pone así de sentimental.
Fiorella, Lucila y ella no han dejado de venir ni un día a verme. Se quedan conmigo hasta largas horas de la noche y se retiran cuando ya las vence el sueño.
Él no ha vuelto...
Aunque sé por Lucila que siempre pregunta por mí. Y un día me envío unas flores preciosas. Eran anónimas. Pero en mi corazón se que fueron de él.
Aunque puede que me equivoque. Porque en mi corazón también sentía que él volvería a este lugar por mi. A verme.
Pero estaba equivocada.
No volvió...
Tal vez era demasiado para él.
Los recuerdos. Tal vez no los soporta.
No lo sé.
Ni tampoco sé cómo averiguarlo. Porque Lucila no sabe. Es un secreto de estado como murió su mamá. Y él... se que él tampoco me lo dirá.
— Lo siento Ze— Escucho llorar a mi hermana abrazada a mi— Se que no puedes ser una prisionera, se que no es correcto y no tengo derecho. Pero...— Llora y respira por la nariz — Mierda hermana, eres lo único que tengo. No tengo nada Zetaree. Lo hemos perdido todo. Tú eres la única razón por la sigo aquí Ze.
Mi corazón se rompe y abrazo con todas mis fuerza a mi hermanita. Espero a que se calme un poco y la separo de mi cuerpo. Busco sus ojos y limpio sus lágrimas.
— No me va a pasar nada hermana. No te preocupes. Y si por cosas del destino... ya no estoy más a tu lado— Agatha vuelve a llorar por mis palabras. Suspiro— Seguirás adelante, con la frente en alto como la de Esparta Duarte que eres.
Le digo limpiando sus lágrimas y ella me vuelve a abrazar.
Las chicas llegan llenando de energía positiva el lugar. Me ven a Agatha y a mi en esas condiciones pero tratan de cambiar de tema.