Camino de un lugar a otro dentro de mi habitación sin saber que hacer. No pude dormir. Ni tan siquiera he podido desayunar.
Voy a morir.
No puedo sacar ese pensamiento de mi mente.
Lo sé.
Ayer cometí el peor error de mi vida.
Ayer usé mi maldición en contra de una persona.
No.
Peor.
Ayer la usé en contra de la última persona que podía tener conocimiento del secreto mejor guardado de la familia real.
Secreto que ni tan siquiera se encuentra en los registros reales resguardados en el santuario sagrado. Dónde vienen nuestros sacerdotes y veneran a nuestro Dios. El único Dios que conocemos y es capaz de crear vida o destruirla. Nuestro Dios el cual se que creamos para no sentirnos tan poca cosa frente a las criaturas que nosotros mismos destruimos hace siglos atrás y si eran los dueños del mundo mientras que nosotros éramos solo sus simples esclavos.
No puedo evitar sentirme mal ante la idea de que mi padre no vino a verme.
Eso es una mala señal.
Ni tan siquiera mis hermanas.
Eso es peor. Significa que les han prohibido acercase a mi recámara. Las conozco y se que de otra forma ya estarían aquí conmigo.
Tocan mi puerta.
— Adelante.
Invito a pasar a quien quiera que esté afuera. Pero en el fondo de mi corazón deseo que sean mis hermanas.
Mi alma cae a mis pies. Es una dama de compañía. Hace una reverencia y me indica que vino a ayudarme para vestirme.
Suspiro.
Típico de la realeza. El universo está en tu contra. Puede ser que ardas en las llamas en la noche. Pero debes estar impecable.
Pulcra como una magnolia en plena primavera.
Le sonrío un poco y la invito a pasar. Me trae agua limpia y me aseo. Luego escoge uno de mis vestidos azules y me ayuda con el corsé y a trenzar mi largo cabello. Mientras termina los últimos detalles de mi cabello yo solo puedo mirar el maquillaje y cosas esparcidas sobre mi tocador con mi mente en blanco. Siento que tocan mi mano. Miro hacia abajo y veo que mi dama me ha entregado algo. La miro mediante el espejo pero ella disimula. Así que me aclaro la garganta para indicarle que me deje sola.
Deja el cepillo sobre el tocador y hace una reverencia antes de salir de mi habitación.
Cuando cierra la puerta abro mi mano.
Es una nota.
" Ze, Chiara ha desaparecido "
Me levanto del tocador y abro mi puerta de golpe. Los dos guardias que mi padre indicó para que me vigilaran tratan de detenerme. Sin pensarlo dos veces tomo mi vestido y corro con todas mis fuerzas. Van tras de mi. Me quito mis tacones para correr mejor.
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Esposa virgen
RomanceMi nombre es Zetaree. Soy la princesa Imperial de Nirvania de Norte. Y me acabo de casar. Me he casado con La Muerte. El hombre más temido y despiadado de este continente. Este matrimonio se suponía que sería mi ruina. Pero no estoy dispuesta a acep...