⚜️Capítulo 65⚜️

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La Emperatriz Hilda fue una de las mujeres más bellas de estas tierras

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La Emperatriz Hilda fue una de las mujeres más bellas de estas tierras. Su gracia, inteligencia y elegancia no se podían comparar con nada ni con nadie. Muchos murmuraban sobre ella. Nadie sabía de dónde provenía ni a dónde iría. Solo sabían una cosa.

El Emperador la amaba con todo su ser. Vivía, respiraba y se movía por ella. Era su todo, su obsesión, su felicidad, su tristeza.

Su alborada y crepúsculo.

Pero nadie sabía los sentimientos de Hilda. Era muy reservada y discreta. A penas y tenía amigas en el ostentoso Palacio del Sur. Solo tenía una compañía, una confidente.

— Milas— Dice La Emperatriz entre sus almohadones de oro y seda. La muchacha viene a su encuentro dejando la canasta de manzanas rojas y apetitosas en el suelo y se acerca al pedestal en medio de la piscina de mármol y joyas.

— My lady ¿Pasa algo?

Hilda se mueve tocando su enorme panza de embarazo con gesto de dolor.

— Me duele Milas, me duele amiga el bebé ya viene.

— Pero... Alteza, es muy pronto...

— ¡Haz lo que te digo mujer!

Milas baja la mirada apenada. Hilda suspira y se deja caer hacia atrás aquejada por el dolor.

— Perdóname amiga. Por favor, busca a la partera real. Es en serio Milas no puedo más con este dolor.

La joven sale de los aposentos y cierra la puerta tras de sí. Sonríe mirando la puerta de madera frente a ella. Mira hacia arriba y junta sus manos.

— Al fin mi Diosa. Al fin tu primer descendiente llega a este mundo Niffâ. Tu venganza está a punto de comenzar.

Milas corre por los pasillos del palacio buscando a la partera y cuando la encuentra le pide a gritos que vaya a atender a la Emperatriz. Unos veinte sirvientes se dirigen a los aposentos reales y otros buscan al gran Cir Winterboot para anunciarle la llegada de su primer heredero.

Milas toma unas toallas limpias y abre la puerta de la habitación. Ya ha caído la noche y hay tempestad afuera. Se escuchan a lo lejos rayos mientras el agua no cesa. La noche es oscura sin luna ni estrellas.

—¡¡Haaaa....!! — Hilda grita de dolor, agarrando las sábanas con todas sus fuerzas, sudada y sin respiración.

Milas se acerca a ella y le seca el sudor de su frente con una toalla limpia, Hilda le arrebata la mano y la sostiene con fuerza pujando una vez más.

Esposa virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora