⚜️Capítulo 12⚜️

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Corro

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Corro

Corro

Corro.

Corro con todas mis fuerzas por los pasillos del palacio hasta llegar a la entrada del jardín interior. Jadeo por mi cansancio físico, pongo las manos en mis rodillas y respiro para recuperar fuerzas.

—¡Zetaree!

Una vez más escucho su estridente voz llamarme por todo el palacio. Se escuchan puertas abrirse y cerrarse, pasos de guardias por todos lados.

—¡No podrás esconderte por mucho tiempo!¡Sal de una vez Zetaree!

Ha enviado a un gran número de sus hombres a revisar todo, habitación por habitación. El jardín interior, el jardín principal, la biblioteca. Creo que incluso los establos y bodegas del Palacio. A este paso seré descubierta. Cuando escucho que alguien se acerca me escondo en un estrecho pasillo entre la muralla de piedra y hiedra que divide al jardín interior y las paredes del Palacio. Mi pecho sube y baja con rapidez, mis manos tiemblan y no siento mis piernas. Tengo mi mente pensando a mil por minuto. No se que voy a hacer. Debo llegar a mi invernadero y escapar por el agujero hacia el bosque. Pero sus guardias están en todos lados.

— Nada.

Escucho a uno de sus hombres decir. Después un gruñido.

¡Crash!

Me sobresalto al ver una estatua caer y romperse en el camino de ladrillos a mi lado.

—¡Encuéntrenla!¡No me importa si tienen que buscar en cada rincón de este lugar, bajo cada piedra!¡La quiero ahora mismo!

Vuelvo a escuchar su voz. Se escapa de mis labios un sollozo. Él es aterrador. Es como una fiera salvaje. No le importa nada ni nadie. Solo su voluntad.

—¡Zetaree!

Escucho que algo se rompe con fuerza contra el suelo. Sin darme cuanta empecé a llorar. Muerdo mis labios para evitar que mi llanto se escuche. Cierro los ojos y trato de calmarme. Cuento hasta diez y me decido a acercarme a la salida del estrecho pasillo. Veo a sus guardias entrar al laberinto.

Mierda. Incluso ahí está buscándome.

Miro a lo lejos hacia la entrada de mi invernadero. Veo salir a dos guardias.

Ya han buscado ahí. Ya es seguro. Tal vez si corro hacia los rosales y me escondo pueda llegar sin ser descubierta.

— ¡Ahí estás!

Miro hacia arriba, al balcón del segundo piso. Sus ojos y los míos chocan. Él está furioso, sus ojos están rojos y veo una vena de su cuello marcarse. Entrecierra sus ojos y sonríe con la boca cerrada.

Su sonrisa me aterra.

¡Si no hago algo me va a atrapar!

Salgo del pasillo y corro con todas mis fuerzas.

Esposa virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora