Mi nombre es Zetaree. Soy la princesa Imperial de Nirvania de Norte. Y me acabo de casar.
Me he casado con La Muerte. El hombre más temido y despiadado de este continente. Este matrimonio se suponía que sería mi ruina. Pero no estoy dispuesta a acep...
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Mi padre le pidió a los guardias que nos escoltara de vuelta a palacio. Para mi sorpresa cuando no respondimos su pregunta no insistió. Solo se frotó la sien y se retiró.
Estoy caminando junto a mi hermana por los pasillos. Pero para mi sorpresa no vamos en dirección a mis aposentos, o a los de Agatha. Nos guían hacia el estudio de Padre.
Mierda.
De seguro ahora empieza nuestro interrogatorio. No puedo hablar con mi hermana frente a los guardias.
Llegamos y abren la puerta.
Carajo...
Padre ya está dentro del estudio frente a la enorme ventana de cristal con vista al bosque.
Dicen que ahí vivían las ninfas hace siglos atrás.
Pero bueno... eso no viene ahora al caso.
Ahora lo que importa es que quiere Padre con nosotras. Se voltea y nos mira a mi y a mi hermana. Se aclara la garganta.
Agatha y yo hacemos una reverencia y nos paramos rectas una vez más.
— Niñas ¿Dónde está su hermana?Mandé a llamar a las tres. Pero las damas de Chiara no me dieron respuesta sobre el paradero de su hermana mayor.
Me quedo en silencio mirando el suelo. No se que decir. Aún no se lo debemos decir. Si esto es sólo una travesura de Chiara, será castigada por el resto de sus días.
Siento las pisadas de Padre frente a mí. Mi cuerpo empieza a temblar por los nervios.
— Zetaree¿Dónde está tu hermana? Necesito hablar con las tres algo muy importante.
Trago en seco y respiro varias veces mirando el suelo.
—¿Zetaree?
Mi padre insiste. Si no le doy una respuesta ahora...
— B...bueno, ella...
— Chiara ha desaparecido.
¡ Mierda Agatha!
La voz entrecortada de mi hermana me interrumpe. Me volteo a mirarla con los ojos queriéndose salir de su órbita. Ella no me mira, solo observa a mi padre como la mira ahora extrañado.
—¿Qué?
Es lo que responde mi padre. Trato de tocar a Agatha para que cierre la boca. Pero se acerca más a mi padre alejándose de mí.
— Lo que has oído papá. Chiara ha desaparecido. Desde ayer en la noche no sabemos nada de ella.
—¿Y estas son las santas horas en que me lo dicen?
Mi padre nos grita con furia. Nosotras estamos frente a él con los ojos abiertos, nuestros rostros están pegados al cuello dejando ver nuestra papada. Mi padre niega con la cabeza indignado. Se voltea y comienza a buscar un mapa de la zona sobre su escritorio.