~Me encontraba en un extenso campo de pequeñas flores, el sol brillaba alegremente sobre aquel sitio; la paz que se sentía era extremadamente relajante... algo que jamás había sentido en mi vida. Por instinto me llevé la mano hacia el pecho donde, increíblemente, no tenía rasguño alguno de lo que sucedió; él me había disparado y la sangre salió a mares.
Qué extraño era esto.
Observé a mi derecha sin poder creer lo que mis ojos miraban: un hombre ataviado en ropas antiguas, pero sumamente elegantes, acariciaba la cabeza del caballo que le acompañaba... contaba con un par de cicatrices en los antebrazos y en su garganta; alzó ligeramente la mirada hacia mi dirección e hizo una ligera reverencia ante mí, la respondí del mismo modo.
Continué caminando por dicho campo mientras miraba a varias personas con semblantes de alegría y paz, de distintas épocas con un objeto en particular en manos o a un lado de ellos; al igual que aquel hombre, me dedicaban una reverencia.
¿Qué era este lugar? ¿Y por qué sentía una increíble tranquilidad?
Alcé la vista cuando observé una pequeña casa debajo entre los árboles, luciendo impecable y rodeada de un hermoso jardín con flores blancas... iniciaba a reconocer algunas cosas cuando miré a una persona salir de dicha casa, una mujer de cabello castaño casi rubio y sus ropas eran un pantalón formal junto con una blusa y saco.
Espera un minuto...
Esa mujer era...
Su mirada cayó sobre mí, una sonrisa apareció en sus labios cuando me mantuve ahí... mis ojos se humedecieron cuando me percaté de aquel momento: esa mujer era mi madre. Madeleine. Era sin duda muy bella, tal como me habían contado Mark y Jason.— Mi pequeña Aria Nicole. –le escuché decir, mis pasos lentos se convirtieron en un ligero correr para llegar hacia donde ella estaba, con algunas lágrimas ya sobre mi rostro-. Mi niña... mi querida hija.
— Mamá.... –mi voz se quebró en ese momento, finalmente estaba frente a la mujer que me dio la vida; la rodeé con mis brazos dejando que mis lágrimas salieron libremente-. Eres tú...
— Si, pequeña; aquí estoy contigo. –dijo la mujer, abrazándome con cariño-. Has crecido mucho; qué hermosa te ves.
Bajé la mirada hacia mi ropa: unos jeans azules combinaban con la blusa blanca que portaba. Mi cabello, suelto, era sujeto únicamente por dos broches en cada lado, y mi collar puesto mí; no había señal del disparo que había sufrido hace unos momentos.
— ¿Qué es este lugar? –pregunté-. Todo es demasiado tranquilo.
— Este es el jardín eterno, hija. El lugar que nos ha triado paz gracias a ustedes.
— El jardín eterno.... –analicé sus palabras, hasta que caí en cuenta-. ¿El cielo?
Ella asintió.
— Cada persona que ha tenido un corazón puro está aquí. –explicó-. Sin importar como haya dejado el mundo. Aquí nadie expresa dolor, ni tristeza.
Observé salir a más personas de la cabaña, primero a un hombre alto y esbelto con el cabello similar al de mi hermano... ese era papá; seguido por cuatro niños... mis hermanos. Sebastián me sonrió de manera tierna, quizás por ver a su pequeña crecer, tal y como hubiese deseado; los cuatro pequeños me miraban con mucha ilusión en sus rostros y me saludaban con sus manitas antes de irse a jugar por el jardín.
— Mi niña.... –caminó hacia donde nos encontrábamos, colocó su mano sobre mi cabeza-. Te has convertido en una hermosa señorita.
— Han crecido tanto. –habló mi madre, su semblante cambió a uno lleno de orgullo-. Me alegra que se hayan encontrado.
— Mark me habló de ustedes, sobre cómo fueron en vida. –dije, limpié algunas lágrimas que seguían cayendo-. Lo que sucedió ese día... lo descubrí hace unos minutos.
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Broken © (2da parte de Stalker Love)
VampireAsegúrense de leer la primera parte de esta historia, «Stalker Love». No. Eso debía ser una equivocación... - Mark.... -aquel pensamiento se inició a hacer presente. - Madeleine y Sebastian Montenegro. -y entonces todo cobró sentido: las imágenes, l...