CHAPTER THIRTY ONE.

243 24 2
                                    

Me quedé por horas en el estudio esperando una disculpa, la cual nunca llegó; no ese día ni al otro. Me sentía desesperada acababa de perder a mi bebé y él se iba a no se dónde y ni siquiera me ofrecía una disculpa.

── ¿Dónde está Mikey? ──

── Ha salido── respondió Rindou revisando unos papeles.

── ¿Desde cuándo? ──

── Desde hace tres días ──

── ¿Qué? ¿Y sabes dónde está? ¿Por qué no me habían dicho antes? ──

── ¡Narumi no soy tu maldito secretario, por si no te has dado cuenta mi esposa también se fue y se llevó a mis hijos!── y explote, esas palabras fueron un detonante que me hicieron explotar ni siquiera había llorado la muerte de mi bebé.

── ¡Por lo menos tú tienes con vida a tus hijos! ¡¿Y yo qué tengo?! ¡Te diré que, nada. No tengo nada solo tengo una maldita lapida en el patio de mi casa, no tengo una foto, un recuerdo, un nombre; ni siquiera pude abrazarlo o conocerlo porque lo sacaron de mi vientre mientras estaba sedada. No tengo nada maldita sea!── grite al mismo tiempo que sentía como mis lágrimas llegaban hasta mi barbilla.

── Narumi lo siento, no quise decir eso ──

── ¡Cállate! ¡Tú no sabes nada sobre lo que estoy pasando, no tuve tiempo ni de despedirme de él, no sabes el vacío que sentí cuando desperté y no había un bebé dentro de mi! ──

Rindou intento acercarse a mi pero lo aleje empujándolo y después salí de la casa, camine hasta donde esta aquella lapida y me deje caer de rodillas una vez que estuve frente a ella. Por qué, por qué tenía que pasarme todo esto.

Escuche unos pasos a mi espalda y de nuevo la voz de Rindou se hizo presente.

── Narumi ──

── Cállate no te quiero escuchar, quiero estar sola ──

── Narumi no empieces con esto otra vez ──

── ¡No me digas que hacer! ¡Tú no sabes el dolor que se siente extrañar a un bebé que ni siquiera tuviste el placer de conocer o tan siquiera de abrazarlo! ¡Así que no me vengas con esa mierda porque tú aún tienes a tus hijos con vida!── Rindou se quedó callado y era lo único que necesitaba  para seguir llorando. Me sentía mal, me había ilusionado demasiado con ese bebé y ahora que no lo tenía sentía que algo me faltaba, era como si yo también hubiese muerto aquel día.

No supe en qué momento Rindou se metió a la casa pero yo me quedé ahí el resto de la tarde, incluso aún después de la fuerte lluvia no sentí la necesidad de estar dentro de la casa; quería huir quería ser yo de nuevo. Quería mi antigua vida.

Sin pensar mucho en las consecuencias comencé a golpear aquella lapida, donde lo único que había era un simple "aquí yace el cuerpo de nuestro hijo" ni siquiera había un maldito nombre escrito.

── ¡No es cierto él no está muerto!── comencé a gritar al mismo tiempo que escarbaba en la tierra, no sabía que era lo que quería encontrar pero no me detuve; tampo deje de golpear la lapida pidiendo que me devolvieran a mi pequeño. Kakucho tuvo que llegar con el doctor para que me sedara y pudieran meterme a la casa.

Los días siguientes Mikey tampoco vino a verme y me sentía bastante mal, no quería ni comer no quería nada que me mantuviera con vida. Quería morir. Quería estar con él.

── Señorita tiene que comer algo ──

── Déjeme, que no entiende que no quiero nada ──

── Pero el señor nos... ──

── ¡Quiero que me deje sola!── la enfermera se hizo para atrás y se levantó de la cama haciendo una reverencia, acto seguido salió del cuarto dejándome sola. Sabía que Mikey ya estaba en casa —si es que se le podía llamar así a este lugar— porque se escuchaba su voz y en las noches lograba escuchar cuando hablaba con el doctor o la enfermera. Pero él no se atrevía a poner un pie dentro del cuarto, ni siquiera para preguntar por mi.

Los siguientes meses fueron aún más feos que el anterior, comenzaba a preocupar a todos pero no a él. Actuaba como si yo no existiera y eso me dolía aún más. También comenzaba a tener alucinaciones y en mis sueños veía a mi pequeño.

── ¿Acaso hice algo malo?── pregunté, en realidad no supe a quien o a qué, pero la única que me hacía compañía era la luna. Era horrible estar pasando por un duelo y que tu esposo no estuviera ahí contigo. Y no tenía a mi hermano para poder hablar con él.

El sucesor de Bonten Donde viven las historias. Descúbrelo ahora