Capítulo 24

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Habían pasado ya tres meses desde que Lynna Grice recibió el alta del hospital, estando en cuidadosa recuperación ya que seguía todavía muy débil

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Habían pasado ya tres meses desde que Lynna Grice recibió el alta del hospital, estando en cuidadosa recuperación ya que seguía todavía muy débil.

La inactividad había llevado a la muchacha a sumirse en depresión, recordando constantemente todas las muertes que presenció y que directa o indirectamente ocasionó, entre ellas la muerte de Armin.

No sentía pertenecer a ningún bando, había traicionado a Marley durante la última batalla y por su culpa Bertolt estaba muerto, además reveló la identidad de Annie a la legión.
Pero, por otra parte, fue participe de la destrucción de las murallas y llevó consigo el secreto del mundo exterior, traicionando a sus amigos de la isla.

—Para mí tampoco ha sido fácil superar lo que vivimos, ¡pero debes intentarlo al menos! —habló Reiner con fastidio, pues ya se lo había dicho muchas veces— Creo que deberías retomar tu vida, tal vez y un día logres casarte y tener hijos.

—Matamos a cientos, o quizá miles de personas, ¿y quieres que piense en casarme y tener hijos? —dijo Lynna con frialdad, con un semblante amenazante.
Su personalidad había cambiado desde que salió del hospital, ya no era esa niña que se hacía la inocente, era una mujer consciente de todos sus pecados.

—No me refiero exactamente a eso, no te digo que olvides a Armin de un día para otro, pero... —el rubio balbuceó al mencionar ese nombre, notando que Lynna endureció la mirada peor que antes— Mereces ser feliz, Lynna.

«Confío en tí, ahora y siempre», esas fueron las últimas palabras que pudo escuchar de su difunto Armin Arlert.
¿Cómo podría amar a otra persona, si incluso sabiendo lo peor de ella Armin la seguía amando incondicionalmente?

—Creo que ahora... quiero comer una hamburguesa, ¿tú no? —preguntó Lynna con una sonrisa, desviando el tema para deshacerse de ese pensamiento.
Le dolía profundamente pensar en él.

—Te dí una hamburguesa hace un mes y casi te vuelven a internar —dijo Reiner con una sonrisa burlona, recordando aquel día que tuvo que llevar a su mejor amiga a urgencias por haber comido.

—Tú lo has dicho, ya pasó un mes, estoy segura de que mi intestino se encuentra perfectamente en condiciones de digerir una hamburguesa —rió la rubia.

Los días seguían pasando y la muchacha de dieciséis años estaba curada casi por completo, había aprovechado para tener una mejor condición física y lo logró.
Era mucho más fuerte ahora, era más alta y su cabello era más largo, el cambio físico de los últimos meses era notorio.

La noche había caído aquel día, todo era muy tranquilo, la ciudad entera dormía y Lynna estaba feliz por conseguir el permiso para estar en el mirador un par de horas más, hasta media noche.

—Las cosas están yendo bien ahora, ¿qué es lo que me falta? —se dijo Lynna a sí misma con pesadez— Aún me siento vacía, como si me faltara algo, algo o...

—Disculpa, ¿puedo pasar? —escuchó una suave voz desde la puerta, era Galliard, que la miraba esperando una respuesta de su parte— No quería molestar, yo...

—Adelante —respondió Lynna con una tierna sonrisa, últimamente había estado conviviendo mucho con Porco, y su presencia resultaba muy agradable.

El muchacho de diecisiete años entró y cerró la puerta detrás de él, luego miró a Lynna con melancolía y se dió cuenta de que ella estaba triste, pero no podía culparla, debía estar llena de traumas desde hace cinco años.

—Se te nota que quieres preguntarme algo, hazlo ahora —habló Lynna, miró a esos ojos verdes que la volvían loca sin darse cuenta; Porco la miraba con el mismo cariño de siempre.

—¿Por qué te hiciste responsable de la muerte de mi hermano? —soltó esa pregunta que llevaba meses en su garganta sin poder salir, realmente no entendía los motivos de Lynna.

—Durante años posteriores me sentí culpable por lo que pasó, fuí yo la que sugirió acampar de noche en ese lugar, entonces al amanecer salió aquel titán.

—No fue tu culpa, no sabías lo que iba a pasar ni que había un titán dormido ahí desde hace cuarenta años —dijo Galliard.

—Tal vez no, pero prometí protegerlo, y mientras tú cumpliste tu parte del trato yo fallé en menos de veinticuatro horas.

—Si te hace sentir mejor, yo no logré evitar que tus hermanos entraran al programa de guerreros —dijo Porco con una sonrisa que Lynna compartió, era cierto, pero a esas alturas no importaba.

Lynna recargó su cabeza en el hombro de su compañero, apreciando el hermoso cielo anaranjado en un cómodo silencio.

Empezaba a sentir la necesidad de tenerlo aún más cerca, estaba nerviosa pero quería hacerlo, no tenía dudas.
Quitó su cabeza del hombro ajeno y tomó el rostro de Porco cuidadosamente, no fue necesario decir una sola palabra, unieron sus labios en un beso.

Él acariciaba suavemente su piel, poco a poco paseaba sus manos por su cintura y por sus brazos, pero ese tacto despertó en Lynna un deseo indescriptible, algo que nunca antes había sentido.

—Quiero estar contigo, Porco... —musitó Lynna a centímetros de su rostro, mirando esos ojos verdes que tanto le gustaban de un tiempo hacia acá.

—Te habías tardado —dijo Porco con una sonrisa, y de inmediato volvió a tomar el rostro de Lynna para besarlo con todavía más pasión que antes.

—¡ESPERO NO INTERRUMPIR! —gritó alguien de pronto, haciendo que ambos se separaran bruscamente; se trataba de Colt Grice, el mellizo de Lynna, que tenía una sonrisa de satisfacción por haber interrumpido el momento de esa forma.

—¿Desde cuándo eres novia del señor Galliard, hermana? —preguntó Falco, el menor de los tres hermanos rubios, era tan inocente que resultaba muy tierno.

Lynna se moría de vergüenza, jamás en su vida su rostro había estado tan rojo.
Pero no podía dejar de sonreír, tenía meses sin sentir la felicidad y plenitud de momentos tan simples como ese.

Finalmente había avanzado a una mejor etapa de su vida, quizá ahora podría olvidarse de la isla y continuar con su vida tal cual se lo había dicho Reiner.
Podría disfrutar de su nueva pareja, de sus hermanos, de sus amigos.

No tenía que seguir protegiéndose, ya no había nada que temer, todo sería bueno a partir de ahora, o eso quería creer.

No tenía que seguir protegiéndose, ya no había nada que temer, todo sería bueno a partir de ahora, o eso quería creer

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Shock; Armin ArlertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora