54. Guerra Púnica.

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54. Guerra Púnica

ALONSO

Siento un deja vu cuando veo en un IPad la multitud de personas protestando en la pequeña plaza y frente a la entrada de la torre Azzarelli. Otra vez, están arrastrando el apellido de Regina por el lodo. La policía intenta contenerlos y la seguridad del edificio estableció barricadas para que no interfieran con la entrada y salida de los trabajadores. Me pregunto cuántas de esas personas están allí porque realmente creen que nuestros quesos son tóxicos, y a cuántas les pagaron.

Uno de los hombres de Vladimir conduce una Hummer para llevarme de incógnito al hotel Palmer House Hilton, se interna en el estacionamiento subterráneo, bajo usando la capucha de mi sudadera negra con una máscara de blackpanther por puro gusto. Las cámaras de seguridad están controladas y el perímetro está cubierto por nuestros hombres. El elevador me lleva directo al piso despejado de mi suite.

Abro la puerta con la tarjeta y la risa de Gwain se hace más sonora.

—¡A esto le llamo cagarla en grande!

Entro y todos los ojos se posan en mí. Un escolta asiente y Julius hace un gesto con la mano mientras habla por teléfono, concentrado en una pantalla. Tiene aspecto de no haber dormido; sin embargo, luce un perfecto traje de gala como Gwain, quien se acerca cruzando los brazos en X sobre el pecho. Lo emulo.

—¡Wakanda forever! —exclamamos juntos—. ¡Azzarelli Forever!

—¡Están muertos! —Ríe y me pone al tanto de lo que sabe.

Después de intercambiar información y hacer unas llamadas, voy a la habitación principal y me desvisto de camino al baño. No demoro en la ducha. El tiempo apremia y falta poco para que den las siete. Tomo la funda que yace sobre la cama y me visto con un esmoquin negro de dos piezas sin corbata. Mi cabello lo dejo sin peinar, me pongo la esclava con mi nombre, el reloj y me aplico algo de perfume.

Gwain y yo bajamos juntos al salón en donde se lleva a cabo la gala. Suplantaron la temática primaveral por un estilo elegante tradicional. La entrada está custodiada por los fotógrafos y reporteros.

—¿Señor Roswaltt, en donde está su novia?

—¡Señor Goldskin! ¿Qué opina sobre las acusaciones a Regina Azzarelli?

Vladimir y Dimitri evitan que los periodistas me aborden. Evado el tema de forma cortés y siempre defiendo a Regina alegando alguna explicación que todavía no conocemos pero lo haremos. Muy pronto. Gwain se aclara la garganta y sigo su mirada. Mis ojos se topan con los de Roche Dagger, me observa por unos segundos antes de llevar su atención al trago en su mano y beberlo, toma asiento en la mesa Keegan.

Charlotte se ve inmutable, mientras el decrépito anciano ni nos mira pero sonríe. Tengo que hacer un esfuerzo para no asesinarlo con mis propias manos. Eleazar y Michelle nos observan mientras conversan con otros ejecutivos, pero a pesar de la evidente tensión en sus cuerpos, ninguno se acerca.

Excepto Lorena para saludar y besuquearse con Gwain.

Tomamos asiento en la mesa de los Specter. Tyler gruñe por la presencia de su yerno y las estadísticas de Ricottella. El evento comienza, sirven la cena y Regina nada que aparece. Los discursos suceden uno tras otro. Los premios se entregan a empresarios destacados por su innovación y contribución a la comunidad. Mis dientes rechinan al no escuchar el nombre de Regina en sus nominaciones.

La descalificaron.

El momento más esperado de la noche llega con las nominaciones a la categoría que se premia cada cinco años. Reconoce a los individuos que tuvieron un impacto significativo y duradero más allá de los logros anuales. Se entrega para resaltar la magnitud y la sostenibilidad de sus contribuciones en los negocios y la sociedad.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora