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El alba mostrandose por dentro del marco de la ventana de cristal fino, al mismo tiempo qué un cielo despejado adornaba el exterior de los rincones del cielo.
Un pálido azul coloreaba todo a su paso, mientras qué el mismo sol se postraba arriba de todos.
No quemaba, más bien parecía una caricia al rostro. Un viento frio era su pareja.
El cual entró a prisas cuando la ventana se levantó.
— ¡Andrew!, ¡Andrew! — Clamaba una voz. — ¡Vamos muy tarde! — Sus manos lo movieron de su lugar de descanso.
Un quejido suave vino de su boca al ser levantado de esa manera. Se sentía atontado, tal como si hubiese dormido muy, muy poco.
Como pudo, se sentó en el borde de la cama. Ni siquiera podía con su alma el pobre chico.
Bostezó, pegó uno bastante largo.
— ¿Qué hora son? — Preguntó mirando al piso tipicamente como un hombre.
Sus ojos se quedaron colocados en los zapatos y medias de la chica, sin pensar en nada, absolutamente en blanco.
Como un pizarrón vacío, al igual qué una hoja sin escribir.
— Alexa podrías decirme la hora, por favor.. — Habló la chica en voz alta.
Tímida incluso con una IA qué apenas acababa de conocer. Fue Akira quién se la trajo esa misma mañana.
Desde la habitación de ella sonó dicha ayudante. — Son las 7:52 — Reveló.
—¡¡MIERDA ME QUEDÉ DORMIDO!!— Exclamó levantándose de golpe con los ojos bien abiertos.
Tal cual como si hubiese ingerido mil gramos de cafeína, su energía pareció haberse cargado como una maldita pila de un millón de volteos.
Ni la Monster con el Kaioken pegaba tan duro como esas simples palabras.
Inmediatamente se dirigió a su ropero, abriéndolo con rapidez para buscar su uniforme.
Entre tanta prenda inútil, buscó tal como si estuviera cambiando de página en algún libro aburrido.
—¿¡Cuanto tiempo estuve dormido!¡? — Preguntó apresurado.
