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Aquellos gritos comenzaron nuevamente, una estúpida discusión se había desatado como era costumbre.
— !ESA MALDITA DISCAPACITADA ES UNA INÚTIL! — Gritó fuertemente un hombre adulto repleto de enojo.
— !IMBECIL, ¿Y QUE CON ESO?, NECESITAMOS EL BASTÓN PARA ELLA! — Respondió una mujer adulta y subida de peso, en la misma forma que su esposo, con un grito.
Aquella discusión había comenzado gracias a que el bastón de la chica había sido robado la última vez que fue a clases. El padre adoptivo argumentó que es jodidamente innecesario gastar en sus mierdas.
Por otra parte y siendo más sensata, la madre adoptiva dijo qué muy posiblemente la chica sufriría de un daño por su "estupidez", de esa manera ellos dos serían multados y eso representaría un gasto mucho mayor.
— !¿ACASO NO VES LAS COSAS?, MALDITO GORILA DE MIERDA!. — Exclamó aún más en furia debido a la negativa de el, éste explotó en enojo debido a esto, a causa de ello tomó con fuerza la mano de su esposa, pero esta rapidamente le daría una cachetada en respuesta.
— ¡YA TE DIJE QUÉ NO TE ATREVIERAS A PONERME UNA MANO ENCIMA, BASTARDO! — Le gritó enojada por aquella acción.
Ambos se miraron el uno al otro con una expresión sombría, deseandose la muerte.
El viejo la soltó de mala gana y subió las escaleras sin decir nada, o eso haría pero a mitad de los escalones se detuvo para decir algo.
— Y decir que acabaría viviendo de las becas de una ciega estúpida, junto a una perra como tú —
Aunque lo había dicho de un tono sereno, las venas de su cien indicaba que estaba mucho más enojado que hace unos segundos.
Su esposa no dijo ni una sola palabra, en cambio tomó el florero de la mesilla que tenía al lado y se lo arrojó rompiendolo en su espalda.
El sonido del impacto fue repentino, el cristal le había perforado un poco la espalda, pero nada grave.
Aquel hombre no se inmutó en absoluto, en realidad estaba acostumbrado a esos ataques por la espalda, en aquella fría casa con olor a cigarro, el único sentimiento que albergaba era el odio constante, así había sido desde siempre, por ello todos se habían acostumbrado.
Poka encerrada en su cuarto intentaría recordar los acordes más simples, debido al estrés hasta eso le resultaba difícil de saber.
