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Lo único qué solía escuchar esos días... Eran las cabezas de muchos pandilleros chocando contra el frío asfalto, justo cómo en este momento.
El último de los 4 había caído tan rápido cómo los demás, cómo todos en realidad.. Lo miré desde arriba, decepcionado.
— Así son las cosas. Los débiles siempre caen — Le expresé fríamente sin una gota de orgullo, ¿Porqué lo haría?, es algo muy normal qué los fuertes siempre terminen ganando, "es así como siempre debe ser" me recordé.
Papá siempre me decía eso, aunque al principio no lo comprendía por ser un niño, hoy a mis 16 años lo tengo más qué claro. "La fuerza lo es todo, nada te derrumbara si eres fuerte, NADA."
Una vez más le conecté otro golpe al qué se suponía "Era" el más fuerte, pero tan sólo fue una falsa advertencia.. Podía escuchar su mandibula partiéndose a la par del momento en el cual mis golpes conectaban uno tras otro.
— E.. El.. El.. No.. — Me susurró agonizante, algo trataba de decirme.
Pare de golpearlo momentáneamente para escucharlo hablar. Era increíble como casi se estaba ahogando con su propia sangre.
— El.. No va.. A perdonarte.. — Me dijo. "¿"El"? ¿Quién carajos es "el"?" respondí indiferentemente.
El sólo me mostró una estúpida sonrisa de satisfacción, cómo sí se estuviera burlando el muy hijo de perra a pesar de dejarlo en pésimas condiciones.
— Sí no vas a decirme, !te puedes ir al infierno de una vez! — Me expresé en cólera en ese instante, en ese mismo momento le acerté el último golpe, está vez sentí como los huesos de su mandibula se separaban en un violento crujido.
Luego de eso sacudí mí mano para quitarme la asquerosa sangre de ese maldito hipócrita, miré a los tipos en silencio una vez más antes de marcharme, todos ellos tenían una quimera de color negro, con algunos detalles en blanco.
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