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30 De octubre..
Decoraciones por todos lados, la calle estaba tapizada de esa festividad extranjera. Calabazas brillantes con ojos carmesí prendidas fuego, telarañas excesivamente grandes qué aveces me incomodan al chocar con mi cara.
Arañas trepadas en árboles, esqueletos qué parecían veladores afuera de las casas de sus dueños.
Todo esto era sólo un poco de lo qué mis ojos podían presenciar.
Caminando sólo, pues fue mi elección al decir qué yo quería regresar solo.
Incluso Kazutora se sintió extrañado, ni hablar de Senju quién me insistió de más para irme con ellos.
Queria estar sólo, pues sólo aquí estoy.
Caminando por las calles en camino a casa.
Sé que ya es un poco tarde para eso, pero este país no es peligroso, al menos no tanto.
En realidad estaba maravillado por lo bien que decoraba acá. Esta fecha me encantaba y me traía nostalgia.
Papá me llevaba a pedir dulces y siempre se los terminaba comiendo el.
Mamá lo regañaba al verme llorar para después obligarlo a comprarme más.
Asi solía pasar estas fechas.
Mirando todo con detalle, recordaba viejos momentos qué no volverían jamás, siempre solía recordar cosas así.
Desde que los perdí a ambos era de esta forma, no me explicaba el porqué me pasaba esto a mi.
Tranquilamente podría estar llegando a casa mientras ellos me esperaban con la cena, podría abrir la puerta y estaría mi madre para recibirme.
Mas tarde llegaría papá y cenariamos juntos, hablaríamos sobre mi día, sobre el día de el y sobre cómo mamá quería un utensilio más para la cocina.
A ella le encantaba cocinar, a nosotros dos nos encantaba su comida.
Sin embargo no tuve esa oportunidad para vivir esa fantasía.
La melancolía llegó a mi corazón, los nervios de nuestro enfrentamiento definitivo se habían apagado.
Un momento de debilidad tocó mi cabeza, parecía sentir una espina qué no lograba sacar, una herida que no sanaba.
