Capítulo 9.1

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—¡Es un hombre maravilloso, educado, guapo, rico, detallista, atento, inteligente,  amable y cariñoso! Se comportó durante toda la cena con unos modales exquisitos y l nos invitó a mis amigas del club de lectura y a mí a un viaje por la Riviera Francesa. Y además se molestó en traer de su casa un vino exquisito y unos deliciosos bombones para hacer más amena la velada.

¡No sé por qué no lo acompañaste a buscarlos cuando se marchó para traernos esos exquisitos presentes! —reprendió Jia a su hijo, sin dejar de cantar las alabanzas de Lee JongIn. Decididamente, era un hombre que conquistaba a todas las féminas y donceles , y su madre había caído también en la trampa de su encanto.

Pero Kyungsoo sabía muy bien que tras esa educada proposición de «Ven a mi casa a recoger unos obsequios», había una  maliciosa intención de «Ven a mi cama para que pueda hacerte el amor toda la noche». Sobre todo, después de que JongIn le dirigiera una lasciva mirada al hacer esa «inocente» propuesta.

El café de la mañana que se estaba tomando para despejarse antes de comenzar con la ardua tarea de su negocio le sabía en esos instantes más amargo que nunca. Todos sus trabajadores habían formado un corro alrededor del mostrador y escuchaban atentamente las alabanzas de su madre sobre el engreído adonis, mientras ellos no podían evitar hacer su aportación a la infinita lista de virtudes.

—¡Es muy atractivo y su coche es una pasada! —exclamó entusiasmada la joven Seulgi, sin saber qué le gustaba más si el hermoso coche o su dueño.

—Un chico con muy buenos modales, sí, señor —añadió la anciana Agnes, que carecía de ellos por completo.

—¡Y tiene un paladar exquisito! — confirmó Barnie, mientras engullía la comida a dos carrillos, llegando incluso a comerse parte del envoltorio de su sándwich.

—Sí, ¡no puedo creer que un hombre así esté interesado en mi Kyungsoo! —confirmó Jia, emocionada con el sueño de tener a Lee JongIn como yerno—.

¡Mi niño se merece lo mejor y es una persona muy especial! ¡Bueno! Al fin alguien lo alababa a él y dejaba de idolatrar a ese niño mimado que nunca mostraba a nadie su verdadera y perversa personalidad. Su madre, su leal y amorosa madre, ahora empezaría a ensalzar sus múltiples cualidades y finalmente alejaría a todos del que parecía ser el único tema del día: «Quién ama más a Lee JongIn».

—Porque, admitámoslo, mi hijo no es ninguna joya: tiene un carácter un tanto irascible y cuando se enfada es bastante molesto y además es muy, pero que muy cabezota y... —continuó Jia, mientras los que la rodeaban no dejaban de darle la razón.

—Mamá, ¿puedes dejar de alabarme? Ya lo he entendido: yo soy un bicho raro y JongIn es un ser superior — intervino Kyungsoo, poniendo fin a la  conversación—. Ahora bien, como este bicho raro es el jefe, ¡todos a trabajar! —ordenó, despejando la zona.

—¿Veis lo que os digo? Tiene muy mal carácter. No sé de quién lo habrá sacado se quejó Jia. Kyungsoo por fin pudo terminarse el café, bajo la mirada reprobadora de su madre. Después se marchó a su despacho y planeó durante horas cómo podría torturar a Lee JongIn sin que su madre lo reprendiera.

Tras lanzar un dardo a su sonriente boca, finalmente dio con la solución a sus problemas, o por lo menos eso fue lo que Kyungsoo creyó.

Otra endemoniada cena como esa y tendría que pasar todo un año con la parte inferior de su cuerpo sumergida en hielo. Si la noche anterior tuvo que darse alguna que otra ducha fría al llegar a su apartamento, cuando Kyungsoo sólo llevaba unos viejos vaqueros y una camiseta ceñida, ¿cuántas horas tendría que pasar ahora bajo el agua helada, tras verlo lucir algo que en un principio definió como «traje».

El susodicho traje era una indecente prenda negra, cuya camisa un poco trasparente
dejaba  ver sus lindos pechos y también dejando expuesta la espalda hasta el principio del trasero. Como Kyungsoo no llevaba sujetador para donceles, la tela se pegaba a sus jugosos pezones y JongIn babeaba cada vez que él se movía, perdiendo así el hilo de cualquier intento de conversación que pudiera darle.

Además el pantalon era ceñido y mostraba sus bonitas y largas piernas y se pegaba a su firme trasero, marcando sus formas. ¡Dios! Ese traje no supondría ningún problema para un hombre como él si no fuera porque la madre de Kyungsoo  los acompañaba una vez más.

JongIn sabía que Kyungsoo había preparado aquella nueva cena únicamente para fastidiarlo, porque por mucho que le gustaran los deliciosos guisos de aquella encantadora mujer, deseaba mucho más el postre prohibido que representaba su hijo.

—JongIn, hijo mío, ¿estás bien? Has estado distraído durante toda la cena — indagó Jia, preocupada, tras preguntarle por tercera vez si quería café.

—Sí, lo siento, Jia. Algo me tiene muy distraído esta noche — contestó JongIn, m devorando a Kyungsoo con su lujuriosa mirada.

—Mamá, yo prepararé el café. Tú siéntate y descansa —se ofreció Kyungsoo  —. Habla más con JongIn sobre su maravilloso negocio. Seguro que eso le suelta la lengua —concluyó, mientras lamía lascivamente la última cucharada de su mousse de chocolate.

Cuando terminó el postre, se levantó y se marchó moviendo provocativamente las caderas, con lo que ahora seguramente JongIn tendría algún que otro calenturiento sueño. Al final, Kyungsoo lo había conseguido.

Se sentía tremendamente incómodo, con una erección de mil demonios que no podía hacer nada para ocultar, salvo taparla con la servilleta y rogar que nadie se percatara de ella, mientras intentaba pensar en cosas aburridas que lo hicieran olvidar aquel indecente traje; una prenda que deseaba arrancarle y... «¡Dios, JongIn! Piensa en algo aburrido, ¡en algo aburrido!»

—Y bien, JongIn, ¿cómo es tu padre? —curioseó Jia. ¡Bien, gracias a Dios! Hablar del pesado de su padre era uno de los temas que más lo aburrían. Jia lo había salvado de una embarazosa situación con una simple pregunta. Esa mujer era una santa. Todo lo contrario que su hijo, que era un demonio tentador, con un traje…

«¡Mierda! ¡No pienses en el traje! ¡No pienses en el traje!», se reprendió JongIn unas cien veces, antes de comenzar con una insulsa y aburrida conversación que pondría fin a su problema.

—¡Dios! ¡Tengo que conseguir esa fecha  como sea!—susurró frustrado, preguntándose qué podría hacer para  averiguar cuándo era el cumpleaños de Kyungsoo, antes de que terminara volviéndose loco o impotente por las numerosas duchas frías que se daba.

Buenas madrugadas ya se me andaba olvidando este capítulo, jejeje.

Prometo publicar  más capítulos de esta historia porque es larga 😝.

Nos leemos de rato.

💋

El amor nos separará (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora