Capítulo 8.4

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—¡Tú y yo tenemos una cita, rubito! —anunció Kyungsoo, señalando a JongIn agresivamente, tras entrar por la puerta de Eros y soltar a sus pies la inmensa caja que llevaba.

—Así que por fin te has rendido — contestó él, satisfecho con su capitulación.

—Sí, claro —dijo Kyungsoo, sin darle la menor importancia a su supuesta sumisión—. ¿Dónde están las cabezas que te devolví?

—Allí detrás —indicó JongIn algo confuso, sin saber qué tendría que ver aquello con su ansiada cita. Kyungsoo apiló en el centro de la tienda todas las cajas que JongIn había recibido esa mañana, las puso junto a la que había traído él y, sin molestarse en explicar qué hacía, comenzó a rebuscar la cabeza que concordaba con el primer cuerpo de uno de los desgarrados peluches.

Cuando la encontró, gritó triunfante ante el asombro de JongIn y su empleado, que no entendían nada de su loco comportamiento. Kyungsoo los amenazó con una de sus frías miradas, mientras ordenaba que hicieran algo que no fuera observarlo embobados.

—¡Tú! —señaló al joven que trabajaba para JongIn—. ¡Ve a mi tienda y trae todas las cajas que hay junto a la entrada!

Mark miró interrogante a su jefe, sin saber si debía o no obedecer las órdenes de aquel doncel. JongIn, dispuesto a averiguar qué pasaba, asintió con la cabeza y esperó hasta que el joven desapareció, para comenzar su interrogatorio.

—¿Qué te ocurre, Kyungsoo? — preguntó, sin dejar de mirarlo rebuscar en una pequeña cesta que sacó de la inmensa caja de los peluches.

—¡Te diré lo que pasa! —replicó, fulminándolo con la mirada—. ¡Pasa que llamaste a mi madre! ¡Pasa que mi madre está en la ciudad porque quiere ver al hombre con el que salgo! ¡Pasa que mi madre me ha regañado por lo que les he hecho a tus ositos! ¡Y pasa que tengo que coser todos estos malditos peluches que he destrozado, para donarlos al orfanato! ¡Y si yo tengo que quedarme horas cosiendo estos odiosos osos, tú también lo harás!  concluyó triunfante, mientras sacaba un par de agujas de su pequeña cesta.

—Pero ¡yo no sé coser! —declaró JongIn, un tanto reacio a pinchar a aquellos osos descabezados.

—¡Pues aprende! —contestó Kyungsoo,
sentándose en el suelo y comenzando su labor, mientras ignoraba sus intentos de
excusarse para no realizar la tarea. Finalmente, tras algún que otro gruñido de protesta, el impecable dueño de Eros se sentó en el suelo junto a él  y se dispuso a hacer lo que nunca había hecho por ningún doncel: rebajarse a realizar una tarea que consideraba plenamente de doncel y de mujer.

—Sabes que puedo pagar a alguien para que haga esto, ¿verdad? —preguntó molesto, tras pincharse por quinta vez con la maldita aguja.

—Bien, cuando lo hayas hecho, ve a mi tienda y explícale a mi madre por qué otro ha hecho el trabajo que según ella me corresponde a mí, y si sales vivo y cuerdo de tu encuentro con ella, vuelve y cuéntamelo, por favor — ironizó Kyungsoo, prosiguiendo su labor.

—¿Y por qué tengo que ayudarte yo si éste es tu trabajo? —interpeló JongIn,indignado.

—Tú quieres una cita conmigo, ¿no? ¡Pues cállate y cose! ¡Y, por Dios, esta vez hazlo bien! —lo reprendió, tras observar con atención cómo uno de los simpáticos osos observaba su trasero en vez de su bonachona barriga.

Tras horas de coser, con algún que otro pequeño descanso para el almuerzo y un rápido aperitivo, consiguieron finalizar el arduo trabajo. Empaquetaron todos los osos y, con ayuda de Mark, los mandaron hacia su nuevo y amoroso hogar, donde serían ansiosamente recibidos por niños deseosos de regalos.

—¡Al fin! —exclamó Kyungsoo, levantándose del suelo para estirar sus entumecidos músculos. JongIn observó con atención las suaves curvas de aquel cuerpo que tanto lo tentaba. Kyungsoo se desperezaba ante él como un gatito mimoso y él lo devoraba con la mirada.

Sus pezones se alzaron al arquear la espalda bajo la ceñida camiseta negra. ¡Dios! ¡Cuánto lo echaba de menos! Estaba más que harto de duchas heladas que no hacían nada por eliminar su excitado anhelo por aquel doncel.

Se levantó con rapidez y, antes de darle tiempo a que se marchara de su solitaria tienda, pegó su cuerpo contra el suyo y besó su boca apasionadamente, mientras lo conducía con decisión hacia  él despacho.

Abrió la puerta de una patada y lo tumbó con brusquedad sobre la mesa, para chupar con ansia los pezones que tanto lo habían tentado. Le subió bruscamente la camiseta y acalló las protestas que comenzaban a surgir de sus labios.

Kyungsoo intentó resistirse a sus avances, empujándolo débilmente intentando alejarlo de su cuerpo, pero las sensaciones eran demasiado placenteras y, finalmente, en el instante en que JongIn le cogió las manos sujetándoselas por encima de la cabeza y le mordisqueó con delicadeza un erecto pezón, mientras con la otra mano se adentraba en sus pantalones, Kyungsoo se rindió al deseo, recostándose en la dura mesa y ofreciéndose desvergonzadamente a aquel malicioso amante.

JongIn observó cómo Kyungsoo se rendía
al placer entre sus brazos, lo levantó lo
necesario para quitarle la camiseta, pero no lo despojó del todo de la molesta prenda, sino que la utilizó en su propio beneficio: cuando le soltó los brazos que en un principio habían intentado alejarlo de él, no se le ocurrió mejor castigo que atárselos con la camiseta.

—¿Qué haces, JongIn? —preguntó Kyungsoo, confuso, ante los atrevidos actos de él.

—Asegurarme de que esta vez no me pones un tres. —Y sonrió ladinamente, acallando sus protestas con un intenso beso.

Mientras JongIn se embriagaba con el dulce sabor de sus labios, probándolos, mordiéndolos y deleitándose ante la ardiente respuesta de Kyungsoo, que marcaba el principio de su rendición, sus fuertes manos se dedicaron a despojarlo de los pantalones y de los boxers, dejándolo totalmente expuesto a su ávida mirada.

Los intensos ojos cafes de JongIn recorrieron con lentitud cada una de sus curvas, haciendo que un sutil rubor acudiera a sus mejillas. Después de todo, la experiencia de Kyungsoo no incluía algunas de aquellas cosas, que eran demasiado nuevas para él, en especial esos osados juegos que parecían gustarle a JongIn.

Éste cogió los jugosos pezones con sus
manos y lo torturó con sutiles caricias con la lengua, que fue dirigiendo poco a poco hacia abajo. Lamió y besó su ombligo, sin dejar de adorar sus pezones con sus manos. Luego pasó a sus caderas y dedicó su tiempo a recorrer sus piernas de arriba abajo, sin dejar de sonreír ante el dulce estremecimiento del cuerpo de él, que le mostraba lo excitado que estaba en esos momentos.

Cuando separó los muslos, JongIn se los besó con delicadeza. Tras las apasionadas atenciones que le había prodigado, el húmedo culo de Kyungsoo  esperaba con impaciencia su licenciosa lengua, pero únicamente recibió un liviano roce. Luego, JongIn se apartó maliciosamente, abandonando por unos instantes las caricias que tanto lo deleitaban y admiró orgulloso cómo se movía en busca del placer que le había sido negado. Sus hermosos ojos castaños lo miraron suplicantes.

—Espero que esta vez no te atrevas a ponerme un tres —le advirtió, antes de
separar nuevamente sus muslos y devorar con avidez su húmedo pene. Sus fuertes manos, incapaces de apartarse de sus exquisitas curvas.

JongIn jugó con los anhelantes pezones, pellizcándolos y mezclando el leve dolor de su tortura con el inmenso placer de su lengua. Kyungsoo se convulsionó encima  de la mesa, gritando el nombre de JongIn, mientras cedía ante un arrebatador orgasmo que parecía no tener fin, manchando la mesa con su semen.

Antes de que terminara de calmarse del
arrollador placer que había experimentado, él se apartó con rapidez, sacó su erecto miembro del encierro de los pantalones y lo penetró de una profunda y brusca embestida que la hizo volver de nuevo a la cumbre del orgasmo.

Kyungsoo permanecía impotente ante el asalto de su cuerpo, deseando recorrer a JongIn con sus manos, pero sin poder zafarse de la improvisada atadura que le impedía moverlas. Finalmente, fueron sus piernas las que rodearon a JongIn, acercándolo más a él en el momento en que  alzó las caderas para acelerar el ritmo de sus envites.

Él dirigió las manos atadas de Kyungsoo hacia el borde de la mesa, haciendo que se agarrara a él y luego se movió sin piedad, poseyéndolo en cuerpo y alma. Gritaron al unísono cuando llegaron al éxtasis y JongIn se derrumbó, cansado y finalmente saciado, sobre el adorable y beligerante Kyungsoo.

Uff,estos dos parecen conejos y eso que se odian jejeje.

Nos leemos mañana Amix.

💋

El amor nos separará (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora