Capítulo 16.1

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Veinte cartas llevaba Kyungsoo leídas
en lo que iba de día y cada una era más
amenazadora que la anterior. Eso sí,
había que admitir que ninguna de ellas
era nada original: estaban desde el típico e insultante «¡Lárgate, puto!» a «¡Si no te marchas, sabrás de nosotros!».

Ya que osaban amenazarlo, por lo menos podrían haber sido un poco más imaginativos, o incluso haber utilizado una de sus elaboradas tarjetas y así darle un buen uso a tanto desperdicio de papel. Al leer las cinco primeras, Kyungsoo  llamó a la policía, pero éstos rápidamente se lavaron las manos ignorando sus quejas y atribuyéndolo a una jugarreta de algún cliente descontento.

Por lo visto, que alguno de los uniformados hubiera recibido una muestra de sus regalos del día de los Inocentes no había hecho mucha gracia en la comisaría del distrito. ¡Hombres! Todos eran iguales, unos malditos rencorosos.

Por su parte, Kyungsoo había decidido cuidarse ante las posibles consecuencias de aquellas amenazas, así que, ahora, su querida Betty descansaba junto a el en la parte trasera del mostrador en vez de en la trastienda, y había advertido a sus trabajadores de todo lo que ocurría, por si las amenazas de ese estúpido Comité se extendían también a ellos.

Ahora, mientras todos lo vigilaban como si de una pieza de museo se tratase, Kyungsoo empezaba a pensar que no había sido una buena idea advertirles de la situación. Al final de la tarde, se hartó y los reunió a todos para dejarles bien claro que sabía cuidarse muy bien solito; después de todo, lo había hecho durante veintiséis años.

—¿Queréis dejar de preocuparos?
Nadie me va a hacer nada —declaró
Kyungsoo ante sus escépticos amigos.

—¿Y eso tú cómo lo sabes? Mark me ha dicho que la puerta de Eros ha aparecido rota esta mañana. Primero ocurre eso y ahora las cartas amenazándote. ¡Seguro que van a por nosotros! —señaló la joven Seulgi, que creía cada una de las palabras de su exaltado enamorado.

—No creo que lo que haya pasado en el local de ese egocéntrico presumido tenga mucho que ver conmigo —replicó
Kyungsoo.

—¿Por qué no? El Comité sabe que estáis juntos, aunque, al parecer, ahora te gusten más los artistas en paro —le espetó Baekhyun.

—¡Entre ese presumido y yo nunca ha habido nada! —gritó Kyungsoo, furioso por la traición de sus empleados al expresar preocupación por su enemigo.

—Si tú lo dices... —dijo con ironía la vieja Agnes, alzando una de sus pintarrajeadas cejas.

—Por si te interesa saberlo, te diré que, esta mañana, ese niño mimado tenía vendada una mano. Así que lo más probable es que anoche se peleara con alguien junto a la puerta de su local — comentó despreocupadamente Suho.

Kyungsoo pensó en las advertencias de
sus compañeros y finalmente llegó a la
conclusión de que no estaba de más
tomar alguna precaución.

—A partir de ahora, cuando cerremos, ninguno de nosotros irá solo a casa: nos repartiremos en grupos de dos hasta llegar a las paradas del transporte público o a los coches. Y todos y cada uno de vosotros me mandará un mensaje cuando llegue sano y salvo a su hogar — propuso Kyungsoo; una nueva regla dadas las excepcionales circunstancias ante las que se hallaban.

—¿Y a ti quién te acompañará? — le preguntó Barnie, protector.

—No os preocupéis por mí. Conozco a alguien que nunca me dejará solo  respondió Kyungsoo, sonriendo amablemente y tranquilizando a sus empleados, que creyeron que esa persona sería el siempre persistente JongIn.Él se negó a sacarlos de su error e informarles de que, en realidad, hablaba de su leal bate de béisbol.

El amor nos separará (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora