Capítulo 25

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¡Maldito día de San Valentín Definitivamente, Cupido me la tenía jurada por todas las veces que me había metido con él y su día con mi variada gama de productos. Me había pasado toda la noche en vela, sin poder dejar de admirar los regalos que me había hecho llegar JongIn a lo largo de la semana, para convencerme de que asistiera a nuestra boda.

El primero de aquellos espléndidos presentes me hizo derramar alguna que otra lágrima. Hallé el paquete en mi despacho, entregado por un misterioso mensajero que mis empleados aseguraban no haber visto, y contenía un hermoso traje de novio que parecía caro y exquisitamente antiguo. No pude resistir a probármelo en cuanto lo ñ saqué de su caja, y mientras daba vueltas por mi despacho como si fuese vestido de principe de cuento, me percaté de que la naricilla chismosa de mi mejor amigo asomaba por la puerta junto con la de
algún otro de los cotillas de mis empleados.

Cerré, molesto por mi debilidad ante el tentador regalo de un adonis egocéntrico y volví a mi trabajo. Cuando me quité el traje, estaba dispuesto a devolvérselo hecho trizas, pero entonces hallé una nota que me hizo cambiar de opinión: Por favor, si no te gusta, no la pagues con el traje, fue diseñado por mi madre, para mi futuro esposo.

En ese momento me di cuenta de lo decidido que estaba JongIn a conseguir su objetivo, ya que él guardaba con mucho celo los pocos recuerdos que le quedaban de su madre. ¿Cómo podía confiar tanto en mí, un arisco doncel que siempre le devolvía cada uno de sus presentes destrozados?, pensaba yo una y otra vez, mientras derramaba lágrimas de emoción por el valioso tesoro que había depositado en mis manos.

Luego, los regalos siguieron llegando. Unos preciosos zapatos, unos gemelos hermosos, un moño muy elegante ... A pesar de que estuve tentado de tirárselos a la cara, cada uno de ellos me advertía que era un recuerdo de su madre, ¿cómo podía yo pensar siquiera en estropearlos? Así que los fui amontonando uno a uno, escondiéndolos en mi habitación.

Finalmente, caí en la trampa de ese experto embaucador, cuando esa mañana llegó a mi despacho su último obsequio: mi regalo de cumpleaños. Un cumpleaños del que nadie se acordaba nunca y por el que todos olvidaban felicitarme. En un pequeño estuche de terciopelo había un pequeño colgante de plata en forma de corazón roto, como el logotipo de mi empresa. Las letras grabadas tenían una tipografía similar a la que utilizaba para mi tienda, pero el mensaje era totalmente distinto: «Te esperaré siempre».

Mientras apretaba entre mis frías manos el colgante que ahora pendía de mi cuello, me di cuenta de pronto de que JongIn era la única persona que había acertado con mi regalo de cumpleaños. ¿Cómo podía perder al único hombre que me conocía y me amaba como nadie lo había hecho? Pues os diré cómo: con una estúpida furgoneta que se negaba a arrancar en medio de una desierta carretera en medio de la nada, donde no había cobertura para el teléfono móvil ni un teléfono de emergencia.

—¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! —grité una vez más, histérico, mientras pateaba la rueda de mi antigua furgoneta de repartos, recién salida del taller. ¿En qué maldito momento se me había ocurrido ayudar a Suho con los
últimos repartos del día de San Valentín,
cogiendo aquella vieja tartana antes de
decidirme a asistir a mi boda? Sólo quería darle una lección a ese presumido de JongIn, haciéndolo esperar un poco antes de presentarme en la iglesia.

Incluso llevaba conmigo todos los complementos de mi atuendo por si se me hacía demasiado tarde. Pero desafortunadamente para mí, nadie sabía que pensaba asistir a mi boda, y si la furgoneta y yo desaparecíamos ese día, todos pensarían que había hecho lo que siempre había insinuado que haría: dejar al esperanzado novio plantado en el altar, demostrándole con ello que todavía lo odiaba.

Pero en realidad, y para mi desgracia, nunca lo había dejado de amar. Incluso cuando me rompió el corazón en pedazos con su traición. La pregunta que me hacía mil veces en mi desesperación por que alguien pasara por aquel solitario lugar era si él comenzaría a odiarme si yo no asistía a la boda, avergonzándolo delante de todos. Por primera vez en años empecé a rezar. Rogué para que JongIn nunca me odiara, porque yo lo amaba con toda mi alma.

El amor nos separará (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora