Desde el mismo y maldito día en el que aquella estúpida asociación apareció, todo habían sido problemas, problemas y más problemas. Kyungsoo había estado tan ocupado que ni siquiera había tenido tiempo para seguir fastidiando a aquel egocéntrico de JongIn, que no dejaba de dirigirle sonrisitas de satisfacción cada vez que sus miradas se cruzaban.
Por lo visto, él también había estado demasiado atareado con la apertura de una de sus tiendas en Londres, pero a diferencia de él, no tendría problemas con los proveedores, los clientes, los inspectores y los estúpidos de los comercios circundantes, que habían decidido que su tienda era inmoral e indecente.
Él era el ojito derecho de todos, mientras que Kyungsoo era un brujo, pero una brujo idiota, porque aún intentaba excusar algunas de las cosas que aquellas indeseables le habían hecho, y todo por culpa de los celos, porque a las malditas cotorras les había molestado que él tuviera una relación con JongIn.
Muestra de ello eran las insistentes visitas de la «señorita lapa» a Eros, con un montón de muestras de afecto caseras. Aquél era uno de esos días especiales en los que tenía toneladas de trabajo que hacer, pero sus tareas se acrecentaban cuando los proveedores se retrasaban, los encargos no llegaban y los productos con defectos se amontonaban en su entrada.
Le habían entregado trescientos osos defectuosos, que, en vez de eructar cuando se le daba al botón de encendido, comenzaban a vomitar una extraña mezcla verdosa, sin opción de pararlos de ninguna forma. Cuando los recibió, Kyungsoo discutió durante un buen rato con el proveedor que se los había servido, y que no les veía defecto alguno.
Finalmente, Kyungsoo se lo mostró de la mejor manera posible: dirigió un oso hacia él y accionó el botón de encendido. Para su desgracia, aunque ese obtuso hombre finalmente comprendió el problema, se marchó enfadado, sin darle ninguna solución. Desesperado y sin saber qué hacer, se dirigió a la acera de enfrente, donde tal vez aquel genio de los negocios pudiera darle una solución a alguno de sus
problemas.JongIn observó con atención la pequeña tienda de Kyungsoo. Otro de aquellos proveedores se marchaba alterado porque él se había negado a no hacer nada ante sus provocaciones. Eso a JongIn no le gustaba. El molesto acoso de aquella exasperante asociación estaba consiguiendo alejarlos cada vez más.
Siempre que él tenía tiempo para verlo, Kyungsoo estaba demasiado ocupado con algún problema referido a su establecimiento. Y, para colmo, tenía que aguantar el asedio de aquella rubia que vestía como los protagonistas de La casa de la pradera, pero que tenía unos pensamientos de lo más sucios y pervertidos.
JongIn estaba hasta las narices de comportarse con educación con aquellas dos fastidiosas cotillas para no dañar la imagen de su negocio. En más de una ocasión se había sentido tentado de contratar los servicios de Love Dead para ver si así les quedaba claro que no le gustaban las mujeres como Krystal.
Él prefería mil veces la burda sinceridad de Kyungsoo a las dulces insinuaciones de una víbora malintencionada. JongIn había tenido bastante de ese tipo de féminas y podía asegurar a ciencia cierta que si no tuviera dinero, aquellas dos no lo tratarían con tanta deferencia.
Se dispuso a salir de su tienda en busca de su amado Kyungsoo para intentar ayudarlo a resolver sus problemas, cuando la indecorosa rubia del Comité para la Decencia y la Moral llegó de nuevo para acosarlo con sus empalagosos dulces.
—¡Buenos días, JongIn! Pasaba por aquí y he decidido hacerte una visita — dijo, tendiéndole un pastel—. ¡Es de boniato!
—¡Mmm, mi preferido! —mintió él, dispuesto a indigestar con él al primer perro que pasara por su lado—. Siento no poder atenderte, Kristal, pero ahora estoy muy ocupado y me disponía a salir a almorzar con mi prometido— añadió, intentando escapar de la agobiante joven.
Pero aunque la rechazara con amabilidad mil veces, no parecía darse cuenta de que sus atenciones no le interesaban en absoluto. En el pasado tal vez hubiera aceptado gustoso alguna de sus invitaciones, pero en esos momentos su mente y su libido sólo podían pensar una cosa: en los treinta y cuatro días, seis horas y cuarenta y dos minutos que llevaba sin acostarse con su bello y arisco enemigo.
—Si me disculpas... —intentó excusarse de nuevo, apartando la mano de ella de su brazo.
—Dime una cosa, JongIn, ¿por qué estás con un doncel como ése? Podrías tener a cualquiera... —contestó Kristal dulcemente, insinuándosele una vez más —. Y tú vas y caes bajo el influjo de un malicioso joven que tiene contratados a un grupo de groseros e impresentables.
¡JongIn, yo soy una buena mujer y no
pararé hasta guiarte por el camino de la salvación y alejarte de los brazos de ese mal pécoro! —anunció Kristal con determinación, mientras se echaba sobre él, dándole un brusco beso en los labios que a JongIn lo dejó frío. La alejó, decidido a rechazarla una vez más con la firmeza y sinceridad que merecía, cuando vio a Kyungsoo en la puerta, fulminándolo con una de sus gélidas miradas.Uy uy drama, drama 😝.
Gracias por leer, por sus comentarios y sus estrellitas.
Nos leemos de rato.
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El amor nos separará (Kaisoo)
FanfictionDo Kyungsoo y Kim JongIn enfrentados en los negocios, uno adora San Valentín y el otro lo detesta, en que terminara este enredo