Capítulo 3.2

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Kyungsoo debia admitir que el asombrado
joven que lo acompañaba era verdaderamente un adonis, de unos veintisiete o veintiocho años, metro ochenta y cinco, melena rubia y unos hermosos ojos cafes. Además, tenía un cuerpo de infarto.

Desde el momento en el que se atrevió a entrar en su tienda, lo miraba todo con suspicacia e incredulidad: las rojas y chillonas paredes del establecimiento, que contrastaban con el negro y brillante suelo, las distintas zonas habilitadas para cada uno de sus empleados y la gran gama de productos que ofrecían parecían abrumarlo.

A juzgar por la ropa que llevaba, aquel impecable traje de diseño y el caro reloj de oro que tanto miraba, sin duda se trataba de uno de esos ricos mimados que se atrevían a entrar en su local por pura curiosidad, tras la publicación de aquel artículo que le había traído más problemas que beneficios.

—Bien, ¿y de qué quería hablarme? —preguntó Kyungsoo, consciente de que un hombre como él nunca compraría nada
en su tienda.

—Estoy buscando negocios en los que invertir y el suyo me pareció muy interesante cuando leí un artículo sobre su tienda en la prensa local y... ¿Qué es eso?  se interrumpió JongIn, al ver un enorme y estrafalario jarrón transparente de más de medio metro de altura en el centro de la tienda, bajo un llamativo cartel.

—Léalo usted mismo —indicó maliciosamente Kyungsoo con una burlona sonrisa.

—«Si la llenáis, este mes le pago al banco en centavos.» ¿Funciona? —preguntó Jongin, sabiendo la respuesta tras las innumerables quejas de su padre.

—Son muchos los que odian al House Center Bank, creo que hay días en los que algunas personas entran nada más que para soltar algún que otro centavo.

—Muy imaginativo, ¿cómo se le ocurrió?

—Pura inspiración después de que intentaran cobrarme unos intereses por un retraso que no me correspondía. Ahora nunca olvidan quién les pagó y en qué fecha.

—¿Podría enseñarme algo más de su negocio y de sus originales ideas?

—Si así lo desea... —respondió él desapasionadamente, consciente de
que aquello no llevaría a nada. Ningún hombre trajeado osaría invertir nunca en
un negocio como el suyo.

—Kyungsoo, no seas tan arisco con este
posible inversor —la reprendió alegremente un joven rubio de hermosos ojos cafes y con un cuerpo de modelo.

—BaekHyun, hoy tengo demasiado que hacer como para ponerme a hacer de guía.

—No te preocupes, ¡para eso estoy yo aquí! —sugirió el rubio, sin poder apartar los ojos de él—. ¡Yo le explicaré detenidamente todo lo que se hace en este original negocio! —declaró el alegre joven, mientras lo apartaba de el insidioso Do Kyungsoo.

—Aquí es donde trabaja Barnie, éste es el momento del año en que más ocupado está, así que no lo interrumpiremos demasiado —anunció jubilosamente Baekhyun, señalando a un hombre un poco obeso que, sentado en un sillón hinchable en un rincón de la estancia junto a una gran pila de cajas de bombones, se dedicaba a abrir las hermosas y caras cajas y dar un solo y desalentador mordisco a cada una de aquellas elaboradas delicias.

—¡¿Se puede saber qué hace?! ¡Esos bombones valen cerca de doscientos dólares! —gritó JongIn, exaltado, al presenciar tal atrocidad.

—Lo sé, por eso nadie duda en abrirlos —se burló maliciosamente el dueño de la atroz tienda, desde detrás de un mostrador negro con la forma de medio corazón roto.

—¡Lo que hace es inhumano! ¡Ese hombre puede llegar a padecer diabetes por su culpa! —le espetó JongIn.

—Barnie está a dieta el resto del año y además todos le ayudamos con esta tarea. Incluso algún que otro cliente se presta a probar esos exquisitos bombones.

El amor nos separará (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora