Capítulo 3.1

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Chicas mañana no podré subir el cap, así que lo subo ahora, thanks por leer.

Kim JongIn finalmente había encontrado la extravagante tienda Love Dead. No cabía duda de que destacaba respecto a los demás comercios de la calle comercial de la vieja Pasadena.

Aunque la fachada exterior era similar a la de los demás comercios, su enorme cartel con un negro corazón roto y las chillonas letras en color verde fosforito lo hacían único.

Sus grandes escaparates estaban repletos de multitud de aquellos amenazantes osos en diferentes tamaños, y todos ellos parecían reírse de él.

También había unos imaginativos bombones de chocolate en forma de trasero, unas ofensivas tarjetas y alguna que otra cesta floral llena de cardos.

Un joven bastante atractivo, ataviado con unos raídos vaqueros y una original camiseta negra en la que había impresa la palabra «Muérdeme» llamó su atención, mientras colocaba un tanto distraído un adorno en la fachada exterior de la tienda.

Su cabello castaño con algún que otro reflejo cobrizo y sus hermosos ojos color
caramelo lo impactaron, así como su
rostro, tan hermoso y angelical como el
de uno de aquellos muñecos de porcelana francesa que su madre siempre le prohibía tocar cuando era niño.

Semejante doncel no debería estar trabajando en una tienda tan vulgar. Tendría que estar envuelto en sedas, más concretamente en las sábanas de seda
blanca de la cama de JongIn.

La camiseta que cubría su pecho hacía que la impertinente palabra quedara en un lugar que cualquier hombre con sangre en las venas desearía morder osea justo en sus pezones. 

Los gastados vaqueros marcaban su bonito trasero, con el que JongIn ya empezaba a fantasear, y que en esos instantes estaba en una posición muy sugerente, al intentar colocar la caricatura de un aniñado Cupido,
utilizando una desvencijada escalera que
la hacía mantener un precario equilibrio.

—¡Perfecto! —exclamó satisfecho el atractivo doncel, perdiendo pie en el proceso de la celebración.

JongIn fue a ayudar instintivamente a
el delicado joven, pero ya fuera por mala suerte o porque sus pensamientos se habían adelantado a sus acciones, su mano acabó en el trasero de él, al evitar que cayera de bruces al suelo.

En el mismo instante en que su mano se posaba en tan sugerente sitio, él se volvió furioso, destilando odio, y en el preciso momento en que habló, JongIn supo por qué trabajaba allí.

—¡Si no quita ahora mismo sus manos de mi trasero, se las corto! — amenazó hecho una furia, fulminando a JongIn con la mirada.

—Lo siento, joven, sólo intentaba ayudarlo a no caerse —se disculpó él, esbozando una de sus hermosas sonrisas que tanto encandilaban a las mujeres y donceles.

—¡Claro, y su acto altruista tenía que socorrer precisamente a mi trasero! —replicó el doncel, desechando rápidamente sus disculpas, mientras bajaba de la escalera.

—Ha sido un gesto instintivo... — intentó disculparse JongIn nuevamente.

—Y si estoy a punto de caerme por un precipicio, ¿qué hará instintivamente?
¿Me cogerá del pene? —respondió él  groseramente, acabando con las buenas
intenciones de él.

—No, joven, después de ver su carácter tan agradable, lo dejaría caer —replicó, perdiendo definitivamente la paciencia—.

No obstante, he venido aquí por un asunto de negocios y me gustaría hablar con el dueño del local, así que, si me hace el favor de avisarle, le estaría muy agradecido —concluyó tajante, intentando poner al joven en su lugar.

Él le dirigió una mirada de desprecio antes de entrar en la tienda y, cuando salió de nuevo, llevaba un arma que cargaba despreocupadamente mientras se dirigía hacia él.

Lo miró desafiándolo a que aguantara el tipo y JongIn le sonrió burlonamente, seguro de que no era capaz de hacer nada con aquella arma que, al mirarla detenidamente, vio que era de aire comprimido.

Él  joven lo miró furioso, levantó la pistola y disparó imperturbable a la cabeza del Cupido que se hallaba expuesto y sonriente en la parte más alta de la fachada de la tienda.

—Yo soy Do Kyungsoo, el dueño —declaró firmemente, a la vez que bajaba su arma dejando a JongIn  boquiabierto por el agujero que lucía ahora el dios del amor en la frente.

—¡Chicos, el concurso de tiro ha comenzado! —gritó escandalosamente el
dueño de tan estrafalario negocio, dando
paso a un variopinto grupo de sujetos, que salieron con paso decidido del local—.

Más tarde estaré con usted. Si es que
aún quiere hablar de negocios conmigo,
claro está. Y sonrió maliciosamente a un
intrigado Kim JongIn, que no dudó en apartarse para dejar paso a aquel extraño ritual del que parecían tomar parte todos los empleados.

—Bueno, chicos, la paga extra ya la tenéis, os la habéis ganado con creces: ¡hemos superado las ventas del año pasado! —anunció animadamente Do Kyungsoo, consiguiendo algún que otro grito de alegría por parte de sus empleados.

—Ahora falta decidir quién se lleva el lote de regalos. Como todos los años, ¡quien le acierte a Cupido y tenga el mejor tiro gana! —proclamó Kyungsoo  con euforia, pasándole la pistola a uno de sus empleados.

Uno a uno, los trabajadores fueron apuntando y disparando. Algunos no le
dieron, pero otros acribillaron al pobre
niñito alado con gran malicia.

«¿Es que en esta tienda están todos locos?», pensó JongIn, mientras los veía celebrar un acertado disparo en el culo de Cupido. Cuando la campanilla de la tienda volvió a sonar, su atención se vio atraída por una dulce anciana que salía lentamente para acercarse a aquel grupo de locos.

Parecía un tanto molesta, sin duda por la acción que estaban llevando a cabo aquel hatajo de impresentables el día de San Valentín. Por fin alguien con cabeza los haría entrar en razón.

Seguro que después de la reprimenda de la
abuelita, ninguno de los presentes se
atrevería a levantar la vista.

—¿Por qué no me habéis avisado? ¡Estaba en la trastienda y no he oído que el concurso había empezado! ¡Sois unos
hijos de...! —los reprendió la anciana, con un vocabulario bastante extenso que dejó a JongIn anonadado.

—¡Venga, vieja malhablada, deja de maldecirnos y dispárale a Cupido! — bromeó un joven bastante fornido que no
había tenido muy buena puntería.

La abuelita cogió el arma con sus delicadas manos y, con suma jactancia,preguntó:

—¿Dónde queréis que le dé este año: en un ojo, en el ala, en los pañales...? Tras las animadas peticiones, a cuál más imaginativa, Do Kyungsoo  decidió:

—Descuélgalo de la fachada, Agnes. Después de todo, el único que falta por tirar es Suho y todos sabemos que su puntería es pésima.

—¡Mirad y aprended, jovencitos!—presumió la anciana, que de un solo tiro hizo que la imagen de Cupido se desprendiera de donde estaba colgada y cayera al suelo, acabando a los pies de un boquiabierto JongIn.

—Bueno, Agnes, ¿y quién tendrá el placer de recibir todo un lote de nuestros regalos este año?

—Mi querido yerno, por supuesto, así aprenderá a traerme a mis nietos más
a menudo.

—¿Y qué mensaje le ponemos? — preguntó una de las jóvenes empleadas, abrazando cariñosamente a la anciana.

—Pues el mismo del año pasado: «¡Te lo advertí!» —dijo la abuelita, siendo conducida alegremente por todos hacia el interior de la tienda.

JongIn cogió la destrozada imagen de Cupido y observó cómo un sonriente y perverso Do Kyungsoo lo retaba a enfrentarse a lo desconocido.

—Y ahora, ¿quiere que hablemos de negocios? —propuso él extravagante dueño de Love Dead, mostrándole con una burlona reverencia el camino que conducía hacia el interior de su establecimiento.

Jejeje, amo amo el negocio de Kyungsoo.

Bueno nos leemos el viernes.

Gracias por las estrellitas y sus lecturas.

💋

El amor nos separará (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora