Tropiezo

1.3K 166 11
                                    

Me enfoqué en los preparativos de la boda de Anahí y mi hermano, tanto, que por todo este mes he  olvidado todo lo malo. Ellos, de alguna manera, me contagiaron de su emoción e ilusión. He estado haciendo reservas, viendo arreglos, probando comidas, eligiendo el sabor del pastel, los colores perfectos, la iglesia, viendo sus posibles trajes, la pequeña recepción en casa de los padres de Anahí; absolutamente todo. He tenido tanta energía y he tenido la cabeza tan ocupada, que no me ha importado ni mucho menos incomodado mi pierna metálica.

Durante todo este mes no he llorado ni un solo instante, ni me han atacado las pesadillas o los recuerdos. Salgo de casa tan temprano y llego tan tarde, que apenas toco la cama y me tomo mis medicamentos, quedo profundamente dormida.

La Dra. Cavalier me ha insistido para que retome mi trabajo como diseñadora, después de todo, ocupar la mente y más si es en algo que da felicidad, ayuda mucho a cambiar la perspectiva de las personas y a empezar a crear motivos para seguir y no desfallecer. Me ha felicitado por mi cambio en los últimos días, pero teme que recaiga una vez que la boda se efectúe.

Y, siendo sincera, ese también es mi miedo. Ahora que todos los preparativos de la boda acabaron y lo único que hace falta es la unión, todo volverá a su rumbo y yo no tendré en qué ocupar mi tiempo. Volveré a permanecer en casa todo el día, viendo amanecer y anochecer a través de la ventana de mi habitación mientras me ahogo en recuerdos y tristeza.

Aunque he sopesado la idea de buscar trabajo, siento mucho temor de que me cierren las puertas en la cara por mi condición.

Hoy es la despedida de soltera y me siento cada vez más eufórica y nerviosa. No vamos a ser muchas mujeres, pero sí las suficientes para crear un caos en el privado del club que aparté hace dos semanas.

Me encargué de preparar todo lo que Anahí y la mayoría de las chicas querían para esta noche, incluyendo al stripper que la hermana de mi cuñada dijo que debía haber sin falta alguna.

—Te ves preciosa, mi amor —mi madre me halagó una vez entró a mi habitación y bajé la mirada.

Me miré en el espejo y debía admitir que el largo vestido de color azul acentuaba el color blanquecino de mi piel y hacia juego con mis ojos. No me veo tan fatal como otros días por el poco maquillaje que usé en mi rostro, pero todavía me veo muy delgada, nada comparado a lo que era dos años atrás.

—Queria ponerme este vestido —confesé, tomando el traje corto y de color rojo en mis manos—, pero es probable que mi pierna le saque los ojos a más de uno.

—Deja de bromear, Margot —me increpó, dándome una mirada llena de reproche—. Eres hermosa vistas lo que vistas, ¿entiendes? Además, las personas no tienen por qué señalarte. No eres ni más ni menos que otros. Eres una mujer fuerte y bendecida que tuvo la oportunidad de escalar más alto que otros.

—Mamá, dejémonos de cosas, pero sabes que esta cosa resta belleza y atrae miradas de pena, lástima o curiosidad.

—Pues no todos vemos las cosas del mismo modo. Yo solo puedo ver en ti y en muchos que han pasado por lo mismo que tú, una persona fuerte y aguerrida, capaz de enfrentar la muerte y cualquier obstáculo que se atraviese en sus caminos —se acercó a mí y tomó mis manos—. Tú eres una mujer muy hermosa. Que ya no cuentes con una parte tuya, no quiere decir que hayas dejado de ser bella.

—Tú me ves con ojos de madre, por eso siempre seré bella en tu percepción.

—No es cierto, mi amor...

—Vayamos antes de que Anahí venga por nosotras, ¿sí? —cambié de tema intencionadamente y suspiró—. La discoteca está en Búfalo y... bueno, ya sabes, tenemos que estar a las ocho.

Salí de la habitación y me encontré con las demás mujeres en la sala, muy emocionadas por empezar a festejar cuanto antes la despedida de soltera.

Salimos poco después en dos camionetas alquiladas y me mantuve en silencio durante el recorrido, pensando en que todo parece ser una repetición absurda de mi boda. La misma emoción, las mismas personas, el mismo camino, la misma discoteca, pero nada es como hace dos años y no soy yo la que me voy a casar...

Suspiré acongojada tan pronto bajé de la camioneta y el viento golpeó mi rostro. Sentía ganas de volver corriendo a mi casa y no estar en este lugar, pero me prometí a mí misma seguir intentándolo.

Hicimos fila para entrar a la discoteca y me sentí tan fuera de ambiente en medio de tantas mujeres hermosas, con vestidos cortos mostrando sus perfectos cuerpos mientras yo vestía un simple vestido azul escotado en la espalda y tan largo que ni siquiera se me veían los pies.

—¿Todo bien? —inquirió Anahí y asentí, dándole una sonrisa tranquilizadora—. Diviértete hoy, Mago.

—Haré lo que esté a mi alcance.

Las chicas iban tan divertidas y resueltas haciendo bromas, que me vi riendo por lo que la hermana de Anahí había dicho del enorme y atractivo guardia de seguridad cuando entrábamos a la discoteca. Ella, de todas, es la más desinhibida y me recuerda tanto a la mujer que fui en el pasado, que no podía dejar de pensar en cómo sería mi vida si la desgracia no me hubiera caído encima.

Estaba distraída, pero riendo por los comentarios sexuales de Anya, que no me di cuenta de nada a mi alrededor si no hasta que me estrellé de frente con alguien y de ni ser por su rápido actuar, hubiera caído de lleno al suelo.

—Lo siento tanto —murmuró una voz masculina muy cerca de mi rostro, afianzando sus brazos alrededor de mi cintura—. No te vi.

Levanté la mirada y por un momento sentí que el mundo se detenía a mi alrededor y mi corazón se agitaba en mi pecho. Sus ojos verdes estaban fijos en los míos y su sonrisa se hizo más amplia hacia el lado derecho, lo que calentó mi pecho y toda mi piel de una forma que no me podía explicar. Era un hombre, sin duda alguna, terriblemente atractivo.

—¿Podrías soltarme, por favor? —le pedí, sin poder apartar la mirada de la suya, que parecía absorberme con cada segundo.

—Por supuesto —descaradamente acarició mi espalda y mi cintura en el proceso de retirar sus manos de mi cuerpo y todo mi interior vibró con fuerza—. ¿Estás sola? ¿Cómo te llamas?

—Yo...

—¿Está todo bien?

Anahí y mi madre me tomaron del brazo y me alejaron del hombre, como si me tratara de una pequeña niña que estaba a punto de cruzar la calle sin saber. Mi corazón latía fuerte, sentía mi rostro caliente y mis manos sudaban y temblaban sin control. Eran sensaciones que hace mucho no sentía, pero ahí estaban, como despertando de un letargo ante la profunda mirada de un hombre.

—Sí, todo en orden —resolvió el hombre y nos hizo una pequeña reverencia—. Fue un gusto estrellarme con una mujer tan bella, supongo que esta es la premonición de una noche diferente y única. Nos vemos luego, preciosa.

Me guiñó un ojo con descaro y siguió su camino junto a una mujer que lo tomaba del brazo y retomaban su conversación como si nada hubiese pasado.

—Que hombre más descarado y sinvergüenza —dijo mi madre y Anahí le dio la razón—. ¿No te hizo nada?

—Solo nos tropezamos, mamá.

—Es un descarado, pero muy atractivo—susurró mi cuñada a mi lado—. Y te miró de una forma que...

—¡Vamos, chicas, que hoy nos espera una noche sensacional! —gritó Anya unos pasos más adelante que nosotras y asentimos.

Me dejé guiar por mi madre y mi amiga, pero por alguna razón, sin poder apartar la mirada del hombre que se había sentado en la barra con la mujer y me miraba con una sonrisa coqueta y una mirada tan intensa que me hizo estremecer.

Volver a empezar[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora