—¿Se puede?
Miré a mamá desde mi lugar y asentí, dándole una sonrisa mientras ella se acercaba al sofá y se sentó a mi lado. Volví la vista al frente, viendo con atención como la lluvia repicaba con fuerza en la ventana. El día se sentía tan frío y la nostalgia me envolvía con mayor fuerza.
—¿Marcus salió? —quise saber, rompiendo el hielo entre nosotras.
—Sí, invitó a cenar a Anahí.
Sonreí, pese a que sentía un miedo inexplicable en mi pecho. Me casé un día lluvioso, mismo donde lo perdí todo. No me gusta la lluvia ni mucho menos salir cuando el pavimento está tan mojado, quizás ese sea mi miedo y por eso siento tanta angustia de que mi hermano esté por fuera en este tipo de clima.
—¿Al fin se atreverá a pedir su mano? Espero que deje el miedo atrás y sí lo haga.
—Se veía muy nervioso y feliz —mamá soltó una risita—. Supongo que sí le pedirá matrimonio. Menos mal, porque ya empezaba a idear un plan para sacarlo de aquí —bromeó, haciéndome reír.
—Ni casándose se irá lejos de casa.
El silencio con mamá no es denso ni incómodo, todo lo contrario, con ella todo se siente en calma. Su mera presencia me brinda todo lo que necesito y más.
—He estado pensando en arrendar la casa —solté sin más, llamando la atención de mi madre—. No soy capaz de regresar a vivir allá, sabiendo que estaré sola...
—¿Y la tienda? ¿Has pensado en todo lo que invirtieron y van a perder si no la abres?
—Muchos de los insumos ya debieron echarse a perder, mamá. Han pasado dos años desde entonces. Marcus no ha hecho nada más que ir a limpiar, porque está esperando que sea yo quien decida qué hacer con todo —suspiré—. No quiero vivir con el constante recuerdo de lo que pasó, pero tampoco quiero dejar la casa abandonada.
—Cuando estés lista, yo misma te acompañaré, ¿sí? Sea la decisión que tomes, te apoyaré en todo, mi amor.
—Gracias, mamá —me recosté de su hombro y tomé su mano—. Te amo tanto. Eres la mejor madre que la vida me pudo dar.
—Te amo mucho más, mi amor. Tú y tu hermano son mi todo, lo más bonito que Dios y la vida me dieron. No voy a descansar hasta verlos completamente felices.
No le respondí nada, porque es inútil discutir un tema tan controversial. Mi madre tiene la plena seguridad de que seré muy feliz una vez que la tormenta haya pasado, y yo sé que nunca podré ser feliz, al menos no un ámbito amoroso, porque Gonzalo y mi hijo eran esa felicidad.
Permanecimos en silencio, observando la lluvia caer por largos minutos, antes de que mi madre me dijera que haría chocolate para el frío. Sé lo mucho que sufre por mí y lo que se contiene para que yo no la vea llorar, pero eso no quiere decir que yo no me dé cuenta de ello.
Mi madre es una mujer muy hermosa, pese a su edad. Pero con todo lo que ha pasado en estos dos últimos años, he visto con mis propios ojos como empieza a apagarse, hecho que me hace sentir muy culpable y mal. Si no me he rendido por completo, es por ella y por mi hermano, porque ellos no merecen que yo sea tan egoísta y las pague tan mal cuando han hecho hasta lo indecible por sacarme adelante.
***
Desperté luego de haber dormido un par de horas. Me tomé mi medicamento y permanecí un rato recostada en el espaldar, cansada, un poco adolorida y con hambre. Las pesadillas y el insomnio no me dan tregua de nada. Es más, pareciera que cada noche la desesperación, la soledad, la tristeza y el miedo es peor.
Me levanté desganada e hice todo mi proceso diario, fastidiada de tener que ponerme esa pierna tan incómoda. Me miré por largo rato lo que quedaba de mi pierna y cerré los ojos antes de empezar a llorar de nuevo. Me amoldé a esta vida luego del accidente porque no tuve más opción, pero eso no quiere decir que esté de acuerdo con lo que la vida me tenía destinado.
—¡Margot! —oí la voz de Anahí y me apresuré a ponerme la prótesis y espantar mis lágrimas antes de que ella entrara a mi habitación como un torbellino, sonriendo de oreja a oreja y con un brillo de felicidad que conocía a la perfección—. ¡Mira!
Tomé su mano cuando me la extendió y sonreí, viendo con atención el bonito anillo que tenía puesto y mi hermano le dio.
—Felicidades, espero sean muy felices. Yo sé que el narizón es algo idiota, lento y torpe, pero él te ama más que a nada en esta vida.
—Me siento la mujer más feliz de este mundo. ¿Sabes cuánto he esperado por este momento?
—He sido fiel testigo de tu espera —la abracé—. Ahora ya harás parte de la familia.
—¿Antes no lo era? —bromeó y negué.
—Ahora estás un paso más cerca a ser legalmente de la familia.
Soltó una risita divertida, devolviéndome el abrazo con mucha fuerza y efusividad.
Quise no dejarme llevar por los recuerdos, pero de nuevo me atacaban sin que pudiera evitarlos. Recordé la noche en la que Gonzalo me pidió matrimonio luego de dos años de relación y me dijo que deseaba ser mi esposo hasta el fin de sus días. Esa misma noche me entregué a él, soñamos con nuestra vida juntos e ideamos la tienda.
Trabajamos desde entonces para que todo fuese en orden y perfecto. Terminamos nuestras carreras, trabajamos y ahorramos en conjunto para comprar la casa y montar nuestra tienda de insumos. Dejamos nuestro matrimonio de último, como un inicio de nuestra vida y sueños juntos. Todo era perfecto, nos encontrábamos en lo más alto de la montaña, dispuestos y deseosos de comernos el mundo entero.
Me espabilé antes de que la tristeza me ganara y terminara llorando ante todo lo que perdí y no puede ser por más que lo desee. Le regalé una sonrisa a Anahí y bajamos juntas a la primera planta de la casa, donde mi familia y la suya estaba reunida.
El almuerzo fue tranquilo y, aunque no quería estar rodeada de tantas personas que me miraban con pena y lástima, no podía dejar solo a mi hermano en este momento de su vida. Su felicidad es la mía, además de que merece lo mejor por ser un hombre tan maravilloso.
—Tenemos una propuesta que hacerte, Margot.
Las miradas cayeron en mí y miré a mi cuñada y luego a mi hermano sin saber muy bien lo que había dicho ella. Estaba tan ida en pensamientos, que no entendí muy bien de lo que estaban hablando todos.
—Lo siento, estaba distraída. ¿Qué me decías?
—Que tenemos una propuesta que hacerte Marcus y yo, ¿verdad, mi amor?
—Sí, cielo —la mirada verdosa de mi hermano se posó en mí—. Primero que todo, queremos que seas nuestra dama de honor.
—¿Por qué? —la pregunta salió a la defensiva y sin que yo pudiera contener mi lengua.
—Porque te amo y no hay nadie más cercano a nosotros que tú —respondió mi hermano con calma.
—Exacto, además de que confiamos mucho en ti, Mago. Eres mi mejor amiga, la única que ha estado para mí en todo momento y me ha visto reír y llorar por Marcus. Queremos que seas parte de nuestra unión así como estuvimos para ti en su momento... —la voz de mi amiga se quebró y mis ojos se llenaron de lágrimas—. Tú eres muy importante para nosotros y queremos compartir nuestra felicidad contigo.
—Gracias por tenerme en cuenta —me limpié las lágrimas, dándoles una sonrisa genuina—. Hay mucho por hacer... ¿y cuánto tiempo para la boda?
—Un mes.
—Vaya, no sabía que estaban tan desesperados en casarse —murmuré y todos rieron—. En un mes se puede hacer una boda medianamente decente.
ESTÁS LEYENDO
Volver a empezar[✓]
RomanceLa vida en muchas ocasiones nos despliega diferentes caminos, llevándonos a un destino totalmente opuesto al que nos habíamos idealizado. Margot estaba en la mejor etapa de su vida, era feliz junto a su novio y futuro esposo, pero en un solo instant...