Oportunidad

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—Eres tan hermosa y perfecta —la tomé de la barbilla y acerqué mis labios a los suyos—. No tienes que sentirte insegura por cómo te veas, sentir miedo alguno ni mucho menos sentirte acomplejada. Tú eres una mujer completa, única en este mundo y preciosa como una invaluable obra de arte. El físico de una persona no vale de nada, porque año tras año, vamos perdiendo esencia. Lo que en verdad vale la pena descubrir está en el interior, en el tipo de ser humano que somos. Tú eres un bello ángel, que ha caído de lo más alto del cielo, pero que ha sabido ponerse de pie con toda la entereza que posees.

—Pero es que...

Silencié toda mala palabra que fuese a decirse a sí misma en un beso tan tierno como arrollador, asegurándole de que no tenía por qué sentirse mal por cómo luciera por fuera. Además, fue la excusa perfecta para volver a fundirme en esos labios tan exquisitos. Desde que los probé, se han convertido en una terrible necesidad.

Acerqué su cuerpo al mío por la cintura, llevando mis manos por su espalda baja, para emprender un lento recorrido hacia arriba. Acaricié suavemente su tersa piel, provocando un leve estremecimiento en todo su ser.

Sonreí contra sus labios y profundicé el beso, soltando su cabello recogido y enroscándolo en mi mano mientras volvía a descender con la otra por toda su espalda.

El beso fue tan apasionado y húmedo, que despertó cada uno de mis deseos más recónditos.

Hace tiempo decidí dejar de buscar mujeres al azar y pasar el rato, para darme el tiempo de encontrar y conocer a la indicada. Hace meses no tengo contacto más íntimo con una mujer que solo un beso en medio de alguna cita. El calor que recorre mi ser es tan intenso, no me permite pensar con claridad, aunque tengo clarísimo que no puedo sobrepasar la línea.

Me encantaría deshacerla en mis brazos, pero ninguno de los dos está completamente lúcido. El alcohol es lo que nos ha hecho actuar, por eso mismo no me gustaría meter la pata haciendo algo que quizás ella no quiere. Pero unas cuantas caricias no vendrían mal, más cuando son dadas con sinceridad y el mayor de los gustos.

Me encontraba tan duro y sensitivo. Entre más nos besábamos, más le prodigaba caricias subidas de tono, atreviéndome a ir más allá de su espalda y su cintura.

Llevé mis manos por sus caderas, apretando su carne entre ellas y deleitándome con la exigencia de sus besos y su respiración agitada.   Descansé mis manos en su trasero y lo agarré firmemente, haciendo una presión deliciosa de nuestros cuerpos, la cual nos arrebató un gemido al unísono.

Pensé que me rechazaría o me apartaría, pero su gemido más esa intensidad con la que siguió robándome el aliento, me incentivó a amasar sus nalgas y frotarme contra ella.

Perdí todo control de mí cuando sus pequeñas manos recorrieron mi pecho con una suavidad que me hizo estremecer de pies a cabeza. Las ganas acumuladas, el deseo que siento por ella y todo lo que ha nacido en el medio de nosotros, hizo que olvidara que no podía pasar más allá de esa línea que yo mismo tracé en mi mente.

Excitado y maravillado por cómo me corresponde de vuelta con esa misma fuerza e intensidad, la tomé entre mis brazos y la llevé hacia la habitación.

Tendí su cuerpo a lo largo de la cama y me quedé contemplando su hermosa figura. Su piel blanca hace juego con los tendidos grises de la cama, dándole vida a cada recoveco de una habitación que siempre me ha parecido insípida y solitaria.

Sonreí de costado antes de dejarme caer sobre su cuerpo. Miré el brillo de sus ojos y, por más que quise decirle alguna palabra, me encontraba muy embobado viendo ese mar tan profundo y cristalino que habita en su mirada. No hay nada más bello y angelical que su rostro.

Antes de que fuese a decir alguna palabra que rompiera con esa atmósfera de pasión y sensualidad que se había creado entre nosotros, me apoderé de sus labios, deslizando mi lengua entre ellos para poder tener mayor acceso a su boca.

Su lengua se rozó con la mía y gemí al sentir la calidez y humedad de ella. Sus besos son una completa exquisitez. No me cansaré nunca de perderme en sus suaves labios.

Cuando el aire empezó a hacerme falta en los pulmones, descendí mis besos por su barbilla hasta su cuello, donde probé la mezcla del sabor de su piel y de su dulce perfume. Me embriagué con la suave textura de su piel, y me encendió el doble al escuchar su respiración agitarse segundo a segundo de mis caricias.

Nuestras miradas se encontraron por unos instantes antes de que mis labios siguieran realizando un recorrido lento y húmedo por cada parte de su piel.

Recorrí el valle de sus senos, dándole forma con mis labios y deseando llevarlos directamente a mi boca y no por encima de su ropa interior, aunque en ese momento no me importaba mi placer. Lo único que quería era dejarle en claro que ella era una preciosidad y lo mucho que era capaz de provocar a un hombre con su mirada cargada de placer y su sensualidad.

Estaba enfocado en brindarle todo el placer a ella, en besar su piel que a gritos exigía más de mis caricias y atenciones. Dejé una estela de besos desde el valle de sus senos hasta su ombligo, brindándole debida atención con mi lengua.

Margot se retorcía bajo mis caricias, gimiendo en un hilo de voz demasiado erótico que me mantenía bien por lo alto.

Lamí desde su ombligo por todo su vientre bajo hasta llegar a su diminuta ropa interior y me mordí los labios al sentir su aroma llenarme todos los sentidos.

—Gabriel —gimió, haciendo el intento de levantarse de la cama, pero la detuve, atrapando sus caderas con mis manos.

—No voy a hacer nada que no quieras —susurré—. Si tú me dices que me detenga, así lo haré. No pasaré la raya, solamente quiero que entiendas que para mí eres una mujer que no le hace falta nada para ser perfecta y la más bella de todas. Yo no sé qué hiciste conmigo, pero me tienes realmente cautivado.

Una tímida sonrisa se dibujó en sus labios y acarició mi rostro, cerrando los ojos por breves instantes. Se ve tan linda y tierna cuando la timidez y el nerviosismo la gobiernan.

—¿Podrías abrazarme? —pidió y suspiré, guardando las ganas de poseerla en lo más profundo de mí—. Por favor.

—No tienes que pedirlo dos veces, mi reina.

Me quité la ropa a toda velocidad, quedando únicamente en bóxer y me acosté a su lado luego de verla quitarse la prótesis. La abracé por la cintura, sintiendo una increíble paz con el calor que emana su ser.

Descansó su cabeza en mi pecho y se pegó mucho más a mí, abrazándome con todas sus fuerzas mientras mis manos inquietas se paseaban con total descaro por su espalda hasta sus nalgas.

La oí suspirar, antes de sentir la humedad sobre mi piel. La hice incorporarse de mi pecho y besé sus labios, borrando sus lágrimas con la yema de mis dedos. Mostrarse ante otra persona no debe ser algo sencillo para ella, por eso trato de borrar de su mente todo lo malo que la acecha y atormenta.

Para mí Margot es perfecta y una diosa. No me importa tener que dar pasos lentos hasta llegar a lo más profundo de su corazón. Quiero conocerla mucho más, darle la mano y ser un apoyo en esos momentos donde no pueda más. Demostrarle que hay todo un mundo que la espera, dispuesto a darle todo lo que ella merece.

—No quiero reemplazar a nadie, ni mucho menos hacerte olvidar de los recuerdos de las personas que pasaron por tu vida y fueron importantes para ti, pero si tú me lo permites, me gustaría mostrarte la felicidad. Solo te pido una oportunidad para volver a empezar, si no funciona, seamos amigos.

—Ya no puedo pensarte ni verte como un amigo, Gabriel —respondió y sonreí, dándole un beso que se alargó por varios minutos, pero no pasó a más.

La hice girar y la abracé por la cintura, hundiendo el rostro en su cuello y llenándome de su exquisito aroma.

—Quiero darme una oportunidad contigo, pero solo te pido paciencia.

—Toda la que quieras, mi amor —besé su hombro y la apreté con más fuerza, emocionado y feliz de su gran paso.

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