Mudanza

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Ha pasado un largo y lento mes en el que he reflexionado con calma sobre mi vida. El dolor de la muerte de mi esposo y de mi bebé siempre quedará en mi alma, como un recuerdo de todo lo que no pudimos vivir juntos y amarnos como tanto lo deseamos. No trataré de hacer más preguntas ni de buscar más culpables, su muerte era lo que tenía que pasar y no tengo más opción que afrontar los designios de Dios.

Más que una promesa para Gonzalo, me prometí a mí misma encontrar mi felicidad.

Perdí una pierna y muchas veces he renegado de haber quedado con vida, de tener que pasar por tanto sufrimiento, pero ahora entiendo que Dios hizo un milagro conmigo y, si me dejó vivir, es porque todavía no era mi momento. No sé cuál es mi propósito en esta vida, pero si me quedo encerrada en mi burbuja, nunca lo voy a encontrar.

Compramos una casa y nos mudamos con mamá hace un par de días a Búfalo, puesto que me ofrecieron una oferta de empleo allí. El cambio de casa ha sido de gran ayuda, al igual que mi nuevo trabajo. Me siento ilusionada con esta nueva vida que vamos a comenzar y con ganas de salir adelante.

Ahora comprendo que, me cerré tanto en mi dolor y en mi pérdida, que no era capaz de ver más allá de mí. Siempre he pensado en mis sentimientos, en lo que yo perdí y no puedo recuperar, más no soy capaz de tener un poco de comprensión en lo que han perdido otros a mi alrededor y sufren tanto como yo.

Las palabras de ese hombre siguen dando vueltas en mi cabeza. Cada día pienso en todo lo que me dijo y no puedo evitar sentirme culpable. Cada ser humano lleva el dolor de una partida tatuada en su alma. La suya y la mía no se pueden comparar, porque el amor de una madre y una hermana no es igual al de un esposo. Me siento mal de haberlo juzgado, de haber sido tan tosca y recordarle la muerte de ellas. Todavía recuerdo su triste expresión y un dejo de culpa inunda mi alma.

Gabriel iba con toda la buena intención de arreglar las cosas conmigo, incluso me pidió disculpas por haberme besado cuando no debía y yo lo único que hice fue recordarle la muerte de su madre y hermana.

Fui muy dura con él, dije cosas que no debía cuando él solo quería una amistad y nada más,  puesto que, de las veces que nos encontramos, jamás quiso propasarse conmigo o intentó insinuar algo más. Aunque lo que más ronda por mi mente es su beso, más ese "me gustas" que quedó en mis memorias como disco rayado y ahora no puedo eliminar de mi cerebro.

No sé cómo sentirme con respecto a todo lo que un hombre desconocido me hizo sentir en cuestión de un par de encuentros. Es la primera vez que pienso en otro hombre que no sea Gonzalo y, aunque una parte de mí se siente mal, la otra me dice que no estoy faltando a su memoria o su recuerdo.

Gonzalo fue mi primer amor, ese hombre con el que soñé esta vida y la otra. Pero por cuestiones que nunca voy a comprender, él ya no podrá estar más a mi lado. Gonza ahora vive en mi corazón, como el recuerdo y el amor más bonito de mi vida, y nadie podrá arrancarlo de mi pecho.

Gabriel no está sustituyendo su presencia, él se abrió paso en mi pecho sin permiso alguno, sin siquiera pensar o premeditar. Él simplemente se clavó en mi mente de un solo golpe.

Mi cabeza es un caos cada vez que lo tengo en el pensamiento. Mi corazón se agita y, muy en lo recóndito, mi subconsciente empieza a imaginar cómo hubieran sido las cosas entre nosotros estando en un escenario muy diferente.

Sacudí la cabeza para quitarme del pensamiento a ese hombre y me centré en terminar de acomodar la que será a partir de hoy mi habitación.

Empiezo a asimilar la muerte de mi esposo y la perdida definitiva de mi pierna hasta ahora. Haga lo que haga no podré recuperar ninguno, por lo que debo aprender a vivir sin el amor de uno y el apoyo del otro. Todavía me cuesta acostumbrarme a la prótesis, pero tal como lo dijo el doctor, con el paso del tiempo mi cerebro se acoplará a ella.

—¿Cómo te sientes, mi amor? —mi madre observó el portarretrato sobre la mesita de noche y esbozó una sonrisa nostálgica—. Es una fotografía muy bonita.

Miré la fotografía donde Gonza y yo salíamos abrazados en una cabaña en España y mi mente se llenó de cientos de recuerdos. Solíamos visitar a sus padres cuando estábamos de vacaciones, pero ese viaje fue tan distinto a los otros que hicimos, pues fue ahí donde me pidió matrimonio. Fui muy feliz a su lado. Nunca olvidaré todos los momentos que vivimos juntos.

Luego del accidente, hice guardar todas sus fotos porque no podía verlas sin que terminara sufriendo algún tipo de crisis. Ahora que veo nuestras sonrisas, la felicidad de haber conocido a un hombre tan maravilloso se regocija en mi pecho. Le doy gracias a Dios y a la vida por haberlo puesto en mi camino y por permitirme disfrutar de muchas cosas bonitas a su lado.

—Fue el día en que me pidió matrimonio. En ese momento fui muy feliz, mamá.

—Lo sé, mi amor. Puedo recordar como si hubiese sido ayer esa felicidad arrolladora con la que me llamaste para darme la noticia.

Reímos juntas ante el recuerdo y, en lugar de sentir que mi mundo se venía abajo o que las lágrimas iban a empezar a salir, me sentí en calma. Sigue doliendo porque un ser humano no tiene por costumbre perder a su ser amado, pero empiezan a ser más sonrisas y nostalgia todos aquellos recuerdos.

—Confío en que este cambio nos hará bien a todos.

Mamá me miró por un instante sin comprender mis palabras, antes de sonreír y darme un cálido abrazo.

—Lo será, cariño. Verás como el sol empezará a pintar nuestros días de colores.

***


Mi hermano y mi cuñada nos ayudaron con la mudanza y la organización de muchas de nuestras pertenencias, por lo que terminamos hasta pasada la media noche, hablando entre nosotros y riendo por todo lo que mamá trajo y no era tan necesario.

Pese a la hora que nos acostamos a dormir, me levanté muy temprano para poder empezar mi día como lo había pensado. Antes de presentarme a la oficina, me gustaría pasar por el cementerio y hacerle una visita breve a Gonza. Tengo mucho que contarle.

Me puse el mejor vestido que encontré en mi armario, dejé mi cabello suelto e hice bucles en las puntas por sugerencia de mi amiga y solo puse un poco de labial en mi boca para no verme tan pálida, antes de salir de casa con una sonrisa en los labios y una emoción que no sentía hace mucho en mi pecho.

Hoy desperté con la sensación de que será diferente y un buen día, quizás el primero de muchos.

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