Difícil

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Gabriel

Hay momentos únicos en la vida, aquellos que recordarás hasta el último de tus días como los mejores y llevarás en el corazón como los más bonitos que viviste. Mi vida estaba siendo un caos los últimos meses, me sentía abarrotado de todo, que no podía más por culpa del amor. Mi humor estaba cada vez peor y mi corazón se sentía cada vez más vacío.

Me enamoré de una mujer que no es mala persona, todo lo contrario. Margot es muy buena, ella tiene un corazón muy lindo, pero sus miedos e inseguridades rebasaron mi límite. Quizás era mucho su sufrimiento y dolor, que a mí me quedó grande sacarla de ese pozo en el que se encontraba. Aún no sé si salió adelante o sigue estando en ese punto muerto, escudándose para no salir herida.

Siempre quise ir a buscarla y saber cómo se encontraba, pero perdía el valor al saber que ella debía sanar su alma y su corazón por su cuenta. Si ella me pedía tiempo, era porque lo necesitaba. Y en cierto modo, yo también lo requería.

Con el paso de los días me di cuenta de que lo hice mal, aunque estaba completamente ciego en sacarla de ese pozo con el amor que sentía por ella. Margot vivió un fuerte trauma, no solo eso, sufrió muchísimo con aquel accidente, por lo que era normal que estuviese reacia a retomar su camino. La presioné tanto para que aceptara mi corazón que no pensé más allá de todo lo que me demostró.

Ella hizo el intento de salir de aquel pozo, la vi luchar contra consigo misma en muchas ocasiones, pero no medí la fuerza de su sufrimiento. Como testigo de un hombre que vivió en depresión y cerrado al mundo por largos cinco años, Margot ha sabido llevar mejor su dolor que Keith. Ella ha sido muy fuerte y yo lo único que hice fue exigirle para que me amara, olvidando que tenía cientos de demonios a cuestas y que el sentimiento solo existía en mí. Busqué desesperadamente que me amara, pero su corazón todavía no estaba listo para hacerlo.

Aunque he querido olvidarla, simplemente no puedo. Esa mujer se coló muy profundamente en mi ser, está incrustada en mi alma y nadie puede arrancarla de ese lugar que solo le pertenece a ella. Me conformo y soy feliz con solo verla por escasos minutos.

Pero todo cambió desde aquel día que quedará en mi memoria como el mejor que viví. Había tenido un pésimo día y desfogué todo como no debía, pero un par de palabras lograron pintar mi vida de miles de colores.

Aún no puedo creer que voy a tener un hijo, fruto de ese amor que nos tenemos. Mis ilusiones murieron hace mucho, en el instante en que ella me dijo que no podía tener hijos debido al accidente que había sufrido, pero jamás perdí dicha esperanza. Con Margot deseé tener hijos incluso si ellos no llevaran nuestra sangre corriendo por sus venas, porque para amar con sinceridad no hace falta ningún lazo sanguíneo.

Un milagro es lo que nuestro hijo es, un ángel que llegó a nuestras vidas para volver a unir nuestros caminos. Creo fervientemente que  nuestro destino es compartido, pero la terquedad no nos permite avanzar.

Una parte de mí la ama con gran locura y desearía mandar todo al carajo y pedirle que sea parte de mi vida una vez más y para siempre, pero ahora soy yo quien teme a sufrir una vez más por amor. Si ella me amara estaría muy dispuesto a luchar por ella, pero si no lo hace, no hay necesidad de hacer un nuevo intento. Ahora no solo se trata de nosotros, sino también está nuestro ángel y él merece que tengamos la relación que sea, pero en completa armonía.

No pensé en nada más que en disfrutar de mi hijo y de la mujer que amo cuando le pedí a Margot que me dejara ir con ella, pero su madre no vino con nosotros y ahora estamos a solas en un lugar lejano y desolado.

La casa es muy acogedora y bonita. Es de una sola planta con dos habitaciones, cocina, baño y una enorme sala, pero es perfecta para pasar el mes entero aquí.

Ahora que estamos completamente solos, la densidad en el aire me abruma. Siento que mi corazón no puede más de lo rápido que late y que en cualquier instante voy a tomarla como tanto quiero, pero me abstengo para no cagarla. Hemos dado pasos seguros en los últimos días, por lo que no quiero retroceder una vez más. No me quiero alejar de ella y de mi hijo ni un solo instante. Quiero estar ahí para ellos en todo lo que necesiten.

Acomodé todo lo que compramos en la alacena mientras Margot tomaba una ducha. Se ha mantenido en completo silencio desde que salimos del autoservicio, algo que me confunde. Estábamos bien, bromeando como de costumbre e incluso siendo más atrevidos, pero de un momento a otro todo cambió. Mi corazón se agitó al ver como trazaba una raya de posesión frente a la cajera. Es muy linda cuando los celos la dominan, pero me confunde.

Mientras esperaba que Margot saliera del baño, comí las gomitas que había empezado en el auto y no terminó. Una alegría inmensa me da al saber que mi hijo sacó uno de mis gustos, porque Margot siempre ha odiado el limón.

—¡Necesitaba ese baño, pero ahora muero de hambre! ¿Quieres que prepare algo ligero o alitas BBQ con papas y mucha salsa de tomate y arroz blanco?

Sonreí al escucharla hablar.

—Lo que quieras comer está bien para mí. Sí tienes algún antojo...

No pude terminar de hablar, pues ese diminuto pijama que se puso me dejó con la mente en blanco. El camisón de seda dejaba a la vista el inicio de sus senos, se ajustaba a cada una de sus curvas a la perfección, haciéndole resaltar cada una de ellas. Era corto, se podían apreciar sus muslos y su trasero se veía tan apetecible. Ansiaba estrujar cada centímetro de su carne hasta fundirme en ella.

—¿Antojo de qué? —inquirió, enarcando una ceja.

—Pues antojo de ti, quiero decir, el antojo que tú tienes. ¿No tienes antojos?

—Muchos, de hecho —se mordió los labios y sentí que todo mi ser vibró—. Pero empezaré por el que sí puedo comerme.

Esa mujer es una diabla en todo el sentido de la palabra. Está jugando de una manera que no me esperaba, pero que me emociona y despierta en mí esa llama que a veces creo que no existe en ella. No sé a qué estamos jugando, pero he de confesar que estoy a punto de perder apenas iniciando la partida. Es muy difícil tenerla así de cerca y tener que contenerme para no hacerla mía.

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