Protección

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Al fin llegó el día de irnos de viaje a Toronto y todo mi ser está hecho un manojo de nervios. He contado los segundos para que llegue este día, pero así mismo, me he sentido ansiosa, pues vamos a viajar como compañeros de trabajo y como pareja a un lugar donde estaremos dos largas semanas completamente a solas. Trabajando en el edificio de la Srta. Wilson, pero compartiendo día y noche juntos.

Gabriel se encargó de hacer la reservación del hotel, pero no tengo ni la menor idea si compartiremos la misma habitación o dormiremos por aparte. Es lógico que haya reservado dos habitaciones, pero mi mente está convencida que no es así. Que desvergonzada me he vuelto.

Mamá, mi cuñada y mi hermano me dejaron en el aeropuerto, donde me encontraría con Gabriel. Ellos se ven más emocionados de lo que me encuentro yo, pues están felices por mí y este cambio positivo que he estado teniendo. Anahí me ha preguntado muchas cosas de la vida de ese hombre que logró hacer lo que nadie había hecho; despertarme las ganas de vivir.

Mi hermano me estaba diciendo que disfrutara al máximo mi vida cuando Gabriel llegó. Se veía tan guapo como de costumbre. Todo lo que ese hombre use le queda más que perfecto.

Saludó a mi madre, dejando un beso en su mejilla y tendió la mano para saludar a mi hermano y cuñada. Se acercó a mí y ninguno de los dos sabía qué hacer, si darnos un beso frente a ellos, abrazarnos o estrechar nuestras manos. Al final y para no quedarnos más tiempo mirándonos tan fijamente, nos dimos un abrazo que me sacó una risita nerviosa.

Parecíamos dos adolescentes, nerviosos y temerosos de darnos aunque sea la mano.

—Siento llegar tarde —se excusó.

—Estás a tiempo, todavía faltan cuarenta minutos para que salga el vuelo.

Hice las presentaciones debidas y mi hermano no tardó en sacar a relucir su lado más sobre protector. Le hizo cientos de preguntas a Gabriel y le dejó una clara advertencia de que le iría muy mal si me hacía daño. Pero lo que hizo que mi corazón se alborotara en mi pecho, fueron las palabras que él le respondió.

Gabriel, podría decirse, es el segundo hombre en conocer a mi familia en un plan más que amigos o compañeros de trabajo. Escucharlo hablar tan seguro de lo que siente y quiere de mí, hace que todo mi ser se estremezca y todas las ilusiones que me he hecho ardan con mayor intensidad en mi corazón. Ya no hay vuelta de hoja, me enamoré irremediablemente de ese hombre tan lindo e intenso.

La primera y última vez que estuve en este mismo hotel, las cosas con Gabriel se salieron de control. Las emociones me gobernaban en ese instante en el que tan perdida me encontraba.

Ahora todo es diferente. Todavía siento miedo y las inseguridades son un arma de doble filo que pretenden atacarme cuando más segura me encuentro de mí misma, pero trato de no dejarme llevar por ellas. Él ya vio mi desnudez y reparó en mi pierna, y su mirada más su respuesta me dejó muy claro que mi aspecto era algo que no le interesaba.

A veces me pregunto por qué se fijó en mí, habiendo cientos de mujeres allá afuera que son mucho mejores de lo que soy yo, pero él siempre se encarga de hacerme entender que para sus ojos soy la única. En su mirada me siento una mujer completa, capaz, fuerte y sensual. No necesita decirme ni una sola palabra para hacerme sentir deseada y querida,  le basta con que me mire con esa profundidad y deseo que me rebasa.

Tan pronto llegamos al aeropuerto en Toronto, nos dirigimos a la construcción del edificio, pues Gabriel debía hacerse cargo de varias cosas, así como debía reunir a los trabajadores. Es la primera vez que lo veo al ruedo, guiando a cada trabajador en la obra y más atractivo no puede verse.

Aproveché el tiempo que tenía libre para diseñar y adelantar otros trabajos que tenía pendientes y debía entregar lo más pronto posible, pero mis ojos lo buscaban inconscientemente, maravillada por lo bien que se le da el mando.

Me levanté de la silla tiempo después, cuando sentía que no podía más de mi pierna y de la espalda. Me sentía agotada y el muñón me dolía.

Saqué de mi bolso una pastilla para el dolor y la tomé, cerrando los ojos por unos instantes. Esa sensación de dolor aunque ya no cuente con la extremidad, es muy fea y molesta, es como si mi pierna siguiera estando ahí y el dolor me estuviera quemando viva. No sé si a todas aquellas personas que han perdido alguna parte de su cuerpo les suceda lo mismo, pero a mí sí y es como estar nadando en llamas del infierno.

—¿Te encuentras bien, preciosa? —sentí un par de manos en mis hombros y levanté la cabeza, dándole una sonrisa ladeada a Gabriel.

—Me siento un poco cansada, pero bien. No te preocupes.

Me dio una mirada larga e inquisitiva, como queriendo pillarme en la mentira.

—¿No confías en mí para decirme lo que te sucede? —preguntó sin rodeos—. No me ocultes cuando te sientas mal, cielo.

Mi corazón se agitó de ternura y emoción. Mi madre y mi hermano siempre han estado encima de mí, velando por mi seguridad y porque me encuentre bien. Este tipo de atención y cuidado, viniendo de otra persona, sobre todo de él, es algo muy bonito y que me hace sentir protegida. No sé qué voy a hacer con todos esos sentimientos que burbujean en mi interior por causa suya.

—Lo siento, tienes razón.

—No tienes que disculparte —acarició mi mejilla, con la clara preocupación inscrita en su mirada—. ¿Te está doliendo?

—Un poco —cerré los ojos, dejándome llevar por su tierna caricia—. Es curioso cómo funciona la vida, ¿no crees? Ya no tengo la pierna, aun así, es como si la tuviese. Es una sensación indescriptible, que duele y te hace sentir incómodo contigo mismo.

Sentí sus suaves y cálidos labios sobre los míos y suspiré, conteniendo las lágrimas que se encontraban al borde de mis ojos.

—Quisiera poder borrar tu dolor para siempre, que solo recuerdes los momentos más felices de tu vida y nada malo te alcance —susurró—. Lo malo y lo bueno no lo puedo borrar de tu mente y de tu corazón, pero sí puedo darte momentos mejores.

—No necesitas hacerlo, tan solo con que estés a mi lado, es más que suficiente.

Nuestras miradas se encontraron por escasos segundos y sonreímos, antes de que nuestros labios se estrellaran una vez más, uniéndose en un beso muy suave y tierno.

—Es mejor que dejemos así por hoy.

—¿Cómo así? —pregunté, aún embelesada por su beso y lo escuché reír.

—Necesitas descansar, cielo. Hoy te has forzado demasiado y es natural que te esté doliendo —sin que pudiera evitarlo ni preverlo, me levantó en sus brazos, dejándome sorprendida—. Por favor, la próxima vez dime que te sientes mal y nos iremos directo al hotel. No me gustaría que nada malo te pasara.

Enterré el rostro en su cuello, sujetándome de él y sintiendo mi desbocado corazón latiendo en mis oídos. Gabriel es tan tierno. Su preocupación por mí no la puedo pasar por alto, jamás pensé que alguien más aparte de mi familia sería capaz de lidiar conmigo.

Gabriel me sigue demostrando que mi bienestar le interesa más que el suyo, que mi salud para él sigue siendo primordial, que soy importante para él.

En sus brazos me siento protegida, que nada me puede afectar y que todo lo bueno me puede pasar, pero una parte de mí siente temor de entregarse de lleno. Me hace feliz tenerlo a mi lado y saber que le intereso mucho más que en un simple plan de cama o como algo pasajero, más no quiero depender siempre de él.

Quiero encontrar mi propia felicidad y mis ilusiones por mí, no por él. Aunque ha sido de gran ayuda y me ha impulsado para seguir avanzando y no dejarme caer en ese pozo sin fondo ni salida en el que me encontraba antes.

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