Beso

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Permanecí en silencio y a una corta distancia de ella hasta que dejó de llorar y de balbucear palabras que no alcanzaba a comprender. Si nació en mí alguna esperanza con ella, ahora mismo acaba de morir. Esta mujer todavía ama a su marido y es cuestión de tiempo para que regresen y sigan siendo muy felices.

¿Por qué pensé que podía llegar a una segunda base o por lo menos a una primera con ella, si es claro que ama con locura a su esposo? No debí imaginarme cosas, mucho menos seguirle la corriente a esa mujer tan engañosa. Quiere jugar conmigo, cuando en el fondo quiere estar con su esposo. 

¿Por qué sigo aquí parado como idiota viéndola, si ella necesita del consuelo de otros brazos y no de los míos? Vuelve y juega, siempre me fijo en la mujer equivocada.

Me encontraba tan sumido en mis pensamientos, recriminándome y diciéndome que debía irme de allí y dejarla sola, que lo que sucediera con ella no debía importarme y que ella ya tenía una vida hecha con alguien más, cuando escuché su chillido. Sus ojos azules brillaban de tristeza, desolación y de un sentimiento bastante abrumador, capaz de agudizar ese malestar en mi pecho. Sentía que mi corazón se hundía de una forma muy desagradable y que ardía en cada latido que daba.

—¿Qué carajos haces aquí? —su voz salió ronca y a la fuerza—. ¿Me estás siguiendo?

—Por supuesto que no —sonreí—. ¿Por qué debería seguirte? No te creas tan importante, mujer. Caminaba por aquí y no pensé que fuese a encontrarme con una bruja tan pronto.  

Me miró con seriedad y suspiró, cerrando sus ojos por escasos segundos. Cuando creí que iba a devolverme el ataque, cruzó por mi lado y solo pude ser consciente de que la tomé del brazo y la acerqué a mi cuerpo, dándole un abrazo que nos tomó por sorpresa a los dos y sintiéndome muy culpable al decirle algo tan fuera de lugar en un momento donde ella no está bien. 

El silencio se prolongó por largos segundos, antes de que estallara en un llanto poderoso e incontrolable que revolucionó todo mi interior. La apreté más fuerte contra mi pecho y ella se aferró de mí, buscando algún tipo de sosiego, pero con cada segundo, su llanto se hacía más potente. 

No sé qué me sucedía, no me entendía en ese momento y, ciertamente, tampoco quería hacerlo. Tenerla entre mis brazos y sentir su calor, golpeó cada uno de mis sentidos. Olía tan bien y su calor me mantenía cálido, pese a que emitía una tristeza que era capaz de quemar todo a su paso, tal como me estaba arrastrando a mí.

Acaricié su espalda y su suave cabello, sin saber cómo más tranquilizarla. Es la primera vez que lidio con una mujer despechada y que para rematar me gusta más de lo que debería hacerlo, pero ahí seguía, tratando de entender mi estupidez mientras una parte de mí no quería apartarla.  

Lloró en mis brazos hasta quedarse sin lágrimas, pero por alguna razón no se alejaba de mí, quizás debía ser la misma por la que yo tampoco tomaba el valor de hacerlo y es que la comodidad que se sentía era distinta e incitaba a no querer alejarnos del otro.

Nos mantuvimos en silencio, viendo el lago sin dejar de abrazarnos. Mi corazón latía apresurado, más mi razón lo mantenía a raya, repitiéndole una y otra vez que no se hiciera ilusiones con la mujer equivocada.

Es la primera vez que no llego a nada con una mujer, que me provoca tanto con un abrazo o tan solo con verla. No he probado sus labios, no nos hemos enrollado ni una sola noche, todo lo contrario, este abrazo es nuestro primer contacto íntimo y mi corazón no se halla en mi pecho con lo rápido que va. Jamás me había gustado tanto una mujer, mucho menos una con la que choco todo el tiempo y además es casada.

—Soy viuda, no casada —susurró, confundiendo mi mente por un instante—. Jamás sería capaz de fallarle a mi esposo, pero él no está con vida y tú me llamaste la atención, más eso no quiere decir que planeaba irme contigo. Hay algo en tu mirada que me atrapa y me hace sentir de una forma extraña que había olvidado. No sé por qué te estoy diciendo esto, porque tú no eres nadie para mí y viceversa, pero necesitaba aclarar ese mal entendido. Si llevaba puesta mi alianza era porque...

Me aparté un centímetro de ella y la miré fijamente, esperando sus siguientes palabras, pero no pudo terminar de hablar, puesto que el llanto volvió a hacerse dueño de ella.

Me sentí más estúpido que nunca. Desde el primer instante mal pensé de ella, creyendo que era de ese tipo de mujer que no se conformaba con el amor de un solo hombre.

Su llanto aclamaba consuelo, por lo que volví a abrazarla, pensando muy bien en lo que le diría. Bien pudo decirme desde el principio que era una mujer viuda y no casada, así me hubiera evitado tantas palabras que quizás llegaron a herirla. Verla de esa manera tan devastada y llorando sin control alguno, más esas palabras que escuché cuando llegué con ella, me recordaron a Keith.

He lidiado con la muerte de mi hermana, con la soledad de mi mejor amigo y el sufrimiento de mi sobrina, por lo que entiendo perfectamente el lugar en el que se encuentra. Tal vez no alcanzo a sentir un dolor similar, pero comprendo lo que vivió, después de todo, también he perdido personas muy importantes para mí. Su dolor se ve reflejado en su mirada y en ella veo ese mismo pozo sin salida en el cual mi mejor amigo estuvo sumergido por tanto tiempo.

La abracé hasta que su llanto cesó y la guie a la banca donde antes se había sentado. Nos quedamos en silencio uno al lado del otro, observando la extensión del lago y la noche resplandecer en el.

—Primero que todo, quiero ofrecerte una disculpa. Nunca debí pensar mal de ti, ni mucho menos sacar conclusiones precipitadas. Aunque ya sabes, no debería de juzgarte...

—Eso ya no importa. Sinceramente, lo que pienses de mí me tiene sin cuidado.

—De verdad lo siento —tomé su mano y sonreí—. Siento mucho lo que te dije y la pérdida de tu esposo.

Miró nuestras manos entrelazadas y sus lágrimas volvieron a aflojarse.

—Hace dos años me casé y quedé viuda —dijo y abrí los ojos de par en par, sintiendo de nuevo ese hueco en el estómago—. Lo perdí todo, hasta las ganas de vivir...

—No puedo ponerme en tu lugar porque jamás he pasado por algo similar a lo tuyo, pero sí he perdido a personas muy importantes en mi vida y me he sentido desfallecer, pero entonces el recuerdo de ellas hace que mis ganas de vivir y de salir adelante sean mucho más fuertes que antes. Es normal desear morir, porque es muy difícil dejar ir a esas personas que hacen parte de tu vida y amas tanto, pero ahora están en un mejor lugar y nosotros seguimos en este mundo, tratando de sobrevivir y de no morir en el intento —la tomé del rostro y la hice mirarme—. Tú tienes toda una vida por delante. Extraña a tu esposo, pero también permitete a ti misma ser feliz. Está bien añorar una vida y pensar en esas personas que tanto amamos, ya que nunca saldrán de nuestro corazón y de nuestra mente, más no dejes de pensar en ti y de soñar por y para ti. Mereces ser feliz, todos tenemos ese derecho.

Me miró por largos segundos en los que no dijo nada, pero con una infinidad de emociones que amenazaban con rebasarla. Tenerla así de cerca, sintiendo no solo el calor de su cuerpo sino también el suave tacto de su piel, no pude contener más las ganas y terminé dejándome llevar por ese deseo que surgió desde el primer instante en que la vi.

Me apoderé de sus labios, arriesgándome y siendo todo un aprovechado, pero ya no podía resistirme más. Ella me gusta mucho y eso es algo que ni yo mismo me puedo ocultar.

Sus labios son tan suaves y la forma en la que encajan con los míos es perfecta, como si su boca hubiese sido hecha únicamente para mí.

Deslicé mi lengua por el medio de sus labios y me dejé llevar por la euforia y todo lo que el contacto provocó, además de que ella me devolvió el beso con una intensidad que me abrumó y me sacudió con mucha fuerza.

No sé por cuánto tiempo me perdí en el dulce sabor de su boca, pero me pareció tan poco cuando se separó y se alejó de mí con una rapidez que me dejó consternado y con una sensación de hormigueo por todo el cuerpo.

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