Adiós

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—¿Acaso tengo que encontrarte hasta en las cagadas, joder? —dije, pues no iba a montarle un espectáculo frente a la mujer bonita que iba de su brazo.

—Maldita sea, otra vez no —murmuró.

—¿No sabes entender la palabra no, amigo? —me levanté de la silla, para quedar frente a él y a la chica de ojos marrones.

—¿Cuantas jodidas veces tengo que decirte que no me interesas ni en lo más mínimo, mujer? Además, viéndote bien, no es que seas muy bonita que digamos —me siguió el hilo, avivando con mayor intensidad mi furia.

—Eso no dijiste cuando me acorralaste y me besaste la otra noche.

—¿Cuál de todas? Por si no recuerdas, fuiste tú quien me besó.

—Y tú me devolviste el beso.

—Por favor, ¿qué mierda estoy pagando? Estaba ebrio y, por ende, ciego, por lo que no tengo ni la más puta idea de por qué te besé de vuelta.

—¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda, idiota!

—Llévame a ella, de paso regresas a donde en realidad perteneces.

—Gabriel —advirtió Keith, saliendo de su estupor.

—¿De dónde se conocen ustedes dos? —inquirió—. Ah, ya veo. ¿Qué más se puede pedir de una mujer que no se valora como lo que es en verdad? —escupió, dando justo en el centro de mi corazón.

Me acerqué a él y le asesté una fuerte bofetada que resonó con fuerza y me hizo doler la palma de mi mano.

Me repetí una y otra vez no quebrarme frente a él. El inicio de la discusión estuvo bien, porque ambos nos estábamos tirando indirectas que solo entendíamos los dos, pero que prácticamente me dijera que era una fácil, rebasó mi límite.

—Me largo —tomé todas mis cosas, furiosa y conteniendo las lágrimas—. Fue un gusto conocerte, Keith. Espero que un día volvamos a encontrarnos y charlar un poco más. Te deseo suerte con tu chica, amigo.

—Pero...

No lo dejé terminar de hablar y me marché, sintiendo que me iba a romper ahí mismo frente a todos ellos, y que me vieran llorar era darle el gusto a Gabriel. Si lo que quería era lacerarme, lo consiguió con sus palabras e indiferencia. Jamás pensé que él fuese así, tan hiriente, frío y prepotente con las palabras.

Me sentía muy mareada, pues bebí como nunca lo había hecho. Tropezaba con mis pies y era muy difícil tener algo de estabilidad debido a la prótesis, pero de alguna manera debía irme de este lugar y llegar a mi espacio. Necesitaba encerrarme en mí y no volver a saber nada de nadie.

—¿A dónde crees que vas? —me tomó del brazo, deteniendo mis pasos—. ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Para esto me estabas llamando? Pensé que me necesitabas y querías hablar conmigo de lo que pasó, no para que te viera ebria y en compañía de otro hombre, que para más inri, es mi mejor amigo.

—No voy a discutir más contigo, joder. Déjame ir. Ya me quedó lo suficientemente claro que yo no soy ni un poco importante para ti. Tú no eres hombre de estar con una sola mujer, menos con una como yo. Anda, vete con la Sra. Wilson, con esa chica con la que llegaste o con la que quieras, ¡pero a mí déjame en paz! —exploté—. ¡Eres como todos esos que dicen no fallar ni herir y en primera fila están viendo todo el mierdero que forman! No creo en ti, eres un falso y un mentiroso de grandes ligas.

—¡Cree lo que se te venga en gana, ya me cansé de todo esto! He estado para ti día y noche, dando lo mejor que puedo de mí y lo único que recibo de ti es rechazo, desconfianza y un amor a cuenta gotas —me miró con furia, apretando su mano en mi brazo de más—. No tengo nada más para darte, porque todo te lo entregué y no supiste valorarlo. Me cansé.

Mi corazón se partió un poco más si era posible. El mismo nudo que sentía en la garganta, no me permitía rebatir sus palabras. Se veía tan enojado y fuera de sí, un hombre completamente diferente al que creía conocer.

—Si pudiera devolverte todo el tiempo y el esfuerzo que invertiste en mí, créeme que lo haría —hice el esfuerzo de no llorar, aunque podía sentir las lágrimas al borde de mis ojos—. Lamento haberte hecho perder el tiempo. Lamento mucho que hayas tenido que fijarte en mí, en una persona que siente temores, que estaba atravesando por momentos muy difíciles, que tuvo que enfrentarse a un duro golpe en la vida que no le deseo a nadie. Lamento que le hayas entregado todo a una persona que estaba completamente rota. ¡Lamento tener que haberte conocido en este jodido momento de mi vida y no ser esa mujer sensual y atrevida que era un pasado! Soy una persona con dolencias, frustraciones y cientos de problemas, con temores y grandes inseguridades, supongo yo, que como cada persona en el mundo las tiene, pero lastimosamente no puedo devolver el tiempo y hacer de mí la mujer que buscabas o aquella mujer guerrera que se enfrenta a todo sin temor a nada —las lágrimas nublaban mi vista, salían de mis ojos una detrás de la otra y con mucha fuerza—. Lamento ser esto, una mujer que tiene miedo de perder ese único rayo de luz que llegó a iluminar sus días, que siente celos e inseguridad de otras mujeres, que se cohíbe a entregarse por completo por temor a terminar el doble de rota de lo que se encontraba. Lamento tanto ser tan débil —sequé mis lágrimas, sintiendo como la lluvia volvía a hacerse presente—. ¿Y sabes qué? No es justo para ti, que lo entregues todo mientras no recibes más que problemas y dolores de cabeza. Gracias por hacerme vivir de nuevo, por hacerme ver en un espejo y amarme como lo hiciste, pero tú y yo no estamos hechos el uno para el otro. Yo no soy esa mujer que buscas y tú eres mucho más de lo que verdaderamente merezco.

—Tal vez tienes razón, no estamos hechos para estar juntos —que lo confirmara, me terminó de romper.

—Gracias por brindarme tanto y hacerme tan feliz —dije, atacada en llanto—. Aunque sienta en mi corazón mil temores y las inseguridades me rebasen, yo te amo, Gabriel. Pero es mejor decirnos adiós, antes de que nos sigamos haciendo más daño.

—Margot...

Negué con fuerza, no quería escuchar nada más. El camino que habíamos construido para recorrer juntos se desmoronaba y, por más que hiciera el intento para no dejar caer los pedazos, eran muchos y se salían de mis manos.

Me marché en el primer taxi que vi cruzar por mi camino, aunque podía escuchar la voz distorsionada de Gabriel muy a lo lejos. A veces, lo mejor que podemos hacer, es dejar el camino libre de la persona que amamos, que vivir en un constante temor y zozobra.

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