Perfecta

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Gabriel

Luego de tantos días tratando de tomar algo de valentía para invitar a salir a Margot, no cabía de felicidad cuando me dijo que sí. Me sentía como en uno de mis tantos sueños, con la única diferencia de que no podía tomarla de la mano y besar sus suaves labios, pero complacido de estar en su compañía y poder contemplar esos ojos azules que ahora brillan en demasía.

Durante este tiempo que coincidimos en el trabajo, hemos formado una amistad que pensé que nunca se daría. Esa lejanía y tosquedad que mantenía conmigo se desvaneció de la noche a la mañana. Margot es una mujer encantadora, agradable y bastante risueña. Le gusta bromear y ser sátira. Aunque no se da cuenta de lo mucho que provoca con su mirar, es una coqueta sin remedio que me envolvió con suma facilidad.

Esa mujer me tiene de patas arriba. Me encanta cada vez más, por más de que me diga a mí mismo que no debo poner mis ojos en ella, menos seguir sintiendo todo lo que he tratado de contener en una pequeña caja de cristal, pero ella misma se encarga de ilusionarme.

No sé qué me cautivó tanto y todavía no logro comprender por qué todavía sigo pensando en ella día y noche, pero ahí sigue ese sentimiento extraño que surgió de repente, acribillando mi mente sin descanso.

Pensé que hoy sería diferente, el inicio de un buen camino y lejos de esa amistad que existe entre nosotros, pero todo salió mal. No debí dejarme llevar por todo lo que me sobrepasaba y besarla, pero es que ya no podía contenerme por más tiempo. Desde que nos volvimos a encontrar, deseaba con todas las fuerzas de mi ser apoderarme de sus labios.

Observé su expresión con cautela, confundido y todavía muy excitado, tratando de entender qué hice de mal como para que ella esté llorando de esa manera tan descontrolada.

—¿Por qué dices que nunca estarás completa para mí ni para nadie? —tomé su rostro entre mis manos y la obligué a mirarme a los ojos—. Tú solo necesitas estar completa para ti misma, no para otros.

—Tú no entiendes...

—Explícame para poder entenderte —limpié sus lágrimas con suavidad—. No me gusta ver llorar a una mujer, menos si es por mi culpa.

—No es tu culpa, Gabriel —susurró—. De hecho, no hay culpables. La vida es así, a veces un poco injusta con quien menos se lo merece. No podemos hacer nada, solo afrontar y seguir adelante, ¿no?

—Déjame ayudarte, Mago. Ya te lo había dicho antes, independientemente de lo que siento por ti, me gustaría darte la mano para sacarte por completo de esa oscuridad. Has cambiado mucho desde que te conocí, pero presiento que todavía tienes fantasmas que te persiguen y no te permiten avanzar como tanto quisieras.

—Gabriel, ¿podemos ir a un lugar más íntimo, por favor? —pidió y asentí.

—No te cierres, ¿sí? Sea lo que sea,  yo te ayudaré. Si lo que necesitas es una mano para salir del pozo, yo te la daré.

—Gracias.

Dejé un beso en su frente e hizo el intento de darme una sonrisa, pero le salió una mueca triste, antes de que sus lágrimas volvieran a brotar de sus ojos.

La abracé por unos instantes y dejé un casto beso en sus labios, sintiendo algo de temor en mi corazón. No sé cómo sentirme al respecto con sus cambios de humor. Entiendo que todavía lleva un dolor a cuestas, pero no me gustaría siempre tener que estar en el medio de un recuerdo.

Aunque por mucho tiempo ayudé a Keith, Margot es muy diferente. Ella no es mi mejor amiga, ella para mí es algo más, alguien importante que se hizo espacio en mi vida de manera abrupta.

♡♡♡

Sin saber muy bien a dónde llevarla, la traje al apartamento que dejé abandonado cuando mi hermana falleció y me traía muchos recuerdos de ella y de los momentos que compartimos juntos.

Hace un par de meses lo mandé a amoblar, pues en algún momento de mi vida me gustaría volver a vivir aquí. Por el momento, este apartamento es el lugar donde me permito derrumbarme y pensar en toda mi vida, en lo que perdí y me gustaría tener.

Guie a Margot al sofá y nos quedamos sentados uno junto al otro en completo silencio, hasta que ella se puso de pie y se hizo frente a mí. La vi quitarse su bolso y su chaqueta y mi corazón se agitó ipso facto.

—¿Qué estás haciendo, Mago? Es cierto que te deseo y mucho, pero no te traje aquí para aprovecharme de ti. Vinimos para que puedas decirme lo que tanto te atormenta.

Sacudió la cabeza con fuerza y cerró los ojos, antes de soltarse el nudo del hermoso vestido que cubría su cuerpo y dejarlo caer a sus pies.

Mis ojos barrieron su cuerpo en una mínima fracción de segundo. Verla en ropa íntima provocó que mi sangre fluyera a toda velocidad por mis venas. Su piel blanquecina es perfecta y hermosa, se aprecia tan suave y tersa. Me gustaría trazarla con la yema de mis dedos y mis labios por eternas horas. Quisiera poder impregnarme de su sabor y su olor.

No podía hablar, las palabras quedaron atoradas en mi garganta. No imaginé que fuese a hacer algo como esto. ¿Acaso esta mujer lo está haciendo adrede para jugar con mis débiles nervios? Bendito, ¿no se da cuenta de que mis motores se van a sobrecalentar por su culpa?

Es tan hermosa. Nunca había visto una obra de arte igual de bella y sensual a ella, capaz de embrujar mis sentidos con su sola presencia. Así, semidesnuda, con las mejillas sonrojadas y un brillo en su transparente mirada que no lograba descifrar, luce como la criatura más preciosa y perfecta de este mundo.

Absolutamente nada le resta belleza. Cada centímetro de su piel es perfecta y me gustaría mucho descubrir cada recoveco de ella, degustar su sabor, llenarme de su olor y conocer hasta el más diminuto lunar que pueda poseer. Ese cabello tan negro como la noche resalta aún más su blanquecina piel, haciéndola ver como una delicada porcelana.

Ella es mi ángel, ese que tanto estaba esperando que cayera del cielo únicamente para mí.

—¿Ahora comprendes por qué no puedo ser suficiente para ti ni para nadie? Lo único que puedo generar es lástima y pena —se abrazó a sí misma, mientras mi corazón latía con una fuerza increíble—. Tú me gustas, pero jamás podré ser lo que buscas. Cargo con muchos dolores y sufrires que poco a poco han ido sanando, también llevo a cuestas la pérdida de mi pierna. Soy una mujer vacía por dentro, Gabriel. La vida me arrebató muchas cosas que eran mi todo y lo más preciado para mí, menos la vida. Y créeme que a veces no entiendo por qué, si bien pude morir para evitarme todo este sufrimiento. No quiero que me digas nada, menos palabras lastimeras. Es mejor que sepas lo que me hace falta, que llevarte la gran sorpresa en la cama.

Volví a repasar su cuerpo y me quedé mirando la prótesis que sustituía su pierna y me sentí tan orgulloso y feliz de ella. Es admirable que Margot todavía esté en pie, luchando por sanar y seguir adelante con su vida. Ha pasado por mucho, perdió a su esposo en un accidente y estuvo al borde de la muerte, sin embargo, aquí sigue, luchando contra los designios de la vida como la mujer aguerrida que es.

—Para mí eres hermosa, Margot. Un bello ángel que ha llegado a mi vida para despertar todas mis ilusiones y hacerme entrar en razón de muchas cosas —me puse de pie y me acerqué a ella, tomándome el atrevimiento de apoyar mis manos en sus caderas—. Me siento muy orgulloso de ti. Eres una mujer admirable que, pese a todo lo que has tenido que vivir, sigue intentando avanzar y no dejarte vencer.

—Estás ebrio y solo lo dices para no hacerme sentir mal.

—¿Qué clase de hombre crees que soy? No soy una persona capaz de juzgar lo que otros no tienen. Yo no me fijo en las apariencias físicas. Me quedo con lo que es cada persona y con lo que lleva por dentro —acaricié su piel, provocando que su piel se erizara—. A mis ojos eres la más bella de todas. Te juro por mi madre y por mi hermana que eres perfecta en todos los aspectos que puedan existir.

Explotó en llanto y la abracé con fuerza, susurrándole palabras hermosas que ella merece al oído.  No me importa lo que le haga falta o lo que le sobre, a mí ella me sigue fascinando a morir. 

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