Euforia

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El último mes he asistido a terapia sin faltar ni un solo día. Esta vez no estoy haciendo el intento de salir del pozo, sino que en verdad estoy dando todo de mí para avanzar y soltar todo lo que me hace daño y de paso hiere a mi familia.

Mamá me acompaña, suele quedarse algunas ocasiones, pero otras veces no puede ya que debe asistir al trabajo, algo que no me termina de gustar. Ella no debería estar trabajando a estas alturas del partido, pero entiendo que deba hacerlo para sobrevivir y comer.

Quiero retomar mi trabajo para ayudarla y porque en realidad extraño mucho perderme en ideas, pero no ha sido fácil buscar una vacante disponible. He  enviado mi curriculum a varias empresas y todavía no he recibido ninguna llamada. No me presiono, sé que llegará en su momento.

Mi hermano y mi cuñada se mudaron a Búfalo, exactamente a mi casa, la cual les alquilé para que hicieran su vida de ahora en adelante. No fui capaz de venderla, pero soy consciente de que no podría regresar a vivir allí y qué mejor que ellos para que la casa no se venga abajo. Tienen muchos planes, entre ellos, abrir una tienda de muebles y enseres, en la cual han empezado a trabajar desde hace unas semanas.

Un solo día me permito flanquear, ese es cuando voy de visita al cementerio y todo arde como nunca. Aunque he ido soltando poco a poco, todavía me duele mucho y me cuesta aceptar la realidad. No es fácil dejar ir al amor de tu vida, ese mismo con el que soñaste todo un mundo, pero tengo la esperanza de que pronto dejará de doler y solo quedarán en mente los buenos momentos que vivimos juntos. Gonzalo estará siempre en mi corazón, él será, junto a mi bebé, mi angelito de la guarda.

—✿—

—Les tengo una sorpresa —mencionó la Dra. Cavalier en cuanto la sesión grupal acabó—. En una semana el centro está cumpliendo diez años en servicio y, como cada año, haremos un pequeño viaje. Este año será en Toronto, Canadá y realmente me gustaría mucho que todos pudiésemos asistir.

Algunos mostraron gran emoción, otros, como yo, guardamos silencio y esperamos que la doctora nos dijera todo lo referente al viaje.

—¿Vas a ir? —preguntó la asistente de la doctora, anhelando una respuesta positiva—. No es necesario que nos des una respuesta ahora, puedes consultarlo con la almohada y decirnos el lunes cuando vengas.

—Lo pensaré —fue mi respuesta y sonrió, dirigiéndose con mis demás compañeros.

Salí del centro y me encontré con la sonrisa de mamá, aunque en su rostro se apreciaba el cansancio de su cuerpo. No me gusta ni un poco que tenga que sacrificarse tanto, pero es mi culpa. Me encerré por tanto tiempo que hasta ahora me doy cuenta de lo mucho que ha cargado desde hace dos años que nuestra vida cambió.

—¿Qué tal estuvo tu día?

—Fue bueno —besé su mejilla y sonrió—. ¿Y el tuyo?

—También fue bueno —puso el auto en marcha, pero en lugar de ir a casa, se desvió por la ruta que conduce a Búfalo—. Anahí nos invitó a pasar el fin de semana con ellos.

Todo mi cuerpo se tensó, a sabiendas de que debía quedarme en la casa.

—No nos quedaremos en la casa —repuso con rapidez—. De hecho, iremos al lago y nos quedaremos en una casa de paso por estos dos días. 

Solté todo el aire que contuve y traté de reponerme, pero fue imposible. Mamá me tomó con la guardia baja.

—Hace mucho que no voy al lago.

—Nos vamos a divertir mucho, mi amor.

Durante el resto del camino estuvimos en silencio. En cuanto se detuvo frente a la casa, Anahí y mi hermano estaban empacando varias cosas en el auto. Fue mi cuñada la que se acercó a saludarnos con una sonrisa dulce en sus labios.

—Las estábamos esperando desde hace rato. Antes de irnos tengo que pasar a comprar unas cuantas cosas que nos hacen falta, ya saben que Marcus deja todo para último minuto —sonrió—. ¿Me puedes prestar el auto para ir? No voy a demorar más de treinta minutos en regresar.

—No tengo problema —mamá se quitó el cinturón y me le quedé viendo—. Marcus es igual a su padre. Bien decía mamá que lo que se hereda no se hurta.

—¿Puedo acompañarte? —pregunté a Anahí y asintió con entusiasmo.

No tardó en subir y poner el auto en marcha. Hablamos de varias cosas sobre la tienda y de su vida con mi hermano de camino hasta el centro comercial.

—Marcus siempre ha sido bien descerebrado. En cada viaje olvidaba llevar algo —recordé con una sonrisa—. ¿Recuerdas aquella vez que no llevó pantaloncillos? Qué vergüenza, tuvo que meterse a la piscina en bóxer. Menos mal que su gusanito no le hizo pasar más vergüenzas. 

Anahí soltó una carcajada mientras avanzábamos por los pasillos del centro comercial.

—¿Cómo olvidarlo? Creo que fue en ese momento donde me enamoré de él.

—Creo que ya estabas muy tragada de él, solo que no te atrevías a decírselo hasta que viste el gusanito radiactivo —no podíamos parar de reir—. Marcus es idiota por naturaleza, no lo culpes. Admiro la paciencia que le tienes. Supongo que eso es amor del más bueno.

—Si no es amor, ¿entonces qué es?

—Una traga bien maluca o apego emocional al gusanito —bromeé y golpeó mi brazo con cariño—. No te imaginas lo feliz que estoy por ustedes.

Entramos a la tienda para comprar lo que nos hacía falta y salimos diez minutos después, riendo por lo descarada que había sido Anya en la despedida de soltera. No me sorprende que se haya ligado al stripper, ella no es mujer de perder oportunidad. Me sorprende que el hombre se haya ido con ella, cuando me estuvo tirando los perros a mí, aunque tampoco debería sorprenderme, después de todo, hay hombres que no se conforman con una y pasan a la otra cuando la primera a la que le dieron caza los rechaza.

Recordar esa noche me hace sentir incómoda. He querido arrancar de mi cabeza lo que ese hombre despertó en mí, pero cada que lo pienso, termino sintiendo todas esas emociones tan contradictorias.

—¿Qué te tiene tan distraída? Incluso dejaste de caminar.

—No es nada —sacudí la cabeza, retomando mi andar—. Bueno, habrá un viaje en el centro y estoy pensando si es conveniente ir o no.

—Yo pienso que deberías ir, con ello te relajas y convives más con todos tus compañeros. Necesitas descansar, distraerte, disfrutar, hacer amigos, salir de las cuatro paredes en la que vives encerrada.

—Tienes razón, debería ir, además de que nunca he ido a Toronto.

—¡Tienes que ir y sacar muchas fotos para mí!

—Tiraré muchas fotos para ti, lo prometo...

Sentí un golpe en mi hombro y ladeé la cabeza, cruzando mirada con el hombre que pasaba por mi lado. De nuevo todas esas sensaciones se aglutinaron en mi estómago, pero se esfumaron de golpe tras verlo con una mujer diferente a la de aquella noche caminando a su lado. No es más que un descarado y sinvergüenza mujeriego.

—Fíjate por dónde caminas, imbécil —solté sin apartar la mirada de la suya.

—¿Se hará costumbre que, cada vez que nos encontremos, me estrelles? Deberías comprarte un par de espejuelos, con eso te fijas que hay más personas en el mundo y no solo estás tú.

—Mi vista incluso es selectiva, no se fija en la mierda —respondí a la defensiva y muy enojada.

—Claro, y tú eres un tipo de mierda con mucho más valor, ¿no es así?

—Escúchame bien, hijo de...

—Margot —Anahí me tomó del brazo—, no discutas con un idiota. Recuerda que nos están esperando.

—Tienes razón —suspiré—. No debería perder mi tiempo en alguien tan insignificante —le di una mirada de suficiencia y seguí mi camino, por alguna razón, sintiendo mucha euforia recorriendo todo mi ser.

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