Falsas

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En el trabajo me fue de mal en peor. Realicé mal algunos diseños y tuve que empezar de nuevo desde cero, perdiendo todo el trabajo que había realizado con ellos. Mi cabeza no daba para más, sentía que me iba a explotar de tanto pensar.

¿Por qué tiene que pasar esto justo cuando habíamos regresado? Cuando no soy yo con mis inseguridades y miedos, es otra persona, queriendo arruinar lo nuestro.

No puedo dejar de pensar en que tal vez sea cierto lo que pasaron por las noticias en la mañana, no obstante, es mi inseguridad y miedo que quiere creer que ellos sí tienen una relación y Gabriel solo está jugando conmigo. Por más que trato de no pensar para no hacerme más daño, mis pensamientos se dirigen a ellos y esa cercanía que tenían. 

Estresada, agobiada y sin ganas de nada, le dije a mi jefe que me diera el resto de tarde libre para poder relajarme y asistir a la clínica para retomar mi tratamiento, aunque no muy convencido me dijo que sí. No me siento bien ni física ni mentalmente para trabajar. Desde hace días mi rendimiento bajó, lo que no le gustó para nada a mi jefe, pues venía haciendo un buen trabajo.  

Luego de recibir un largo sermón de mi doctor y de tomar la terapia de mi pierna, fui al cementerio. Necesitaba desahogarme con alguien, pero no quería seguir preocupando más a mi madre ni fastidiando la vida de mi hermano y cuñada con mis líos sentimentales. Suficiente tienen con lidiar con mis cambios de ánimo, mi depresión y mi ansiedad. 

El día estaba frío y nublado, así como se encontraba mi corazón y mi cuerpo. Me sentía muy abatida, como si me hubiera estrellado contra un muro que no me permitía avanzar más. Me caí y me levanté, pero en medio del camino volví a tropezarme y ahora no sé cuál es el sendero a seguir.

—Te echo mucho de menos, Gonza —dije, sustituyendo el ramo de rosas marchitas por uno nuevo—. Debes estar molesto conmigo, ¿no es así? Estoy fallando a la promesa que te hice hace un tiempo. No tengo excusas ni voy a dártelas, pero no sé cómo dejar de sentir miedo e inseguridad. A veces, cuando me ataca ese sentimiento tan agobiante, pienso en ti y en las palabras que me dijiste antes de saltar aquel risco en España. "El miedo es una pizca de adrenalina, es la premonición de lo que viene, y está en ti dejarlo ser tu enemigo para que en un futuro sea un arma mortal". De momento no entendí tus palabras, pero cuando salté, comprendí que el miedo nos puede gobernar en instantes por temor a lo desconocido, pero no va a durar para siempre. Después del primer salto, no podía dejar de hacerlo. Era revitalizante, divertido y liberador hacerlo, ¿lo recuerdas? —sonreí nostálgica—. Extraño hacer todas las locuras que hacíamos. Quisiera que estuvieras aquí para ir a aquel risco y saltar hasta que el sol se esconda.

Observé su alegre rostro y un nudo se formó en mi garganta. He empezado a olvidar algunas facciones de su rostro y eso me duele muchísimo. Incluso ya no recuerdo el tono masculino de su voz, ni cómo se sentían sus abrazos o besos. En sueños busco su voz, pero hace mucho dejé de soñar con él.  

—¿Recuerdas que te hablé de Gabriel? —hice un breve silencio—. Me siento un poco mal al hablar de otro hombre contigo, pero no tengo a quién más confiarle mis problemas. Tú no solo fuiste mi amor, también fuiste mi gran amigo de vida. Me encantaría poder escuchar tus consejos, porque sé que tendrías muchos para darme —suspiré, a sabiendas de que no recibiría respuesta de su parte—. Me enamoré de un hombre maravilloso y único, pero tengo miedo de perderlo. Sé que lo estoy alejando con mis miedos e inseguridades, que pedirle este tiempo para pensar y buscar mi camino fue un error, que no debo sentirme cómo me siento en cuanto mi aspecto físico, que no debo ser tan tosca y cerrarme en mí misma, pero es que todavía no sé cómo lidiar con mi realidad. Soy consciente de que nunca podré recuperar mi pierna, que debo quererme así como soy, pero supongo que es normal sentirme un poco insegura cuando otras mujeres mucho más bellas están a mi alrededor, ¿no? Y no es tanto por la belleza de una persona, sino el cambio de vida que tuve que afrontar de la noche a la mañana —jugué con los pétalos de las rosas—. Desde que te fuiste nada ha sido fácil, mi amor, pero trato de seguir por mí, mi madre, mi hermano, por ti y ahora por Gabriel.

Recordé la discusión que tuvimos anoche y mi pecho se estrujó. No quiero seguir peleando con él por culpa de esa mujer, pero me da mucha rabia que me deje de lado por llevarle la idea a ella, más cuando sabe de sobra lo que busca de él.

—Como el bello ángel que eres, debes darte cuenta de que soy muy feliz a su lado, pero justo ahora no estamos bien. No me gusta estar así ni sentirme a la deriva. Prefiero a ese hombre que es capaz de sacarme una sonrisa nada más con una mirada. Si te soy sincera y pidiendo tu perdón, debo confesarte que lo amo y no quiero que este sentimiento muera nunca.

El cielo crujió con furia, segundos antes de que la lluvia cayera con gran intensidad sobre mí. Limpié mis lágrimas y me apresuré a sacar mi sombrilla de mi bolso.

Permanecí largo rato hablando con Gonzalo, contándole cómo me sentía y todo lo que me estaba atormentando. No voy a escuchar una sola palabra de él, pero al menos tengo la plena seguridad de que hay un ángel en el cielo que está escuchándome.

Le pedí que me ayudara y lloré una vez más por su ausencia y por todo lo que me tiene presa en un círculo vicioso y en el cual no encuentro una salida.

—Gracias por escucharme, cielo —acaricié su rostro, pero se sentía tan triste y vacío al tocar un frío cristal que protegía la fotografía y no su suave piel—. Espero que, la próxima vez que venga, te cuente lo feliz que soy. Te veré pronto. Aunque ya no estés aquí, nunca he dejado de sentir amor por ti —di vuelta y caminé por el cementerio sin sentido alguno.

Iba caminando cuando un hombre, sentado junto a una tumba y bajo la furiosa lluvia, lloraba sin parar. Me quedé mirándolo, curiosa por alguna razón, o quizás porque me veía reflejada en él.

•••

Las amistades sinceras no se planean ni se buscan. Cuando haces conexión con una persona, ya sea sentimental o en un sentido amistoso, no hay tiempo que valga para fluir con dicha persona.

Ese hombre solitario y triste, que lloraba desahuciado y que parecía más un alma en pena que una persona, resultó ser un buen consejero. Keith tiene más cosas en común conmigo de las que pude imaginar. Ambos perdimos a nuestras respectivas parejas y hemos atravesado un dolor muy inmenso y similar.

Compartimos nuestro dolor y él me contó de su proceso de olvidar y de cómo el amor le abrió los ojos y le dio un nuevo significado a su vida. La conversación con él fluyó en medio de cervezas bien frías y una botella de tequila.

Puede que no haya sido sincera del todo, pero en ese momento donde la conversación fluía tan bien y las copas de trago me habían hecho olvidar de Gabriel, mencionarlo estaba de más.

Me estaba contando de la mujer que amaba, cuando Gabriel apareció en mi campo de visión junto a una hermosa chica que iba de su brazo. Todo el alcohol que tenía en la cabeza me jugó una mala pasada, nublando mis pensamientos y mi razón.

Muy en el fondo de mi ser sabía que él solo se estaba burlando de mí, que era cuestión de tiempo para que pasara de mí y buscara una nueva mujer para calentarle el oído y subirla más allá del cielo. No debí creer en él, mucho menos en sus dulces palabras, que son iguales de falsas a su amor.

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