Sentido

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Sus brazos se volvieron mi lugar seguro y predilecto. Podría quedarme toda una eternidad sumida en ellos, dejándome apretar y sintiendo ese calor que desprenden segundo a segundo.

Cerré los ojos y solté un profundo suspiro, acunando un poco más mi cuerpo en el suyo. Me gusta estar así con él, abrazada a su desnudez mientras sus labios descansan en mi cuello y va susurrándome palabras que enternecen mi corazón.

Hace poco dejé ir la inseguridad y el miedo, porque Gabriel se ha encargado de hacerme saber con hechos y palabras que soy única y hermosa para él, que mis imperfecciones son perfectas para sí y que es capaz de aceptarme tal cual soy y sin detenerse a juzgarme.

Tal vez todavía sienta un poco de miedo, pero se debe al sentimiento que está surgiendo con mucha fuerza en mi interior y no tiene intención alguna de detenerse. Todo lo contrario, cada día que va pasando, arde con intensidad. Me vine a dar cuenta de dicho sentimiento en estos días que no pudimos vernos. Lo extrañé tanto, no lo sabía hasta que lo tuve frente a mis ojos y mi corazón se agitó de esa manera tan violenta.

No quisiera apartarme de sus brazos, ni de sus suaves labios y tampoco de su dulce mirada. No quiero estar lejos de él ni un solo instante del día.

—Quiero presentarte a mi familia, las únicas dos personas que son muy importantes para mí —susurró de repente, dejándome estática por un segundo.

—¿Estás seguro?

—Yo ya conozco a tu madre y a tu hermano. Es justo para ti presentarte a mi familia. Es hora de que esos dos se enteren quién eres tú en mi vida, además, con eso dejan de fastidiarme.

—¿Por qué te fastidian? —quise saber, pues muy rara vez habla de su familia.

—Ya sabes, dicen que soy muy viejo y que nunca formé una familia —soltó una risita divertida—. Mi sobrina me fastidia diciendo que bateo para el mismo equipo.

—Primero que todo, no eres viejo —dije, dándome vuelta para quedar cara a cara—. Bueno, yo también tengo curiosidad. ¿Cómo es que un hombre tan atractivo y maravilloso como tú nunca formó una familia?

—¿Me crees si te digo que nunca encontré esa mujer que me complementara? Tuve relaciones y llegué a querer varias de ellas, pero ninguna me hizo desear formar una familia. Siempre busqué a la mujer correcta, a mi otra mitad para ser feliz con ella y tener todo lo que he deseado en lo más recóndito de mi corazón. Me forcé a ser infeliz por un tiempo porque no quería entender que todavía no llegaba esa mujer, pero ahora no tengo que esperar más, ni buscar nada, ni mucho forzarme a amar a alguien —acarició mi mejilla, sonriendo ladeado—, porque estoy cien por ciento seguro de que ya la encontré.

Mi corazón se agitó, pero antes de que pudiese preguntarle si era yo esa mujer, me besó con una fuerza y pasión que nubló mis pensamientos y robó incontables suspiros de mi boca.

A la hora de hacerme el amor, Gabriel se convierte en un amante tierno, apasionado, voraz y fogoso. Ya me había hecho el amor dos veces y pensé que estaba agotado, pero me dejó bastante claro que no era así, que todavía tenía energía suficiente para elevarme más allá del cielo.

Ya no puedo con este sentimiento que arde con gran intensidad en mi interior. Me enamoré perdidamente de ese hombre que fue capaz de borrar todas las huellas del dolor con sus besos y sus caricias, sobre todo, con su paciencia y su amor.

Se tomó el tiempo de curar mis heridas, sanar cada una de ellas con ternura y cariño, para luego vendarlas con todo su amor. Me enamoré de él, no sé cómo ni cuándo pasó, ni siquiera había imaginado entregar mi corazón a otro hombre, pero como bien dice mi madre, en el amor no manda nadie más que el corazón; y cuando el corazón elige a alguien, no hay poder humano que lo haga  reaccionar por otro.

Lo más bonito de todo es que mis sentimientos son correspondidos, quizás con una fuerza que sobrepasa los míos, pero que no apaña en lo absoluto lo que yo siento por Gabriel y quiero seguir sintiendo.

°°°

—Hace mucho no tenemos una salida de chicas, porque ahora te la pasas de arriba abajo con cierto hombre guapo que te hace reír y suspirar  —dijo mi mejor amiga, dándome una mirada juguetona a través de la pantalla—. Estoy segura de que Gabriel no se va a molestar si sales un día conmigo, ¿o sí?

—Por supuesto que no.

—¡Perfecto! Entonces pasaré por ti a las seis. Quiero verte, además de que tengo que contarte algo muy importante.

—¿Estás embarazada?

Hizo silencio y reí, sintiendo una inmensa alegría en mi corazón.

—¡Se supone que era una sorpresa! —exclamó.

—Era de esperarse, ¿no crees? Ahora que estás casada con el amor de tu vida, puedes hacer tu sueño realidad cuando quieras.

—No le digas nada, ¿por favor? Quiero darle la noticia el día de su cumpleaños.

—Te guardaré el secreto —sonreí—. Muchas felicidades. Ese hermoso bebé llegará a nuestras vidas para hacernos a todos muy felices.

—Será la luz para todos nosotros.

Hablamos un poco más mientras terminaba de desayunar. Me siento muy feliz por ellos, su familia al fin está creciendo. Sé que mi hermano se volverá loco en cuanto Anahí le dé la noticia.

El día fue largo y lleno de trabajo como últimamente ha estado pasando, pero me sentía enérgica y feliz. Todo se está acomodando en su lugar y no hay nadie que me baje de lo más alto de la montaña.

El embarazo de Anahí me hizo recordar a mi bebé, pero de una manera muy bonita y nostálgica. Me siento en paz, al fin encontré esa calma que necesitaba para mi alma y mi corazón. Ya no duele, ya esas heridas curadas no sangran.

Salí con Anahí cuando llegó la noche, me divertí mucho con ella y celebramos la llegada de un pequeño ser a nuestras vidas. Hasta ahora me entero de su existencia y ya deseo con ansias locas el día de su nacimiento.

Pese a todo el dolor y por todo lo que he tenido que atravesar, hoy una sonrisa alumbra mi rostro. Me siento feliz con lo que tengo y con las personas que están a mi lado. Siento paz, que todo lo puedo lograr en la vida y en este camino que al fin le encuentro sentido.

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