Te quiero

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Gabriel

—¿Me podrías explicar un poco más de qué se trata el síndrome de miembro fantasma, doctor? —pregunté.

—Se denomina síndrome de miembro fantasma al cuadro de sensaciones, dolor, picor, disestesias, sensación térmica, que sienten algunas personas en un miembro amputado, que persiste pese a no tenerlo, justo lo que le sucede a Margot después de perder su pierna en el accidente que sufrió. El dolor es intenso y la sensación se hace muy insoportable. Su fisiopatología se basa en la persistencia de áreas cerebrales dedicadas a ese miembro que no reciben la respuesta del miembro y generan una descarga espontánea que contamina otras percepciones y se cronifica. Es decir, la patología del miembro fantasma no radica en los nervios periféricos del miembro afectado sino en su proyección cortical. De aquí, que las medidas periféricas, sobre nervios o muñones no generen la eficacia deseada. El problema depende de la plasticidad neuronal y la solución debe plantearse en esos términos —revisó algunas hojas que Margot le había entregado cuando la avalúo—. Ella ya recibió tratamiento para el dolor y su muñón ha sido revisado dos veces por los cirujanos. En este momento su tratamiento es con gabapentina y amitriptilina, pero me doy cuenta de que no hay buenos resultados pese a usar dosis de hasta 1800 de gabapentina y 75 de amitriptilina. Tendría que hablar con su médico de cabecera para iniciar un ciclo de anestésicos locales intravenosos o con bloqueos.

—¿Qué es lo más efectivo para que ese dolor desaparezca, doctor? Margot no me dice nada, pero he notado que su pierna le duele mucho. La he visto tomarse varios medicamentos y soportar esa molestia.

—Hay que buscar alternativas con sistemas, medicamentos o procedimientos que faciliten la neuromodulación. Podríamos realizarle los estudios pertinentes y, si ella está de acuerdo y su médico de cabecera también, podemos empezar cuánto antes con el tratamiento, y así pueda tener una mejor calidad de vida.

Guardé silencio por largos segundos, viendo a Margot profundamente dormida y pensando en cómo debería decirle lo que el doctor me acababa de comentar, pues pensará que me estoy siendo muy entrometido en su vida. Pero me preocupa que ese dolor en su pierna sea tan persistente y fuerte, capaz de indisponerla ipso facto. No me gusta verla así de mal.

—Hablaré con ella y buscaré la manera para que tome el tratamiento. Tan pronto tenga su respuesta, me estaré contactando contigo.

—De acuerdo. Le dejaré mi número personal, puede llamarme a cualquier hora —me extendió una tarjeta blanca y se marchó después de estrechar nuestras manos.

Deposité la tarjeta sobre la mesita junto a la cama y me recosté al lado de Margot, observando a detalle su hermoso rostro. Ahora se ve tan serena y linda, parece un bello ángel que acaba de caer del cielo.

— Déjame cuidar de ti, es lo único que te pido —acaricié su mejilla con suavidad—. Bueno, también quiero que me permitas quererte bonito.

Jamás me había sentido de esta manera ni había despertado ese sentimiento de protección con alguna otra persona que no fuese mi hermana, mi sobrina o Keith. Margot me inspira a muchas cosas, no solo a velar por su cuidado y bienestar. Quiero quererla, quiero desearla, quiero protegerla del mundo entero y quisiera poder borrar de su mente todo lo malo, pero esto último es lo único en lo que puedo fallar.

Desearía ser yo quien sufra y no ella, porque es mucho más doloroso verla a ella padecer y yo no poder hacer nada por su bienestar. Es aquí donde vuelvo a cuestionarme por qué la vida se ensaña con personas que merecen lo mejor.

Me acerqué a Margot un poco más, abrazándome a su cuerpo lo más que podía y dejándome envolver en su dulce aroma y la calidez que desprende todo su ser. Enterré la nariz en su cuello, llevando mi mano por su cintura y deseando plasmar mis labios en cada parte de su tersa piel, pero sé que debo aguardar.

。。。

Desperté por el brusco movimiento a mi lado y un quejido que me trajo de regreso a la tierra. Margot sollozaba mientras se incorporaba en la cama y se sostenía su pierna.

He visto todo su cuerpo, he tenido el gusto de saborearlo y dejar la marca de mis besos en el, y nunca me voy a cansar de admirar su belleza. Es preciosa, ella lo sabe y no hace falta que otra persona se lo diga para que lo crea. Trato de comprender su inseguridad, pero si supiera la forma en que mis ojos la admiran, no se sentiría menos que nadie.

—¿Me podrías traer mis medicamentos? Perdóname por despertarte, pero es que...

—No tienes que pedir perdón, cielo —sonreí, apresurándome a ir por sus medicamentos—. No sientas pena ni temor de despertarme a la hora que sea.

Serví un vaso de agua y le llevé todo para que pudiera tomarse sus medicinas.

—Gracias —se tomó los medicamentos y se recostó del espaldar de la cama.

—Estuve pensando y lo mejor es que te quedes hoy en el hotel...

—¡No! Es decir, es cuestión de minutos para que los medicamentos surtan efecto y ya no exista ninguna molestia. Tengo que hacer mi trabajo, no puedo salirle a mi jefe con un chorro de babas.

— ¿Por qué eres tan terca y necia, mujer? —inquirí—. No vas a salir de este hotel a menos que se vaya a caer al suelo o se prenda en fuego. ¿Entendiste o te hago un dibujo en plastilina?

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y mi día se pintó de muchos colores.

—Creo que deberías hacerme un dibujo en plastilina, me gustaría verlo.

—Te lo haré, no dudes que te lo haré.

—¡Gabriel! —golpeó mi brazo con cariño y sonreí divertido—. Eres un descarado muy pervertido.

—¿Yo? —reí, acercando mi rostro al suyo—. Eres tú la que tiene una mente diabólica y muy perversa. Qué estará pasando por esa cabecita, ¿eh? Tengo esa duda, ¿me la quieres resolver?

No le permití darme respuesta alguna, tomé posesión de sus labios en un beso suave y tierno. Sus suspiros me hacen delirar y estremecer.

Tuve que separarme de ella por más que deseara ser uno con su alma, antes de que mis deseos cobren mayor fuerza y pierda el poco control que me queda. Margot no está en condiciones de someterse a mis caricias, aunque una inmensa parte de sí las anhele con esta misma intensidad con que yo lo hago.

—Iré a la obra y trataré de regresar lo más pronto posible. No vayas a salir de la habitación ni mucho menos a hacer ningún esfuerzo de más, ¿de acuerdo? Le explicaré a la Srta. Wilson tu estado, sé que ella sabrá entender. Además de que debo decirte algo muy importante con respecto a tu salud —le dije, arropando su cuerpo con la manta y asintió—. Descansa, cielo.

—Gabriel —tomó mi mano, impidiendo que me marchara—. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí y por cuidarme tanto.

—Lo hago con el mayor de los gustos. Tú para mí eres muy especial y alguien muy importante. No me gusta verte sufrir —dejé un tierno beso en sus labios.

—Sé que es muy precipitado, pero te quiero, mi amor —acarició mi mejilla, sonriendo de una manera muy tierna y linda, mientras mi corazón se saltaba un latido—. Y estoy muy dispuesta a quererte más que bonito.

Me besó, dejándome consternado, pero con una emoción que no pude contener, pues le devolví el beso con esa fuerza con la que mi corazón latía en mi pecho.

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