Sin rencores

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Le conté muchas cosas a Gonza, lo que me había sucedido con otro hombre, todo lo que me había hecho sentir e incluso le hablé de mi nuevo trabajo. Aunque no vaya a recibir una respuesta de su parte, es liberador sacar todo de mi corazón y no quedarme con nada por dentro.

No me sentí del todo mal hablando de otro hombre con mi esposo, más debía hacerlo. No tengo a quién contarle todo lo que ese hombre me provocó. Solo él me puede escuchar, es una lástima que no pueda responder todas mis inquietudes y temores.

Tiempo después salí hacia la oficina en el centro comercial de la ciudad. Me sentía muy emocionada y feliz, hace mucho olvidé lo que era trabajar y enrollarme en temas que me apasionan. Tengo expectativas altas con mi nuevo trabajo, pero no he dejado de sentir miedo.

—Buenos días, soy Margot Bailey, la diseñadora de interiores con la que el Sr. Gardner se contactó hace un par de días —le dije a la mujer que se encontraba en el escritorio de entrada y sonrió.

—¡Buenos días, Srta. Bailey! El Sr. Gardner me llamó para decirme que la nueva diseñadora vendría el día de hoy —se levantó de su lugar y me estrechó su mano—. Soy Laia, su asistente. Como se da cuenta, la oficina es pequeña, pero eso no quiere decir que no tengamos trabajo. El Sr. Gardner cuenta con varias oficinas a lo largo del país, esta es una más de ellas...

Laia me llevó a mi oficina, me explicó los trabajos pendientes y un proyecto nuevo que estaba a punto de concretar el Sr. Gardner, el cual nosotras debíamos realizar. Me sentía en mi salsa, viendo las ideas de los clientes e imaginando todo en mi mente.

Durante la mañana estuve leyendo la gran mayoría de los proyectos, poniéndome al tanto de todos los trabajos. Una vez terminé, le pedí a Laia que contactara a cada cliente para citarlo y empezar cuánto antes con los diseños. Me sentía viva y que al fin era útil. Salir del encierro de mi casa y de todos los ataques de mi mente era algo que me hacía falta, más cuando haces lo que tanto te gusta y extrañabas.

Empecé a trazar la primera idea y, de la misma emoción que bullía en mi interior, me olvidé del mundo externo. Extrañaba diseñar e imaginar, de tomar mi tablet de dibujo y trazar líneas hasta darles formas.

Detuve todo mi trabajo cuando Laia me interrumpió al decirme que la Sra. Wilson, la clienta del nuevo proyecto, había llegado. Me apresuré a despejar el escritorio para recibirla y preparar el folder con la propuesta de su diseño.

Algo nerviosa, peiné mi cabello antes de decirle a Laia que dejara pasar a la mujer. Mis nervios crecieron todavía más cuando la mujer entró en la oficina con Gabriel, haciendo detener los latidos de mi corazón.

¿Qué hace él aquí? ¿Por qué siempre tengo que encontrarme con él? ¿Qué diablos se supone que debo decirle? La última vez que hablamos, me dijo muchas cosas que me hicieron cambiar mi forma de pensar, además de eso, quedé en darle una respuesta que todavía no he pensado. Estoy por creer que de verdad estamos destinados a encontrarnos.

—Buenas tardes —despejé mi garganta, desviando la mirada de esos ojos tan profundos e inquisidores—. Soy Margot Bailey, la diseñadora de interiores que se hará cargo de su proyecto. Por favor, tomen asiento.

La Sra. Wilson tomó la palabra mientras Gabriel se mantenía en silencio a su lado, mirándome cada tanto y de una manera que hacía acelerar a mi corazón con una fuerza sobrehumana.

No quería pensar en él, menos en que este era mi primer día de trabajo y no podía darme el lujo de hacerlo mal, pero mis pensamientos se iban por sí solos a ese beso que me robó y que tanto me gustó. No he podido dejar de pensar en la suave y cálida textura de sus labios.

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