Distancia

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No logré caminar más allá de las puertas del restaurante, cuando fui detenida por una mano. Gabriel me giró y me dio una mirada sería. Se veía enojado, tenía el ceño fruncido.

-¿A dónde crees que vas?

-¿Eres sordo o te haces? Tengo otro compromiso que atender.

-¿Con quién?

-Con un cliente, ¿no crees? -intenté zafarme de su agarre, pero me sostuvo con más fuerza-. ¿Qué quieres? ¿Por qué no estás llevando a la Sra. Wilson al hotel donde se está quedando? Ve con ella y a mí déjame irme sola.

-No te vas a ir sola.

-Pues no me voy a ir contigo y con esa mujer.

Me acercó a su cuerpo, abrazándome por la cintura. Descansó su frente de la mía y viré el rostro antes de que sus labios se apoderaran de los míos. Me sentía enojada con él, pero más conmigo misma, por dejarme influenciar por los celos y las inseguridades.

-No es lo que crees, mi amor. Estaba mostrándole los planos y no me había percatado que estaba tan cerca.

-Claro, como no. Encima de ti y ni cuenta te diste -bufé.

-Me tomó por sorpresa su cercanía.

-Dijiste que nunca te habías involucrado con ella.

-Y jamás lo he hecho. Ella siempre mostró interés en Keith, además de que a mí no me gusta. Es una mujer linda, pero nunca despertó nada en mí y jamás lo hará -tomó mi rostro en su mano y me miró fijamente a los ojos-. Sé que debes estar pensando en lo peor, pues ella estaba muy cerca de mí y se atrevió a casi darme un beso, pero te juro que no tengo interés en ella y se lo dejé claro. A mi lado está la mujer más hermosa, la que quiero y la que deseo, así que no tengo que buscar nada en nadie más.

-Yo vi todo lo contrario. Cuando no tienes interés en una persona, dejas las cosas claras al instante, pero tuviste que esperar a que yo me fuera para decirle. Todo esto es mi culpa, por dejarme llevar por los sentimientos y no sentar cabeza en la realidad.

-¿De qué diablos hablas? No te entiendo, Margot, fuiste tú la que dijo que dejáramos lo personal por fuera del trabajo.

-Sé lo que dije para no crear conflictos innecesarios, después de todo, yo tengo un jefe al cual debo rendir cuentas. Ella ya ha trabajado contigo, yo solo soy alguien apenas que conocen y no van a poner fe en mí. Suéltame, tengo que irme.

-Ya te dije que no voy a dejarte ir sola, menos pensando lo peor de mí. ¿Por qué no quieres entender que eres tú la única mujer que ven mis ojos y por la única que mi corazón late como un maldito loco? He hecho hasta lo imposible para hacerte entender que eres tú la única en mi vida.

-Ella está completa, no es una mujer insegura y no tiene miedos y dolor que la hacen alzar muros ni caer en pozos de soledad e incertidumbre. Ella es perfecta para ti. De hecho, hacen una oreja muy bonita.

-¡Ya basta! -elevó la voz, llamando la atención de varios comensales-. Comprendo por todo lo que has pasado, también he visto el progreso que has tenido y todo lo que has soltado, pero no soporto cada vez que te menosprecias tú misma. Entiende que tú eres la mujer con la que quiero estar y la única dueña de mis pensamientos y de mi corazón. ¿Por qué no quieres entender que te amo tal cual eres, Margot? Para mí eres perfecta, mi complemento, esa otra mitad que tanto esperaba. Podrán existir cientos de mujeres más bellas, pero ninguna de ellas eres tú.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía retener el llanto por más tiempo. Pensé que todo lo malo que me acechaba había quedado atrás, pero esto me hace entender que no es así, que Gabriel se convirtió en una fuente de estabilidad donde me sentía segura y que todo lo podía lograr, pero ahora que me está haciendo tambalear, me doy cuenta de que dependo mucho de él, algo que no debería ser así.

Mi progreso se debe a él. Me ha entregado muchas ilusiones y esperanzas, de las cuales me sujeté desesperada por salir de aquel pozo oscuro en el que me encontraba y encontrar algo de luz. Ahora que ese fino hilo se quebró y me hizo caer de lleno en la realidad, debo sanar por mí y para mí, no porque me susurren al oído palabras bonitas.

-Entiende que te amo, Margot. Tú eres la mujer con la que deseo compartir y vivir muchas ilusiones, pero siempre estás deteniendo mis pasos, excluyéndote de mi vida y haciéndote menos, cuando para mí lo eres todo.

-No puedo...

-¿No puedes qué? -frunció el ceño.

-No puedo seguir contigo -susurré-. No puedo darte lo que estás buscando de mí. No puedo porque todavía siento muchos miedos e inseguridades y tengo el presentimiento en el pecho de que me dejarás en cualquier momento. Ahora mismo la confianza que me tenía y sentía hacia ti acaba de quebrarse. No puedo amarte como lo haces, porque yo no me amo a mí misma y todavía no he sanado la herida que llevo en el corazón. No quiero sentirme más así, porque siempre va a existir ese miedo y nunca podré avanzar.

-Sabes que no me importa tener que esperar. Yo siempre voy a estar para ti. Esto lo podemos superar juntos. Déjame ayudarte a sanar.

-Quiero hacerlo por mi cuenta. Yo te quiero y me haces mucho bien, pero también me haces mal.

Bajó la vista, tratando de decirme alguna palabra, pero de su boca no salió absolutamente nada.

-Gracias por todo, por darme tu amor y entregarme tanto. Me has ayudado a salir adelante y retomar el rumbo de mi vida, pero no puedo seguir contigo, Gabriel. Yo en este momento no puedo darte todo lo que mereces. Quiero amarte sin reservas y sin sentir miedo en mi corazón, pero justo ahora necesito alejarme para encontrarme conmigo misma.

-Si es lo que quieres y crees que es lo mejor, aunque me duela y se me haga muy injusto, te daré el espacio que necesitas -lo vi tragar saliva-. Pero no me pidas que me aleje, tampoco que deje de quererte. Yo te esperaré, siempre lo haré.

-¿Y si te cansas de esperar?

Sonrió ladeado.

-Entonces no eras la indicada para mí -dándome una última mirada cargada de tristeza, se marchó del restaurante, haciendo que mi pecho se hundiera de dolor.

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