Descarada

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Con el paso que dimos nos hicimos más cercanos que antes y nuestra relación se fortaleció con mayor fuerza. Para mí no solo significó tener sexo, quitarnos las ganas o cumplir con los deseos que agobiaban mi carne. Pude sentir que, en la unión de nuestras almas hubo una conexión que no tiene explicación alguna, que va más allá del placer y la pasión, que sobrepasa las aventuras e incluso lo que es el mismo amor.

Desde entonces no he dejado de sentirme en un mágico sueño, donde mis ilusiones van tomando una forma muy bonita y mis sueños van haciéndose realidad.

No puedo cambiar y borrar de mi mente lo que pasó, pero ahora que la resiliencia ha llegado a mi mente y a mi corazón, entiendo cuál era el propósito de Gonzalo y el papel que jugó en mi vida. Aprendí muchas cosas bonitas de las que hoy agradezco.

En lo más recóndito de mi memoria quedará como mi más bonito amor. Ahora solo puedo recordar nuestros días más felices y una sonrisa se forma en mis labios.

A mi bebé que, aunque no pude tenerlo entre mis brazos y ver su rostro, siempre quedará como una huella de nostalgia y anhelo en mi corazón, como un deseo que tuvo forma, pero que nunca se hizo realidad. Un bonito sueño que tuve el privilegio de tener en mi vientre por escasos días y me hizo sentir muy feliz.

Y es que ahora comprendo que no todo lo que deseas y anhelas para tu vida se hace realidad, ya que los caminos son inciertos. Nunca sabrás lo que te depara el día de mañana, si estaremos en la cima de la montaña o en la parte más baja. La vida puede darnos lo que tanto deseamos de otras formas.

Hoy me siento en calma conmigo misma y con lo que la vida me deparó. No era lo que deseaba con tanto fervor, pero quizás ese era mi camino; pasar por un sendero lleno de espinas para llegar a la copa de la rosa y observar la belleza de esta.

Extraño a Gonzalo, por supuesto que su presencia todavía me hace mucha falta y quisiera que estuviera aquí, porque él merecía una vida larga y cumplir todos sus sueños, pero su camino llegó a su fin y quiero creer que fue el hombre más feliz hasta el último de sus suspiros.

Yo soy feliz con las personas que están a mi lado; mi madre, mi hermano, mi cuñada, mi novio y las pocas amistades que he hecho en mi trabajo. Retomé mis proyectos personales y cada día me emociono más con el trabajo que estoy haciendo como diseñadora. Incluso me inscribí a un nuevo curso, todo con el fin de seguir creciendo profesionalmente.

Luego de nuestro corto viaje de trabajo, me realicé los estudios para poder tomar un nuevo tratamiento y así dejar de sentir tanto dolor y molestia en la pierna que ya no tengo. No ha sido fácil amoldarme a una rutina de nuevos medicamentos y ejercicios que me han sido de gran ayuda, pero en pocas semanas, la molestia ha empezado a disminuir, lo que me ha permitido conciliar el sueño y descansar un poco más.

Mi vida dio un vuelco total. Ni yo misma puedo creer que en poco tiempo esas ganas de vivir hayan regresado, que un amor haya llegado para sanar las heridas que traía en el alma y el corazón, que mi depresión y mi ansiedad se hayan ido y que mi salud tanto mental como física estén como renovadas.

La sanación es un proceso largo y que debe cultivarse día a día, y todavía tengo mucho por sanar, pero sé que lo lograré porque en mi corazón así lo deseo.

♡♡♡

Debido a la cantidad de proyectos en los que he estado trabajando, no pude asistir a la reunión con la Sra. Wilson y Gabriel, pero él quedó en explicarme todo lo que hablaran. De igual manera, le envié un correo electrónico a mi cliente, diciéndole que si había algún cambio importante en el diseño, me lo dejara saber para implementarlo.

Ambos hemos estado tan saturados de trabajo, que no hemos tenido tiempo para vernos. Solo nos hemos visto por videollamadas, pero eso no es lo mismo. Yo deseo un beso de su boca y una dulce y fogosa caricia de su tacto, no escuchar su voz a través de un teléfono.

Me encontraba sumida en el diseño de un nuevo cliente, trazando líneas y formas sin descanso, cuando dos golpes fuertes en la puerta me hicieron asustar. Levanté la cabeza, solo para ver a Gabriel al otro lado del cristal, luciendo tan bello como siempre, una sonrisa en sus sabrosos labios y un par de bolsas en su mano que sacudió al aire.

—Un pajarito me dijo que no habías almorzado, así que vine específicamente a que comieras algo.

Dejé el lápiz sobre el escritorio y me apresuré a abrirle la puerta. Me tiré en sus brazos y él me recibió con un abrazo y un beso que me hizo olvidar de todo a mi alrededor. La extrañeza era palpable, nos besábamos como si el mundo se fuese a acabar.

—Te extrañaba tanto, mi amor —susurré, escondiendo el rostro en su cuello para aspirar mejor el aroma de su perfume—. Me tenías en el olvido.

—También me hacías falta, sobre todo tus dulces besos. Ah, no imaginas cómo extrañé esta boquita de caramelo —su mano libre descansó en mi trasero y lo apretó—. También lo extrañé. Ya no puedo vivir sin tus nalgas esponjosas.

Reí, rozando mi nariz por su piel y provocando que se estremeciera y me apretara una vez más.

—Me estás tentando, y si no te detienes, aquí todo el mundo nos verá hacer cositas ricas —susurró, haciéndome ahogar en risa—. ¿Ves? Y todavía niegas ser el diablo en pasta.

—Es que necesitaba verte —me aparté un poco para mirarlo a los ojos—. Además, solo te estaba abrazando.

—Y provocándome.

Bajé la vista a su erección y mordí mis labios, tomando su corbata en mi mano. Lo acerqué lo más que pude a mi rostro sin quitar la mirada de sus ojos y sonreí.

—¿Me extrañaste mucho?

—Mucho, mi diosa —miró mis labios por breves instantes.

—Yo igual. Extrañé tus besos, tus caricias, tu forma de amarme —suspiré—. Pero la única diferencia entre tú y yo, es que yo no tengo una parte del cuerpo que me ponga en evidencia con suma facilidad.

—Eres el diablo, eso está más que confirmado —entendió mis palabras a la perfección, por eso movió su mano hasta tocar el corazón que palpitaba entre mis piernas—. Por aquí está algo caliente.

—¿Algo? ¿Por qué no compruebas directamente la temperatura correcta?

—Que descarada me saliste, mi amor —presionó sus dedos y me mordí los labios, conteniendo el gemido que pugnaba por salir de mi boca—. No me tientes, mujer, que con todo lo que te he extrañado y pensado, no te dejaré salir de aquí y me va a importar un pepino que nos vean.

—Aquí no, pero ¿y si me llevas a tu apartamento? —rocé nuestros labios—. Quiero que me ames toda la noche, mi amor.

Antes de que dijera cualquier otra cosa, lo besé con toda esa fuerza que me estaba dominando. Me he vuelto descarada y atrevida, pero no me importa siempre y cuando solo él vea esa faceta de mí. Además, ¿por qué negarme a sentir? Lo deseo y lo quiero sentir en mi ser, amándome con esa intensidad que solo él ha sabido darme.

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