Culpa

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—No debiste beber tanto, Margot.

—Solo fueron un par de copas, mamá.

—¿Un par de copas? —me miró furiosa—. Con un par de copas no te estarías sintiendo tan mal y por supuesto no hubiéramos tenido que venir con el doctor. ¿No te das cuenta o de verdad no quieres ver más allá de tus ojos? No puedes excederte, mucho menos a tu cuerpo. ¿Cuándo entenderás que debes cuidar de tu salud y que todo esto no solo te hace daño a ti? Entiendo que estés abatida, triste y sin ganas de continuar luego de lo ocurrido, pero estás viva, Margot. Muchas personas desearían tener una segunda oportunidad para vivir y tú simplemente la estás desaprovechando —su voz se quebró al igual que mi corazón—. Hemos hecho hasta lo indecible para verte bien, siendo tu apoyo incondicional y nunca dejarte sola, pero tú no quieres vivir ni para ti ni para otros. Jamás podría recriminar tu dolor o todo lo que hemos hecho por ti, pero es momento de que dejes descansar a Gonzalo y a tu hijo. Lastimosamente ellos no van a regresar, por más que los llores o los extrañes. Puedes salir adelante, tienes todos los medios para hacerlo, no sé por qué te niegas a nosotros y a la segunda oportunidad de vida que Dios te dio —secó sus lágrimas, haciéndome sentir más miserable que antes—. Comprendo que no quieras vivir y que quieras partir, yo también estuve en tu lugar y muchas veces deseé la muerte, pero no podía simplemente dejarme ir sabiendo que tú y tu hermano me necesitaban. No podía ser tan egoísta con ustedes. Aunque la vida les quitó a su padre, todavía me tenían a mí —explotó, sacando al exterior todo lo que ha soportado desde hace tiempo—. Eres mi bebé y no soporto verte así. No tolero que quieras rendirte y acabar contigo misma. Duele como no tienes idea ver a tu hija desfallecer poco a poco y que tú no puedes hacer nada por ella. Gonzalo no hubiera querido esto y lo sabes a la perfección. Él deseaba verte feliz, que fueras grande en la vida y que hicieras realidad cada uno de tus sueños. ¡Úsalo como un motivo para continuar! Hazlo feliz dónde quiera que se encuentre, por favor, pero ya no te destruyas tú misma. Ya no más, Margot... —salió de la habitación envuelta en llanto y cubrí mi rostro, sintiéndome ahogada con mis propias lágrimas.

Soy un asco de persona. Mamá ha cargado su propia cruz desde la muerte de papá y ha tenido que cargar un peso que no le corresponde por culpa mía. Ella, más que nadie, ha visto todo lo que he intentado para no seguir en esta vida sin importarme cuán doloroso debe ser para ella. La he hecho sufrir más de lo que se merece.

Ella merece ser feliz y tener paz. Ha sido la mejor madre y confidente que la vida me pudo dar. Aunque no llevemos la misma sangre corriendo por nuestras venas, ella me entregó todo su amor y me protegió cada segundo desde que llegué a su vida. Todavía lo hace sin importar las espinas que se claven en su corazón, y yo no he sabido apreciar todo el esfuerzo que hace ella y mi hermano para hacerme entrar en razón.

Odiaba el mundo porque las personas que me dieron la vida me tiraron en un basurero como si no fuese nada. Detesté estar viva luego de pasar frío y hambre durante una noche y siendo tan sola una pequeña. Pero todo cambió cuando conocí a mis padres y me cobijaron en su familia como si siempre hubiera sido parte de ellos.

Fue poco el tiempo que compartí con papá, pero él me brindó tanto amor como pudo. Me enseñó a creer en la vida, en los motivos que ella tiene para cada persona y a amar a los animales. Me enseñó tanto que hoy agradezco haber tenido al mejor padre aunque me lo arrebataran tan pronto.

Mamá siempre fue comprensiva y amorosa. En cada problema, la comunicación y los buenos consejos eran sus soluciones. Me amó desde el primer instante y lloró conmigo durante largas noches en las que las pesadillas me azotaban con fuerza. Fue feliz conmigo y siempre ha estado para mí sin importar absolutamente nada.

Siempre he pensado que estoy maldita. Por alguna razón siempre termino perdiendo algo muy valioso para mí. De pequeña me preguntaba por qué las personas que me dieron la vida me abandonaron, pero entonces de no haber sido así, jamás hubiera tenido la oportunidad de conocer a mi familia.

La vida me ha dado tantas oportunidades para ser feliz y por las razones que sean nunca he sabido aprovecharlas o quizás atravesar por este largo camino de sufrimiento me llevará a la verdadera felicidad. He perdido tanto la fe, que ya no sé lo que me espera en un futuro.

Gonzalo fue mi primer amor y junto a él viví cosas muy bonitas, pero debo aceptar que lo nuestro llegó a su fin, que él no va a regresar y que yo no iré a su lado hasta que sea mi momento. No puedo devolver el tiempo por más que quiera, pero sí puedo cambiar mi sufrimiento y el de mi familia. No quiero seguir siendo esta carga en la que me he convertido.

—Calabacín —ver a mi hermano aquí, en lugar de estar desposando el amor de su vida, terminó de destruirme por dentro—. ¿Cómo te sientes?

—No deberías estar aquí, Marcus. Por favor, llévate a Anahí y hazla tu esposa antes de que sea muy tarde. No quiero sentirme más miserable y culpable de lo que me siento ahora mismo. Lo único que hago es acabarlos y arrastrarlos conmigo. No lo permitan más, ¿sí?

—Oye, cálmate —se acercó a la camilla y tomó mi mano—. Lo importante es que estés bien. Yo me casaré, esa mujer no se va a deshacer de mí tan fácilmente, pero yo necesito a mi calabacín haciéndome compañía o no será lo mismo —dejó un beso en mi frente, dándome una sonrisa—. Descansa, porque si no lo haces, no vas a poder salir pronto de aquí.

Estallé en llanto y me dejé abrazar por él como tantas veces. Mi hermano siempre ha sido mi paño de lágrimas, quién ha velado cada día sin esperar nada a cambio. Él también ha dado todo de sí para verme feliz y yo solo les he devuelto preocupación y mucho dolor.

—✿—

Tan pronto salí del hospital, mi hermano y mi cuñada se casaron. No fue la boda que tanto desearon y por la que trabajé duro y con todo mi amor por un mes, pero la felicidad de ser uno solo acabó con todo lo malo.

La culpa me va a carcomer toda una vida, por más que ellos me dijeran que no tengo por qué sentirme culpable de lo sucedido. Lo más importante para ellos era que pudiera acompañarlos, no el lugar o las decoraciones que al final no tienen valor alguno.

La vergüenza no me deja darles cara. Por más que me digan lo contrario, sé de antemano la ilusión de casarte en un hermoso lugar y con todos esos detalles que hacen parte de tu día especial. Aunque lo nieguen, sé la decepción que se llevaron por mi culpa y eso es algo que jamás en la vida me voy a perdonar.

—Mamá, ¿podrías llevarme al cementerio, por favor? —le pedí, temiendo por una respuesta negativa.

—Claro, hija.

—Gracias —la abracé con fuerza y me apretó contra sí, dejando un beso en mi cabeza—. Perdóname por todo lo que les he hecho pasar. He sido tan egoísta. Siempre prometo cambiar, pero no hago nada para salir adelante. Me escudo en el accidente, que sin Gonzalo y mi hijo no puedo vivir, buscando alguna excusa para morir, pero no me doy cuenta de las personas que están a mi lado y siendo mi bastón.

—Yo solo quiero verte bien y que seas muy feliz. Me duele que pienses en la muerte, cuando desearía poder recibir todos los golpes yo y no verte sufrir de esta manera que lo haces —acarició mi cabello con suavidad, regalándome una sonrisa genuina—. En cualquier momento vas a encontrar la resiliencia y empezarás un nuevo camino. Solo confía en que así va ser, mi amor. Démosle tiempo al tiempo, pero también tienes que poner de tu parte para volver a empezar, renacer y brillar como jamás lo has hecho.

Intentar salir del hoyo no es suficiente cuando no has soltado todo tu dolor y tu corazón sigue aferrado a una vida que jamás será como lo soñaste, pero que puede ser incluso mejor. Los intentos no sirven de nada, si ante el primer recuerdo, caerás más hondo de lo que te encuentras.

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